“No deben tener grandes aspiraciones ni ser tan exigentes respecto a los trabajos”, dijo Huang Zongming, presidente del Colegio Metropolitano de Ciencia y Tecnología de Chongqing en el suroeste de China, a más de 9 mil graduados en junio.
Más de uno de cada cinco jóvenes en China está desempleado, la tasa más alta desde que el país comenzó a recopilar estas estadísticas en 2018. Un número récord de graduados universitarios, 11.6 millones, se incorporará a la búsqueda de empleos, lo cual empeorará las sombrías posibilidades de empleos.
La economía de China, maniatada por un fuerte endeudamiento y la caída del mercado inmobiliario, se está contrayendo. En junio, los precios de producción registraron la caída más rápida en más de siete años y las exportaciones de las fábricas chinas disminuyeron a su ritmo anual más pronunciado en años.
China es el principal socio comercial de más de 120 países, lo que significa que la desaceleración tendrá serias ramificaciones para la economía capitalista mundial.
Algunos estudiantes que se graduaron de la universidad en junio recurrieron a las redes sociales para protestar. Un número creciente está optando por “quedarse tumbado”, como dicen los jóvenes, intentando sobrevivir sin trabajo. Otros, con familias que los pueden mantener, han recibido el nombre de “hijos e hijas a tiempo completo” cuando regresan a vivir a casa de sus padres.
Hay trabajos disponibles, pero muchos jóvenes dicen que estar encerrado en dormitorios trabajando horas interminables para empresas como Foxconn no tiene futuro. O trabajar para empresas de tecnología que exigen horarios “996”, o sea, de 9 a.m. a 9 p.m., seis días a la semana.
Cada vez están más enajenados de la propaganda política de los gobernantes chinos.
Nancy Chen, graduada universitaria de 24 años, trabajó como tutora privada hasta 2021, cuando el gobierno prohibió los servicios de tutoría pagados. No ha conseguido nada desde entonces debido a la “furiosa competencia”. Hubo 30 mil solicitantes para tres puestos recientes en un gobierno municipal en su provincia, dijo a CNN.
En las calles de Majuqiao, donde los trabajadores inmigrantes —jóvenes y mayores— luchan por conseguir trabajos en la construcción, un trabajador dijo al Washington Post que estaba aceptando menos pago que hace cinco años.
En la ciudad de Chengdu, Yang, graduada en contabilidad, ha conseguido un trabajo que paga alrededor de un tercio de lo que gana su padre como obrero de la construcción. “No podía imaginarse ahorrar lo suficiente para comprar una casa, casarse o formar una familia”.
La respuesta de Beijing ha sido culpar a los jóvenes. El presidente de China, Xi Jinping, dijo que el problema son sus expectativas demasiado altas.
Los jóvenes tienen que endurecer su columna vertebral, dijo, y dejar de pensar que están por encima de hacer trabajo manual o mudarse al campo, dijo Xi en el Diario del Pueblo en mayo. “Elegir tragarse la amargura también es elegir cosechar recompensas”. El artículo mencionaba “tragarse la amargura” cinco veces.
Pero tras años de escuchar que el arduo estudio era la clave para un futuro próspero y seguro, los llamamientos del gobierno a que “primero consigan un trabajo y luego encuentren una carrera” son un trago amargo.
La prensa del Partido Comunista describe historias de jóvenes con vidas decorosas como repartidores de comidas, reciclando basura, montando puestos de comida, pescando y cultivando la tierra.
La cifra de matrimonios en China ha alcanzado un mínimo histórico, a pesar de la campaña del gobernante Partido Comunista instando a la gente a casarse y tener hijos. El año pasado, alrededor de 6.8 millones de parejas se registraron para casarse, casi la mitad de los 13.5 millones en 2013.