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Un semanario socialista publicado en defensa de los intereses del pueblo trabajador
Vol. 74/No. 26      12 de julio de 2010

 
(artículo principal)
Casa Blanca despide a
jefe de guerra afgana
Crecen los retos para el imperialismo
 
U.S. Army/Jon Rosa
Soldados norteamericanos y afganos en la provincia Wardak, Afganistán, suplen un helicóptero en preparación para un asalto aéreo el 15 de junio.

POR DOUG NELSON  
Los sucesos que rodean la renuncia forzada del General Stanley McChrystal, el comandante a cargo de las fuerzas norteamericanas y de la OTAN en Afganistán, resaltan los desafíos que enfrenta Washington después de casi nueve años de guerra.

Las fuerzas encabezadas por Washington no han logrado una ventaja clara sobre las fuerzas del Talibán desde que los hicieron abandonar el poder en desbandada en 2001. Crece el sentimiento de frustración de las tropas y oficiales en combate con el curso de la guerra y las tácticas de los altos mandos militares norteamericanos, a los cuales les atribuyen el aumento de muertes entre las tropas de la coalición. Y el gobierno pakistaní, el aliado estratégico clave de Washington en este conflicto, está tomando pasos para asegurar su influencia en Afganistán de una forma que diverge del plan de Washington.

El General McChrystal fue forzado a renunciar el 23 de junio, menos de dos días después de que se publicara un artículo en la revista Rolling Stone en el cual McChrystal y sus asistentes revelaron su desprecio por figuras importantes de la administración de Barack Obama y altos diplomáticos asignados a Afganistán y Pakistán. McChrystal ha sido remplazado por su jefe, el General David Petraeus, jefe del Comando Central y uno de los principales arquitectos de la estrategia de “contrainsurgencia” empleada en Iraq y Afganistán.

McChrystal había remplazado al General David McKiernan en mayo de 2009, siendo esta la segunda vez que el presidente Obama destituía al comandante a cargo de la guerra en Afganistán.

El artículo en la revista Rolling Stone, describe la opinión de McChrystal sobre el presidente Obama como incómodo e intimidado por los mandos militares norteamericanos, y apático hacia la guerra. McChrystal se mostró desdeñoso cuando le preguntaron sobre el vicepresidente Biden, y su equipo de asistentes mostraron una actitud similar hacia el Asesor de Seguridad Nacional James Jones y los embajadores Richard Holbrooke y Karl Eikenberry.

Solo la Secretaria de Estado Hillary Clinton obtuvo una “evaluación favorable” del equipo de McChrystal. “Hillary dio apoyo a Stan durante la evaluación de la estrategia”, dijo un asistente según el artículo. “Ella dijo, ‘Si Stanley lo quiere, denle lo que necesite’”.

En los últimos meses, McChrystal eliminó los restaurantes estadounidenses en las bases norteamericanas y otros servicios, que eran muy populares entre los soldados. Sin embargo, el resentimiento ha venido creciendo por el aumento en las restricciones en las reglas de combate, como el de limitar el uso de ataques aéreos y de artillería y las restricciones de irrumpir en casas de afganos.

El aumento en las operaciones ofensivas combinadas con algunas restricciones de combate han resultado en batallas más frecuentes y prolongadas. Más de 100 soldados norteamericanos y de la OTAN murieron en junio, llegando a ser el mes con más muertes de la coalición desde que comenzó la guerra.

Aunque esta implica un riesgo mayor para los soldados norteamericanos, los esfuerzos para minimizar las muertes de civiles son un pilar de la estrategia de contrainsurgencia de Washington. Empieza con una ofensiva terrestre abrumadora para expulsar al Talibán de los principales centros de población, para luego estacionar tropas dentro de la población para prevenir que el Talibán recobre su influencia mientras apuntalan una estructura de poder favorable a Washington y laboran para convencer a los residentes que es mejor para ellos funcionar con el nuevo régimen en lugar de un Talibán debilitado.

En la sesión de confirmación el 29 de junio, el General Petraeus explicó que mantendrá la misma estrategia. Petraeus describió la participación militar norteamericana en Afganistán como “duradera”.

Con este telón de fondo, el gobierno pakistaní está buscando negociar un acuerdo entre el gobierno afgano y las diferentes fuerzas islamistas que están combatiendo en Afganistán, y sobre las cuales tiene influencia. Más recientemente, Islamabad ha estado presionando para comenzar esfuerzos de reconciliación con Sirajuddin Haqqani, un blanco clave de Washington que comanda una fuerza poderosa en Afganistán.

La estrategia norteamericana es de seguir debilitando al movimiento Talibán y forzar a suficientes elementos de este a que negocien bajo términos más favorables a los intereses de Washington.

Leon Panetta, director de la CIA, dijo el 27 de junio que no hay pruebas de que el Talibán o la red de Haqqani estén interesados en un pacto que Washington acepte, el cual incluye renunciar a sus vínculos con al-Qaeda. “A menos de que sean convencidos de que Estados Unidos va a ganar y que ellos van a perder, creo que será difícil continuar con una reconciliación que sea significativa”, dijo.
 
 
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