‘Hay que decir la verdad’ sobre coloniaje de EUA en Puerto Rico

Por Seth Galinsky
30 de julio de 2018
Protesta en San Juan, Puerto Rico, el 20 de enero. El letrero en el medio dice, “Energizar nuestro pueblo, Torrecillas. Sin luz desde Irma”.
Eduardo Meléndez Protesta en San Juan, Puerto Rico, el 20 de enero. El letrero en el medio dice, “Energizar nuestro pueblo, Torrecillas. Sin luz desde Irma”.

El 3 de julio, la empresa pública de electricidad de Puerto Rico dijo que el servicio eléctrico había sido restablecido para el 99.9 por ciento de sus clientes. Eso no sirvió de gran consuelo para los más de 2 mil hogares, en su mayoría rurales, que aún no tienen electricidad casi 10 meses después de que el huracán María azotara la isla.

Y la red eléctrica de la colonia norteamericana, medio reparada y anticuada, no pudo soportar unos pocos centímetros de lluvia y ráfagas de viento de hasta 40 millas por hora durante el reciente huracán Beryl el 9 de julio. Pasada la tormenta más de 15 mil hogares se habían quedado sin electricidad, lo que no es un buen augurio para lo que el pueblo trabajador enfrenta en la temporada de huracanes de los próximos meses.

“Estamos en una mejor situación con más personal, materiales y equipo” para restaurar rápidamente el suministro de electricidad, dijo el gobernador Ricardo Rosselló antes de la llegada de Beryl.

Los residentes de Humacao y Yabucoa, parte del área más afectada por María, no quedaron impresionados. “Con la boca es un mamey [más fácil dicho que hecho]”, dijo por teléfono el 10 de julio Luis “Cheverito” Velázquez, un conserje de escuela y pescador en Humacao. El director del Militante John Studer y el corresponsal Martín Koppel conocieron a Velázquez cuando visitaron Humacao y Yabucoa a finales de mayo. Más hogares tienen electricidad ahora, explicó por teléfono Lenis Rodríguez, uno de los dirigentes del Grupo de Apoyo Yabucoa. “Todavía hay áreas pequeñas sin luz. Hay apagones. Hay cientos de casas sin techo que están tapados con un toldo. Las carreteras con muchos hoyos. Y seguimos luchando contra los cierres de escuelas. Hay mucha incertidumbre”.

El Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos instaló 50 mil lonas azules unos pocos meses después del huracán María, y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) distribuyó 125 mil lonas más pequeñas a personas cuyas casas habían sido dañadas. Pero la vocero de FEMA, Delyris Aquino, dijo a la prensa el 9 de julio que esas lonas solo están diseñadas para durar 30 días.

“En mi barrio la mayoría de las estructuras son de cemento”, dijo Mildred Laboy, una dirigente de la Asociación Recreativa y Educativa Comunal del Barrio Mariana de Humacao (ARECMA), y muchas fueron dañadas por el huracán. “Imagínate en otras partes de las isla donde son de madera”.

“Muchos no tienen títulos de propiedad y FEMA no les da ayuda”, añadió. “Es muy común aquí construir sin un título formal. La gente se confiaba. Yo mismo tengo ese problema. El abogado dice que se puede comprobar pero me va a costar”.

Laboy explicó que le restablecieron la electricidad hace un mes. Luego, tres días después, recibió una factura de más de 200 dólares.

Velázquez dijo que muchas personas recibieron facturas similares. Desde que la empresa eléctrica cerró su oficina en Humacao, la gente tiene que viajar 45 minutos o más hasta la oficina más cercana. “Hay que ir a las 5 de la mañana”, dijo. “Y cuando por fin te atienden lo único que te dicen es que, ‘tiene que pagar. Si no le cortamos el servicio’. Son buenos para cortarla, pero no para restaurar la luz”.

Según CityLab, un grupo de investigación, unas 360 mil personas de las 407 mil que abandonaron la isla a raíz de la crisis social después de la tormenta, han regresado a sus hogares. En parte tiene que ver con el nacionalismo puertorriqueño, que también se refleja en las miles de banderas puertorriqueñas que ondean fuera de las casas y apartamentos en toda la isla.

Los que regresan y los que se quedaron aún enfrentan muchos desafíos. Reconstruir, con o sin la ayuda del gobierno, es costoso. Los materiales, desde paneles de yeso a ventanas, son escasos o los capitalistas codiciosos les han subido los precios. Muchas empresas pequeñas no han vuelto a abrir desde la tormenta.

Los empleos y las condiciones sociales para el pueblo trabajador son peores. Si bien fueron golpeados por la tormenta, fueron más afectados por los recortes de empleos, a la ayuda social y a las escuelas, ordenados por el gobierno colonial y su amo en Washington. Bajo Barack Obama y Donald Trump la junta fiscal —nombrada por el gobierno estadounidense para maximizar los pagos por la deuda puertorriqueña de 74 mil millones de dólares a los tenedores de bonos—  está exigiendo recortes más profundos.

Vieques

Es aún más difícil para los 10 mil residentes de las islas de Vieques y Culebra frente a la costa oriental de Puerto Rico. Los mal mantenidos transbordadores estatales, a menudo se descomponen. No es posible reservar plaza. “Tiene que hacer fila a la una de la mañana para comprar el boleto”, dijo Velázquez. A menudo pesca allí frente a la costa. El boleto de avión cuesta 180 dólares, muy por encima de lo que la mayoría de los trabajadores pueden pagar. El turismo, la principal fuente de ingresos de las dos islas, ha bajado en un 70 por ciento.

“Hay que decir que ésta es la realidad y denunciar lo que está pasando”, dijo Velázquez.

El hermano de Mildred, Raúl “Rudy” Laboy, un electricista jubilado, habló con el Militante  el 10 de julio. Venía de una reunión en Guánica en solidaridad con el pueblo haitiano, donde el gobierno acaba de anular una fuerte alza en el precio del combustible tras amplias protestas. La reunión recaudó fondos para continuar construyendo una escuela en Haití.

“Como decía Fidel Castro, no ayudamos con lo que nos sobra, compartimos lo que tenemos”, dijo Laboy.

Trabajadores como Laboy, Rodríguez y Velázquez están orgullosos de lo que lograron después de la tormenta frente a la negligencia y la inacción de los gobiernos colonial y federal. Los trabajadores escolares y los padres se unieron para limpiar y reparar las escuelas locales. Se sumaron a las protestas para exigir electricidad y se opusieron al cierre de las escuelas. ARECMA, con la ayuda de voluntarios, sigue suministrando comidas una vez al día a los necesitados.