‘Cancelación’ de cultura rusa socava defensa de Ucrania

Por Roy Landersen
24 de marzo de 2025
Estatua de poeta ruso Alexander Pushkin derribada en Dnipro, Ucrania, en 2022. Ataques a cultura rusa obstaculizan la solidaridad con trabajadores rusos opuestos a guerra de Putin.
Sipa USA via AP/Mykola MyakshykovEstatua de poeta ruso Alexander Pushkin derribada en Dnipro, Ucrania, en 2022. Ataques a cultura rusa obstaculizan la solidaridad con trabajadores rusos opuestos a guerra de Putin.

Anna Netrebko, la cantante de ópera rusa de fama mundial, actuó ante 450 personas en el repleto salón de un hotel en Palm Beach, Florida, el 3 de febrero. Esta fue su primera aparición en escenarios de  Estados Unidos desde que Moscú invadió Ucrania hace tres años.

Con respecto a la invasión, Netrebko ha dicho: “Me opongo a esta absurda guerra de agresión y pido a Rusia que, para la salvación de todos, ya mismo ponga fin a esta guerra. Necesitamos la paz ahora mismo”. Dado su alto perfil en Rusia, este fue un acto de valentía. Reflejó la amplia oposición a la guerra y alentó a los trabajadores y artistas rusos que salieron a la calle en protesta antes de la sangrienta represión de Putin.

Sin embargo, Netrebko se convirtió en persona non grata en las instituciones culturales estadounidenses. La Metropolitan Opera de Nueva York rescindió su contrato y la despidió, alegando que tenía derecho a dictar las posiciones políticas de Netrebko. Fue despedida por su previo apoyo a Vladímir Putin y su negativa a condenarlo. Los compromisos para otras actuaciones en Estados Unidos fueron cancelados.

Netrebko no es la única entre artistas o escritores rusos que han sido “cancelados” en Ucrania, Estados Unidos y Europa. El ministro de cultura de Lituania prohibió cualquier nueva representación del ballet “El cascanueces” de Chaikovski en Navidad. Dijo que la cultura rusa no podía separarse del imperialismo ruso y pidió una “cuarentena mental” de todas esas obras; una forma de “descolonización cultural”.

En 2023, el Consejo Municipal de Kiev decidió que la música, obras de teatro, libros y cualquier tipo de arte, aunque fuera antiguo o  producido por opositores a la guerra de Moscú, ya no podían ofrecerse al público. Las estatuas de Alexander Pushkin, uno de los mayores poetas rusos, muerto en 1837, fueron derribadas.

Estos ataques dirigidos a borrar la cultura rusa se han intensificado. Se ha prohibido la distribución y lectura de obras de Fiódor Dostoievski, a pesar de que el gran autor estuvo preso en un campo de trabajo siberiano durante cuatro años bajo la dictadura del zar.

En marzo del año pasado, Oksana Lyniv, la aclamada directora ucraniana de orquesta, enfrentó críticas, incluso acusaciones de “traición”, por aceptar dirigir una ópera de Chaikovski en la Met de Nueva York. Cuando ella señaló que la familia del gran compositor era de ascendencia ucraniana, fue ignorada.

Pero este tipo de “cultura de cancelación” sólo sirve para debilitar, no fortalecer, la lucha del valiente pueblo trabajador ucraniano con las armas en la mano, para defender la soberanía de su país.

Cultura y debate, no prohibiciones

Estas censuras y boicots culturales van de la mano con las medidas que Washington y otros gobiernos imperialistas están adoptando para imponer duras sanciones económicas a Rusia; sanciones que golpean más duro al pueblo trabajador ruso. Lejos de ayudar al pueblo ucraniano a ganar su lucha, afectan con más dureza al mayor aliado de Ucrania: el sentimiento antibélico cada vez más profundo dentro del pueblo trabajador de Rusia.

Fue esto, junto con los muertos y heridos entre las tropas rusas, lo que llevó a Moscú a retirarse de Afganistán en 1989, sufriendo una humillante derrota. Y son estos los mismos dos factores que marcarán una diferencia cualitativa en poner presión a Putin para que salga también de Ucrania.

Esta censura generalizada de todo lo  ruso tiene implicaciones nefastas. La rica cultura del país —su literatura, música, arte y ballet— está siendo silenciada. Irónicamente, gran parte de esta censura la imponen organizaciones creadas para apoyar las artes, que deberían estar a la vanguardia de la defensa de las libertades culturales.

Mientras la guerra de Putin en Ucrania se prolonga, un debate y una discusión más profundos al respecto se hacen necesarios. Todo lo que cierre el espacio para la confraternización y el diálogo es un peligro mortal para la clase trabajadora.

Vladímir Kara-Murza, sentenciado a 25 años de prisión en el gulag de Putin por su oposición a la guerra en Ucrania y al régimen de Putin, fue liberado el pasado agosto como parte del más importante intercambio de prisioneros de Moscú en décadas. Kara-Murza habló sobre estas cuestiones en una charla en la Universidad de Stanford el 11 de noviembre. “Los ucranianos eran mis vecinos en [la prisión de] Omsk”, dijo.

Denunció enérgicamente la idea de que todos los rusos eran responsables de las atrocidades cometidas en Ucrania, diciendo: “Los verdaderos criminales son aquellas personas en el Kremlin que iniciaron la guerra en Ucrania, no aquellos de nosotros que estamos en prisión porque nos opusimos a ella”.

“Habrá otra oportunidad para el cambio en Rusia”, afirmó.