Derechos de los negros, la Constitución y la clase obrera

24 de julio de 2023
Piquetes de huelga en astillero de Newport News, Virginia, febrero de 1979. La exitosa batalla por el reconocimiento del sindicato del acero mostró cómo se fortaleció la clase trabajadora gracias a las victorias por los derechos de los negros que derrumbó el sistema de segregación.
Militante/John CobeyPiquetes de huelga en astillero de Newport News, Virginia, febrero de 1979. La exitosa batalla por el reconocimiento del sindicato del acero mostró cómo se fortaleció la clase trabajadora gracias a las victorias por los derechos de los negros que derrumbó el sistema de segregación.

La Corte Suprema de EE.UU. acaba de emitir varias decisiones con importantes ramificaciones para las luchas actuales de los trabajadores.

Esta semana reproducimos una sección de ¿Son ricos porque son inteligentes? Clase, privilegio y aprendizaje en el capitalismo por el secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, Jack Barnes. Trata de temas relevantes para la clase trabajadora relacionados al debate sobre los derechos y protecciones constitucionales y la decisión de la corte del 29 de junio en Students for Fair Admission, Inc. v. President and Fellows of Harvard College. El Militante cubrirá estos fallos en ediciones próximas.
—John Studer


Para la segunda mitad de los años 60, el concepto de la igualdad ante la justicia en el derecho burgués, reivindicado y codificado en términos más amplios por las masivas luchas pro derechos civiles, ya abarcaba las cuotas explícitas y transparentes en la contratación, los ascensos y el ingreso a la universidad: lo que llegó a conocerse como la acción afirmativa. Esto ayudó a derribar barreras que por mucho tiempo habían impedido que muchos africano-americanos obtuvieran ese estatus social.

Durante esos años, las rebeliones urbanas de los trabajadores que son negros en Harlem, Watts, Chicago, Newark, Detroit y ciudades más pequeñas por todo el país —y el auge de conciencia nacionalista negra y de las organizaciones nacionalistas negras— convencieron a los gobernantes de Estados Unidos de que tendrían que conceder algo más que la igualdad formal. Al menos durante cierto tiempo, tuvieron que aceptar la necesidad de las cuotas. El terreno conquistado por la clase trabajadora —incluso en ciertos casos a través de nuestros sindicatos— se plasmó en victorias como el fallo judicial Weber  de 1979.

Hoy día las capas medias privilegiadas de las que forma parte Obama se enorgullecen de ser “ciegas a los colores” a un grado que es nuevo en la sociedad burguesa norteamericana. El pegamento que une a estas capas no es el color de la piel sino la clase social; para ser más preciso, es su afianzamiento en un cierto sector  de una clase social. Y no es infrecuente que algunos de los que son negros, latinos o mujeres comenten que, en su propio caso, ellos llegaron hasta donde están —o pudieron haber llegado— sin necesidad de cuotas de acción afirmativa.

La acción afirmativa, nacida como victoria de la clase trabajadora y de la lucha de masas por los derechos de los negros, era una línea de acción destinada a unificar al pueblo trabajador y a los oprimidos a fin de fortalecer nuestros sindicatos y nuestras luchas contra la clase patronal y su gobierno. Sin embargo, al cabo de unos años ya se había corrompido bastante, convirtiéndose en un instrumento de división capitalista en beneficio de las capas más privilegiadas de los negros, las mujeres y otras capas oprimidas de la población, o sea, de los que pretenden ascender a la meritocracia. Su expresión política correspondiente ha sido el intento de suprimir el debate civilizado con el garrote de “lo políticamente correcto” tan odiado por el pueblo trabajador, una reacción de clase que ha sido aprovechada por el candidato presidencial Donald Trump.

Hoy día una buena parte de la burguesía considera que lo que llaman acción afirmativa —que no tiene nada que ver con su contenido social y de clase original— es necesaria para mantener y reproducir las relaciones sociales burguesas de manera estable. La principal función de estas medidas, según las ha aplicado la burguesía, es reforzar las ilusiones en la democracia imperialista (por ejemplo: “hasta un negro puede ser presidente de Estados Unidos”). Se utilizan para aumentar aún más las divisiones de clase entre los africano-americanos y otras capas sometidas a la opresión nacional, y para aumentar los resentimientos y las divisiones en el seno de la clase trabajadora en su conjunto.

Al mismo tiempo, cuando se fue replegando el movimiento sindical y la lucha por los derechos de los negros, la clase gobernante empezó a recuperar terreno que antes había tenido que ceder. La Corte Suprema emitió decisiones que progresivamente fueron restringiendo —según lo expresó un dictamen en enero de 1989— “el uso de las cuotas raciales inflexibles”. Después de otro fallo semejante de la Corte Suprema en 1995, la administración Clinton emitió un memorando que proponía eliminar todo programa que estableciera “una cuota”, “preferencias para individuos no calificados” o “la discriminación a la inversa”. Estos eran tres viejos gritos de guerra de los que se habían opuesto a las victorias arduamente conquistadas, como la decisión Weber, destinadas a fortalecer la unidad y solidaridad obrera.

En un fallo emitido en 2003 la Corte Suprema, si bien reconoció que la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan podía seguir tomando medidas discrecionales para mantener un “estudiantado diverso”, también dictaminó que las “universidades no pueden establecer cuotas para los miembros de determinados grupos raciales o étnicos, ni pueden encaminarlos hacia el ingreso a la universidad por vías distintas”.

Los comunistas y otros trabajadores de vanguardia nos oponemos incondicionalmente a que se borre cualquiera de los logros de los trabajadores que hayan reducido las tendencias racistas o antimujer en la contratación, los ascensos, los despidos y el ingreso a la universidad. Por otro lado, no damos apoyo político a la forma en que la burguesía ha aplicado más y más lo que ellos  denominan acción afirmativa durante las dos últimas décadas. Si no avanza la lucha de clases, conquistas como la decisión Weber  se ven deformadas con el tiempo por las propias operaciones de las relaciones sociales capitalistas. Se convierten en programas que ofrecen una llave de oro para que algunos ingresen a un club exclusivo y suban unos peldaños más arriba en la escala de ingresos de la sociedad norteamericana.