Desde su retorno a la presidencia el 20 de enero Donald Trump ha promovido su agenda nacionalista de “Hacer América grande otra vez” y, al mismo tiempo, la promesa de que su administración será favorable para los trabajadores. Ha emitido una serie de órdenes ejecutivas, anunció planes de apoderarse de Groenlandia y el Canal de Panamá, suspendió la mayoría de la ayuda exterior para que sea revisada, y visitó a trabajadores en Carolina del Norte y Los Angeles que fueron devastados por tormentas, incendios y la indiferencia del gobierno.
Es muy temprano para saber exactamente a qué le dará prioridad. Como un empresario que se jacta de hacer buenos acuerdos, gran parte de sus amenazas son una táctica de negociación. Pero una cosa está clara. Hará todo lo posible por defender los intereses nacionales de las familias capitalistas gobernantes, dentro de Estados Unidos y en todo el mundo.
En su discurso del 23 de enero por Zoom en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, Trump presentó su plan para fortalecer los intereses de los capitalistas norteamericanos como algo que beneficiará a todos los países y será bueno tanto para los patrones como para los trabajadores en el país. Dijo que traerá empleos y prosperidad a Estados Unidos y paz al mundo entero. Al mismo tiempo, intensificó sus amenazas de hacer pagar a cualquier gobierno que se interponga en el camino de Washington —ya sea aliado o enemigo— con aranceles o algo peor.
Trump regresó a la Casa Blanca en un momento en que el “orden” imperialista mundial está sumido en turbulencia. El lugar de Washington como líder, el premio de la victoria de los gobernantes capitalistas norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial, se está deteriorando. Los conflictos entre las potencias rivales se están intensificando, como lo demuestran los acontecimientos decisivos como la guerra de Moscú para conquistar Ucrania que ya lleva tres años y el pogromo de Teherán y Hamás el 7 de octubre de 2023 en Israel y sus amenazas de masacrar a los judíos una y otra vez hasta que Israel sea destruido o todos los judíos estén muertos. Las clases dominantes de todo el mundo están fabricando más armamentos y buscando nuevas alianzas en preparación para las guerras que se avecinan.
Esto sucede después de muchos años de una competencia cada vez más aguda entre Washington, sus aliados en la Unión Europea y sus rivales, especialmente Beijing y Moscú y sus aliados en el creciente bloque de los BRICS, que incluye a los gobiernos de Brasil, India y Sudáfrica. Lo que está en juego son los recursos, los mercados y el dominio político y militar. Ninguno de ellos es capaz de detener los crecientes conflictos y la vulnerabilidad del sistema capitalista mundial ante las crisis económicas, las convulsiones sociales y el potencial conflicto nuclear.
Trump le dijo a los líderes políticos y a los titanes corporativos en Davos que estaba levantando las restricciones del ex presidente Joseph Biden sobre la producción de energía para “convertir a Estados Unidos en una superpotencia manufacturera”. Anunció recortes de impuestos a los ingresos corporativos que harían que Estados Unidos fuera más rentable para los inversores capitalistas extranjeros. “Pero si no fabrican su producto en Estados Unidos”, amenazó, “tendrán que pagar aranceles”.
Muchos de los asistentes estaban cautivados, con la esperanza de sacar provecho colgándose de los faldones de Washington. Otros estaban horrorizados. Trump se comportó “como un emperador del siglo 21 que anuncia edictos a sus príncipes y sátrapas recién conquistados”, escribió David Ignatius en el Washington Post.
Trabajadores necesitan su partido
Durante más de un siglo, los partidos Demócrata y Republicano se han alternado en la Casa Blanca, presentándose cada uno como un “mal menor”, mientras sirven de manera constante y leal a la clase capitalista contra el pueblo trabajador. Lo más impresionante no es nada de lo que esté haciendo la nueva administración Trump, sino la agudización de los desafíos que enfrentan los gobernantes capitalistas norteamericanos en todo el mundo desde que Biden asumió el cargo en 2020.
Trump pretende utilizar el mercado interno estadounidense como garrote contra los rivales de Washington. El consumo de Estados Unidos representa un enorme 31.5% del consumo personal mundial total, según informa Barron’s.
Sus amenazas tienen como objetivo extraer concesiones para Washington y sus amos capitalistas en futuras negociaciones comerciales y otros conflictos.
Trump también ha hecho de la inmigración un asunto clave para su administración, afirmando que su nivel actual es un obstáculo para que los trabajadores consigan buenos empleos. Las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas han aumentado en los últimos días, con unos 2,200 inmigrantes arrestados el 25 y 26 de enero. Trump blandió la amenaza de un arancel del 25% a los productos procedentes de Colombia para obligar a Bogotá a aceptar el uso de aviones militares para transportar a trabajadores indocumentados a Colombia.
Los gobernantes norteamericanos llevan mucho tiempo abriendo y cerrando el grifo de la inmigración para satisfacer las necesidades de los patrones de mano de obra barata en la industria y la agricultura. Y utilizan las redadas y las deportaciones para intentar reforzar la condición de parias de los muchos millones de trabajadores sin papeles y para dividir a la clase trabajadora con el fin de atacar los salarios y las condiciones laborales de todos los trabajadores.
En respuesta a estos ataques, es clave promover la solidaridad de la clase trabajadora. “Luchar por una amnistía para todos los trabajadores indocumentados en Estados Unidos es el camino para fortalecer al movimiento obrero”, dijo al Militante Joanne Kuniansky, candidata del Partido Socialista de los Trabajadores para gobernadora de Nueva Jersey.
Trump dijo a los asistentes en Davos que quería iniciar conversaciones con Moscú para poner fin a la guerra en Ucrania, y reunirse con Beijing y Moscú para iniciar conversaciones para reducir el número de armas nucleares que cada uno posee.
Al mismo tiempo, Trump pidió a los gobiernos de la alianza de la OTAN que aumentaran su gasto militar al 5% de su producto interno bruto, una medida destinada a reforzar el poder de ataque del bloque liderado por Washington.
A medida que se profundizan los conflictos que sacuden al mundo, la competencia despiadada inherente al capitalismo puede poner en marcha fuerzas que escapan al control de los gobernantes y allanar el camino para la Tercera Guerra Mundial.
Estos enfrentamientos subrayan por qué el movimiento obrero necesita su propio partido político y una política exterior obrera independiente, basada en los intereses comunes de los trabajadores de todo el mundo, contra los patrones, todos sus partidos y gobiernos.