Los altos aranceles comerciales aplicados por Washington contra China son un componente clave de los esfuerzos de los gobernantes capitalistas estadounidenses para contener el desafío que Beijing representa para su debilitado dominio del “orden” imperialista mundial que se está desintegrando. El pueblo trabajador en Estados Unidos no tiene motivos para respaldar a los patrones y su gobierno en esta confrontación, pero sí tiene un interés vital en la solidaridad internacional con otros trabajadores de otras partes del mundo.
Ante el declive de sus tazas de ganancias durante décadas los capitalistas se ven obligados a competir ferozmente para echar mano de la mayor cantidad de riqueza producida por los trabajadores del mundo. Mientras los gobernantes en Beijing se jactan del crecimiento económico en China, lo cierto es que su economía está en una espiral descendente.
La gran base manufacturera de China depende de las exportaciones a Estados Unidos, la Unión Europea y otros países. Los gobernantes chinos aún no han desarrollado un amplio mercado interno. Esto los hace más vulnerables a las disputas comerciales.
En 2021, después de que los gobernantes chinos estimularan durante muchos años la construcción de viviendas que muchos trabajadores no podían darse el lujo de adquirirlas, la burbuja estalló. Esto ha provocado problemas financieros para los gobiernos locales endeudados, una deflación en los precios de la vivienda y una crisis para el pueblo trabajador. La tasa de natalidad ha disminuido, la población ha comenzado a disminuir, la formación de familias ha bajado y un número creciente de trabajadores jóvenes no ve futuro a una vida productiva.
El desempleo juvenil ascendió a un 20 por ciento en junio de 2024. El gobierno cambió su método de calcular las cifras y después reportó en noviembre una tasa de 16 por ciento. Los gobernantes chinos también se enfrentan a una fuerza laboral envejecida con una inminente crisis de pensiones.
Beijing afirma estar cumpliendo su objetivo de crecimiento del 5 por ciento. El régimen silenció a Gao Shanwen, un destacado economista, después de que sugiriera públicamente que realmente está más por el 2 por ciento. La inversión extranjera ha caído a su nivel más bajo en tres décadas.
Ha habido cierres de fábricas y eliminación de empleos. Las huelgas y las protestas están en aumento.
Millones de trabajadores en toda China están buscando maneras de defender sus intereses ante un régimen represivo y antiobrero.
Tras el anuncio del presidente Donald Trump el 2 de abril de que iba a aumentar los aranceles sobre los productos chinos por un 145 por ciento, Beijing respondió agravando los productos estadounidenses por 125 por ciento. Los principales empresarios del sector minorista estadounidense advirtieron que la interrupción del suministro dejaría los estantes vacíos.
Los puertos de Los Angeles y Long Beach, por donde pasa un gran porcentaje del comercio de Beijing con Estados Unidos, reportaron el 4 de mayo una caída del 44 por ciento en el número de buques atracados. A medida que se extiendan los efectos de la desaceleración, los estibadores, camioneros y muchos trabajadores verán sus horas reducidas y cesantías.
La administración Trump espera sacar ventajas con su ofensiva en la mesa de negociaciones con Beijing.
Los gobernantes chinos “tienen muchas ganas de hacer negocios”, dijo Trump, “Su economía se está desmoronando”. Beijing ya había decidido eximir de aranceles a una serie de productos estadounidenses, incluyendo ciertos productos farmacéuticos, microchips y motores de aviones.
Tensiones bélicas Washington-Beijing
El conflicto comercial está agravando las tensiones militares entre Washington y sus aliados, y Beijing en una disputa por el dominio en el Mar de China Meridional y otras partes. Los gobernantes estadounidenses están determinados a defender su dominio sobre esta área tan lucrativa, la cual considera como un premio de su sangrienta victoria en la Segunda Guerra Mundial.
Beijing ha acelerado la construcción de sistemas de misiles y buques de guerra. Sin embargo, los gobernantes estadounidenses controlan la mayor fuerza militar del mundo. Y la administración Trump, con apoyo bipartidista, está decidida a no permitir que el dominio global de los gobernantes estadounidenses sea socavado.
El gasto militar de todas las potencias capitalistas está aumentando al ritmo más rápido desde el fin de la Guerra Fría. Washington gasta la mayor parte, con casi un billón de dólares. Beijing le sigue con poco menos de un tercio de esa cifra. Ambos representan casi la mitad del gasto bélico mundial.
Las fuerzas militares chinas practican regularmente el bloqueo de la isla autónoma de Taiwán. El dirigente chino Xi Jinping se ha comprometido a tomar control de la isla, por la fuerza si es necesario. También se están ensanchando los enfrentamientos entre Beijing y Manila sobre atolones en el Mar de China Meridional que ambos reclaman. Vietnam y otros gobiernos del sudeste asiático impugnan algunos de los reclamos de Beijing en la zona
La fuerza naval china se está adentrando cada vez más en la región indo-pacífica. Tres buques de guerra chinos realizaron ejercicios con fuego real el 21 y 22 de febrero frente al sureste de Australia y a mitad de camino con Nueva Zelanda, interrumpiendo 49 vuelos internacionales. Luego navegaron en forma demostrativa alrededor de casi toda la isla-continente. Dos meses después, Canberra respondió enviando un buque de guerra cruzando el disputado Mar de China Meridional.
En la época imperialista, los conflictos comerciales pueden convertirse en guerras a fuego limpio.