Contrarrevolución en Irán llevó a creación de Hezbolá en Líbano

Por Seth Galinsky
14 de octubre de 2024
Soccorristas israelíes en casa afectada por cohete de Hezbolá en Kiryat Bialik, al norte de Israel, sept. 22. Los misiles del grupo terrorista de Líbano van dirigidos contra judíos civiles.
AP Photo/Gil NechushtanSoccorristas israelíes en casa afectada por cohete de Hezbolá en Kiryat Bialik, al norte de Israel, sept. 22. Los misiles del grupo terrorista de Líbano van dirigidos contra judíos civiles.

Tras haber logrado avances significativos en la guerra para desmantelar a Hamás en Gaza, las fuerzas israelíes —que ya no están dispuestas a aceptar los ataques diarios con misiles contra el norte de Israel— ahora se están centrando en Hezbolá, en Líbano, y están asestando golpes devastadores al grupo antisemita aliado de Teherán.

La destrucción de la capacidad de Hamás de lanzar otros pogromos y repeler a Hezbolá son esenciales para incapacitar al “eje de resistencia” de Teherán, defender el derecho de Israel a existir como refugio para los judíos y avanzar la lucha contra el odio a los judíos en todo el mundo.

También crearía espacio en Gaza, Líbano y más ampliamente para que los trabajadores judíos, musulmanes, cristianos y otros se unan en defensa de sus intereses de clase.

A instancias del reaccionario régimen burgués de Irán, desde el 8 de octubre —un día después de que los matones de Hamás asesinaran a 1,200 personas en el sur de Israel, hirieran a miles, tomaran más de 250 rehenes y violaran y mutilaran a decenas de mujeres— Hezbolá ha atacado diariamente el norte de Israel con drones, misiles y armas antitanques. El 7 de octubre fue el peor pogromo antijudío desde el Holocausto organizado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, afirma que lanzó los ataques en solidaridad con Hamás y que continuarán hasta que Israel acepte un alto el fuego en Gaza.

Los matones de Hezbolá, al igual que sus aliados de Hamás en Gaza y sus amos en Teherán, intimidan, atacan y asesinan a sus oponentes. En junio, unos 20 matones armados de Hezbolá atacaron al periodista Rami Naim a plena luz del día en Beirut. “Mi gran delito es pronunciarme contra Hezbolá”, dijo Naim a los medios.

Pero a diferencia de Hamás en Gaza, que aplastó a su rival Fatah en 2007, Hezbolá nunca ha dominado completamente el Líbano, compitiendo con partidos burgueses rivales y con una clase trabajadora que encuentra formas de hacer valer sus intereses.

El 27 de octubre de 2019, por ejemplo, unos 170 mil manifestantes de todas las religiones formaron una cadena de 105 millas que unía el norte y el sur de Líbano. La protesta surgió como respuesta al aumento de impuestos y exigía la dimisión del gobierno.

A diferencia de Hamás, cuyas raíces se encuentran en la Hermandad Musulmana sunita de Egipto y en su colaboración con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, Hezbolá fue una creación directa del régimen que tomó el poder mediante una contrarrevolución en Irán después de haber hecho retroceder la revolución popular de 1979 que derrocó al Sha, que contaba con el respaldo de Washington.

Líbano, que estuvo bajo el dominio colonial francés después de la primera guerra imperialista mundial, obtuvo su independencia en 1943. El gobierno estaba formado por cristianos maronitas y ortodoxos, musulmanes sunitas y chiítas, drusos, armenios y otras minorías. Su primera constitución incluyó la representación de 18 religiones distintas. Desde entonces, los tres cargos más importantes (presidente, primer ministro y presidente del parlamento) han sido repartidos entre un cristiano maronita, un musulmán sunita y un musulmán chiíta, respectivamente.

A ellos se sumaron miles de refugiados palestinos que huyeron de la guerra de 1948 lanzada por cinco regímenes árabes semifeudales reaccionarios contra Israel después de ser reconocido como estado por la ONU. En Líbano los palestinos y sus hijos no tienen derecho a la ciudadanía o poseer propiedad en el país.

Este inestable arreglo estalló en una guerra civil de 1975 a 1990, que incluyó una larga intervención militar siria. Las tropas israelíes ocuparon partes del país entre 1982 y 1984, en respuesta a los ataques de unidades de la Organización para la Liberación de Palestina con base en el Líbano. La guerra devastó a Líbano y dejó más de 100 mil muertos y un millón de desplazados.

Viendo la oportunidad de extender su contrarrevolución en la región y presentándose como líder de la lucha contra el imperialismo norteamericano y por la soberanía libanesa, en 1982 el gobierno iraní —con el acuerdo de la dictadura siria— envió unos 1,500 “asesores” del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica para ayudar a las milicias chiítas para formar “El Partido de Dios”: Hezbolá.

En 1985, Hezbolá publicó una “carta abierta”, que sigue siendo su programa hasta hoy. En ella denunciaba a Washington por apoyar a “la entidad sionista que ha usurpado la sagrada tierra islámica de Palestina” y que “el judío” es el enemigo principal que enfrentan los musulmanes. Mezclando retórica antiimperialista con el odio abierto a los judíos, Hezbolá afirma que su principal objetivo es la “eliminación definitiva de la existencia” de Israel.

A pesar de contar solo con el apoyo de una minoría de libaneses, Hezbolá, con millones de dólares en financiamiento y armas procedentes de Teherán, se convirtió en la fuerza más poderosa del país, mucho más poderosa que el ejército libanés. Su participación en el fracturado gobierno garantiza que no se tomen medidas que puedan limitar su poder o la influencia reaccionaria de Teherán.