El gobierno de Estados Unidos está intensificando sus amenazas militares y sanciones económicas contra Irán. El último pretexto para sus medidas cuyo propósito es defender los intereses imperialistas de Washington en el Medio Oriente es el derribo de un dron de vigilancia norteamericano el 20 de junio por una unidad de la Guardia Revolucionaria iraní.
El presidente Trump escribió el 21 de junio que “estábamos activados anoche para tomar represalias en tres objetivos dentro de Irán, pero lo suspendí 10 minutos antes de que sucediera”. Dijo que el Pentágono le informó que estos ataques “matarían a 150 iraníes” y decidió que tal ataque no sería “proporcional” al derribo de un avión no tripulado.
Horas más tarde, el presidente le dijo a NBC que “No estoy buscando una guerra”, pero luego amenazó que “si la hay, será una destrucción [de Irán] como nunca antes se ha visto”.
El derribo del dron estadounidense tuvo lugar tres días después de que Washington anunciara el despliegue de mil soldados norteamericanos adicionales en la región. Estos se suman a los más de 20 mil soldados y un arsenal de buques, bombarderos y misiles que se encuentran en el Medio Oriente para defender los lucrativos intereses económicos y políticos estadounidenses.
Al mismo tiempo que aprieta la soga alrededor de los trabajadores y agricultores de Irán, Washington le exige al gobierno iraní que acepte nuevas negociaciones.
El Pentágono envió las tropas adicionales después del ataque a dos buques petroleros el 13 de junio en el Golfo de Omán. Washington acusa a Teherán de haberlos organizado. Los ataques ocurrieron cuando el primer ministro japonés Shinzo Abe se encontraba en Teherán para tratar de “mediar” en el conflicto en nombre de Washington.
El secretario de defensa interino Patrick Shanahan dijo que las tropas eran necesarias para contrarrestar el “comportamiento hostil de las fuerzas iraníes y grupos bajo su control”, refiriéndose a las milicias que Teherán arma y entrena en Líbano, Iraq, Siria y Yemen con el fin de impulsar su curso contrarrevolucionario en la región.
La administración de Trump espera que sus amenazas militares y sanciones económicas obliguen a los gobernantes iraníes a controlar a las milicias y poner fin a los programas que puedan facilitar el desarrollo de armas nucleares y misiles de largo alcance.
“El Partido Socialista de los Trabajadores exige: ¡EEUU manos fuera de Irán! ¡Tropas de EEUU fuera del Medio Oriente! ¡Alto a las sanciones económicas contra el pueblo iraní ya!, dijo David Rosenfeld, candidato del PST para el concejo municipal de Minneapolis, el 21 de junio.
“Cada acto que toman los gobernantes estadounidenses en el extranjero —y dentro del país— tiene como propósito maximizar sus ganancias extendiendo y profundizando la explotación de los trabajadores y agricultores,” dijo Rosenfeld en una declaración.
El candidato socialista condenó las sanciones económicas impuestas por Washington contra Teherán —y contra Cuba, Venezuela y Corea del Norte— por sus devastadoras consecuencias principalmente contra las condiciones de vida del pueblo trabajador.
Divisiones entre gobernantes iraníes
Existen divisiones tanto dentro del régimen iraní como en la Guardia Revolucionaria, incluso sobre la sensatez de derribar el dron estadounidense. El New York Times dijo que al menos un alto comandante de la Guardia Revolucionaria y otros jefes de gobierno estaban “frustrados o furiosos con el comandante que tomó la decisión de derribarlo”.
La Guardia Revolucionaria, que opera de manera independiente de las fuerzas armadas, ha estado al frente de los esfuerzos para extender la influencia del régimen clerical burgués en la región. Su Fuerza Quds élite, que responde oficialmente al líder supremo ayatolá Ali Khamenei, contiene facciones que operan para promover sus propios intereses dentro de la jerarquía clerical y la burocracia estatal.
El Cuerpo de la Guardia tiene 100 mil efectivos, controla una milicia de otros 600 mil y tiene su propia fuerza aérea y naval, que es más grande que la marina regular de Irán. Controla su propio imperio empresarial, que incluye la construcción y la administración del aeropuerto nacional.
El gobierno de Estados Unidos designó a la Guardia Revolucionaria como una “organización terrorista” en abril, e impuso sanciones a sus oficiales.
El 24 de junio, con apoyo bipartidista en el Congreso, Washington impuso más sanciones contra Khamenei, funcionarios del gobierno y ocho comandantes de la Guardia Revolucionaria.
Las restricciones económicas empeoran las condiciones que ya enfrentan los trabajadores en Irán a causa de la existente crisis económica. La tasa de inflación anual alcanzó el 50 por ciento en mayo, su nivel más alto desde 1980. Más de una cuarta parte de los jóvenes están desempleados.
Los trabajadores también pagan las consecuencias de las guerras que los gobernantes capitalistas iraníes están librando en el extranjero. Teherán presiona a los trabajadores y agricultores de Irán, así como de Afganistán, Pakistán y otros lugares para que se unan a las milicias, que utiliza para intervenir en los conflictos de la región.
Políticos y comentaristas de todo el espectro de la política burguesa en Estados Unidos tratan de identificar al actual régimen reaccionario iraní con la revolución de 1979, en la que millones de trabajadores derrocaron al odiado shah apoyado por Washington. Pero el régimen actual es, de hecho, producto de una sangrienta contrarrevolución que a principios de la década de 1980 hizo retroceder muchos de los logros hechos por el pueblo trabajador durante el auge popular de 1979.