Tras amplias protestas de trabajadores y otros contra la incapacidad del gobierno iraquí de satisfacer las necesidades básicas y las consecuencias de la intervención militar iraní en Iraq, fracasaron las conversaciones para establecer un gobierno de coalición entre el primer ministro Haider al-Abadi, quien cuenta con el respaldo de Washington, y el líder de la milicia chiita Muqtada al-Sadr.
El bloque Sairoon de Al-Sadr obtuvo la mayor cantidad de votos, con una plataforma que incluía oposición a la intervención de Teherán y Washington en el país. Pero ahora están entablando conversaciones para formar un gobierno con el comandante de la milicia chiita Hadi al-Amiri, quien está estrechamente vinculado a los gobernantes iraníes.
No se ha formado un nuevo gobierno desde las elecciones de mayo. En Basora, el 10 de septiembre hubo grandes protestas de trabajadores contra la visita de Abadi, a quien culpan por la crisis que enfrentan. Durante varias semanas los trabajadores en el sur de Iraq han venido realizando protestas contra los frecuentes cortes eléctricos durante el calor del verano en esta región rica en petróleo; el desempleo persistente; la incapacidad del gobierno de proporcionar agua potable, lo que ocasionó que decenas de miles de personas se enfermaran; y el impacto de las intromisiones militares y políticas de los gobernantes iraníes.
Las protestas en Basora fueron dirigidas contra el consulado iraní y la sede de la Organización Badr, el mayor grupo armado chiita apoyado por Teherán, que es también la facción más grande dentro de las fuerzas de seguridad del estado iraquí. Las oficinas de tres milicias diferentes, todas respaldadas por el gobierno iraní, fueron atacadas. Los manifestantes portaban una pancarta que decía: “No a las milicias, sus milicias bajo nuestros pies”.
Esto sucedió en un momento en que el Medio Oriente se encuentra en un momento crucial. El Estado Islámico ha sido desquebrajado en Iraq y Siria. Washington y Moscú, así como los gobernantes capitalistas de la región, están tratando de colocarse en la mejor posición para defender sus intereses nacionales. Las intervenciones de Moscú y Teherán, y de su aliado libanés Hezbolá, le han permitido a la tambaleante dictadura siria de Bashar al-Assad recuperar el control de gran parte del país.
Para Moscú, esto significa más bases militares permanentes en Siria y una creciente influencia en la región. Para Teherán, significa un paso más hacia la expansión de su alcance contrarrevolucionario hacia el Mar Mediterráneo.
Además de agudizar los conflictos entre Teherán y Washington, la expansión de los gobernantes capitalistas iraníes ha provocado crecientes enfrentamientos con los gobernantes en Israel. Misiles israelíes alcanzaron un cargamento de armas de Teherán dirigidos a Hezbolá en el aeropuerto de Damasco el 15 de septiembre, uno de los muchos ataques de este tipo realizados este año.
Contrarrevolución iraní
La intervención de los gobernantes iraníes en el Medio Oriente se remonta a la contrarrevolución que llevaron a cabo en su país a principios de la década de 1980, con el fin de aplastar la creciente confianza de los trabajadores adquirida tras el derrocamiento revolucionario del sha en 1979. Millones de trabajadores y agricultores tomaron las calles, ocuparon campos petroleros, formaron consejos de trabajadores y obtuvieron avances para las mujeres y las nacionalidades oprimidas.
Los capitalistas iraníes trataron de poner fin a esto y de extender a otros países los ataques realizados contra los trabajadores en Irán. Han combatido para establecer un corredor de poder militar, influencia política y explotación económica en toda la región.
Junto con su intervención en Siria e Iraq, el gobierno iraní ha incrementado sus ataques dentro de Irán. Durante el fin de semana del 8 y 9 de septiembre lanzó un bombardeo contra los kurdos iraníes en la frontera con Iraq y ejecutó a seis presos políticos kurdos que han estado encarcelados durante años en Irán.
El 12 de septiembre, los tenderos de varias ciudades en partes kurdas de Irán organizaron una huelga en contra de las ejecuciones y los ataques aéreos. Los kurdos son una minoría nacional oprimida de 30 millones de personas que viven en Iraq, Irán, Siria y Turquía. Han luchado durante décadas por sus derechos nacionales.
Los acontecimientos actuales en Iraq tienen sus raices en años de intervención imperialista extranjera, incluyendo los bombardeos y la invasión de Washington en 2003. Los gobernantes norteamericanos no lograron establecer un régimen capitalista estable. Iraq se dividió a lo largo de demarcaciones religiosas y nacionales. Esto produjo una apertura para que los kurdos en Iraq se organizaran y obtuvieran un grado de autonomía. El débil gobierno en Bagdad fue incapaz de organizar una resistencia efectiva contra el Estado Islámico, que invadió partes del país en 2014 cuando el ejército iraquí se desintegró.
Además del poder aéreo de Estados Unidos, Bagdad dependió de los combatientes de la peshmergadel Gobierno Regional de Kurdistán y de las milicias chiítas organizadas por Teherán para combatir y vencer al brutal régimen anti obrero del Estado Islámico. Miles de iraquíes, incluidos muchos trabajadores, se unieron a estas milicias y dieron sus vidas para repeler con éxito a la secta islamista. Pero esto se logró socavando aún más la soberanía iraquí, reforzando la posición predatoria de los gobernantes iraníes en el país y aumentando su ampliamente odiada influencia sobre el gobierno y el estado iraquí. Las milicias respaldadas por Teherán también han adquirido reputación por sus brutales represalias contra los musulmanes sunitas y los kurdos independentistas.
Las fuerzas del gobierno iraquí ahora han declarado un toque de queda en Basora, desplegando tropas con vehículos blindados en puestos de control de toda la ciudad. “Vamos a suspender las protestas ahora para evitar el derramamiento de sangre y ya volveremos”, dijo Naqeeb al-Luaibi, un organizador de las manifestaciones, a Associated Press. “No nos daremos por vencidos hasta que se cumplan nuestras demandas”.