A pesar de los ataques diarios por la policía y el ejército contra las masivas manifestaciones pacíficas que han dejado más de 30 muertos, cientos de heridos y más de 1,800 encarcelados, los opositores al golpe militar del 1 de febrero en Myanmar continúan protestando por todo el país, tanto en pueblos pequeños como en grandes ciudades.
Su heroica lucha se ha ganado la admiración y el apoyo de trabajadores y agricultores por todo el mundo.
La junta militar desató del 26 al 28 de febrero sus ataques más grandes desde el golpe, disolvió manifestaciones y arrestó y golpeó a manifestantes y periodistas.
En los primeros días del golpe, la junta arrestó a decenas de líderes de la Liga Nacional por la Democracia, el partido burgués que ganó abrumadoramente las elecciones de noviembre pasado. El 26 de febrero, los militares declararon “ilegales” a 15 sindicatos y asociaciones de agricultores.
El 1 de marzo —un día después del ataque que dejó la mayor cantidad de muertes desde el inicio del golpe— decenas de miles salieron nuevamente a las calles por todo el país, desde Myittha, una pequeña ciudad en medio de arrozales y campos, hasta Mandalay, la segunda ciudad más grande del país, donde varias personas han muerto.
Escenas similares están ocurriendo a diario en todo el país. Los manifestantes exigen la libertad de los presos políticos, la reinstauración de los ganadores de las elecciones de noviembre y la igualdad de trato para las minorías étnicas.
El general Min Aung Hlaing, jefe de la junta militar, derrocó al gobierno de la Liga Nacional para la Democracia encabezado por Aung San Suu Kyi antes de que se pudiera reunir el nuevo parlamento.
Suu Kyi, la hija de Aung San, líder de la lucha por la independencia de Gran Bretaña, se convirtió en el símbolo de la lucha contra el gobierno militar cuando regresó al país en 1988 después de estar años en el exilio. Estalló una rebelión popular pero fue ahogada en sangre.
Su popularidad creció durante los 15 años que pasó detenida entre 1989 y 2010.
Suu Kyi se convirtió en jefa del gobierno en 2016 después que su partido arrasó en las elecciones. A pesar de las relaciones a menudo tensas con el alto mando militar, se convirtió en la principal defensora pública de la represión militar de la minoría rohingya en la provincia de Rakine.
El gobierno de la Liga Nacional para la Democracia eliminó restricciones adicionales a los derechos democráticos, pero también usó leyes de la era colonial para encarcelar a periodistas críticos del gobierno, especialmente los que criticaban su trato de las minorías étnicas.
La ex colonia británica de Myanmar, conocida como Birmania hasta 1989, es un país de unos 54 millones de habitantes. Más del 60 por ciento es de la etnia Bamar.
Durante los últimos 10 años, a medida que la economía de Myanmar se abrió más al mercado capitalista mundial, se convirtió en un centro para la producción mundial de ropa. Corporaciones norteamericanas, como Gap, así como empresas con sede en China, Japón y Singapur, abrieron operaciones para aprovechar salarios que son aún más bajos que en Vietnam y Camboya. Muchos capitalistas extranjeros formaron empresas mixtas con corporaciones pertenecientes al ejército, incluyendo en las minas de cobre, y la producción de jade y petróleo.
Al mismo tiempo, alrededor del 70 por ciento de la población del país vive en el campo, la mayoría sin electricidad, agua potable, ni gas para cocinar. Un tercio de los que viven en zonas rurales son campesinos sin tierra.
Trabajadores, agricultores y miembros de todas las minorías étnicas se han unido en la lucha contra el régimen militar. En un comunicado del 2 de marzo, el recién formado Comité de Huelga General de Nacionalidades, integrado por jóvenes de 27 grupos étnicos, declaró “su pleno apoyo” al Movimiento de Desobediencia Civil que lucha por derrocar a la junta.