Detrás de las sanciones comerciales que han impuesto los gobernantes de Estados Unidos contra Turquía y viceversa yace el agudizamiento de los encontrados intereses económicos, políticos y militares entre las dos potencias capitalistas en Siria y en la región.
La disputa tiene lugar cuando el “orden mundial” constituido por los gobernantes norteamericanos después de surgir como el mandamás al final de la segunda guerra mundial imperialista se está desmoronando.
A medida que disminuye la guerra civil en Siria, Washington ha comenzado a trabajar más estrechamente con los gobernantes de Israel, Arabia Saudita y otras monarquías del Golfo, y Egipto para enfocarse contra el régimen iraní y su aliado Hezbolá.
Ankara es parte de un bloque con Moscú y Teherán en Siria. Como parte de esta alianza, los gobernantes turcos controlan una “zona de reducción de hostilidades” en Idlib y partes de Latakia, Hama y Alepo, donde los oponentes del régimen de Bashar al-Assad se han concentrado.
Al mismo tiempo, Turquía sigue siendo miembro de la OTAN, la cual es dominada por Washington.
Washington congeló los activos de dos ministros del gobierno turco el 1 de agosto después que Ankara se negó a liberar al pastor evangélico estadounidense Andrew Brunson. Las autoridades turcas encarcelaron a Brunson en 2016, alegando que ayudó a un golpe fallido contra el presidente Recep Tayyip Erdogan y que respalda a los kurdos que luchan por sus derechos nacionales. Están tratando de utilizar a Brunson como carnada para lograr la extradición de Fethullah Gulen, un ex aliado de Erdogan exiliado en Estados Unidos. Ankara lo acusa de haber orquestado el intento de golpe de estado en 2016.
El gobierno turco tomó represalias con sus propias medidas proteccionistas. Luego el gobierno estadounidense duplicó los aranceles sobre el acero y el aluminio de empresas turcas que se venden en Estados Unidos.
Pero no es un intercambio parejo. Los gobernantes de Estados Unidos presiden una economía capitalista mucho más grande y robusta que la de la clase capitalista en Turquía.
Durante décadas, los gobernantes turcos se han unido a Washington en las sangrientas guerras que ha librado en el mundo. Enviaron más de 20 mil tropas turcas a la Guerra de Corea de 1950 al 53 y miles se unieron a la guerra de Washington en Afganistán después del 11 de septiembre de 2001. Durante la guerra contra Iraq en 1991, el gobierno turco impuso el bloqueo contra Iraq, abrió sus aeródromos a los bombarderos estadounidenses y movilizó tropas a lo largo de su frontera con Iraq.
Los gobernantes turcos entregaron una parte de su base aérea Incirlik para el uso exclusivo de la fuerza aérea de Estados Unidos, incluyendo el estacionamiento de decenas de bombas nucleares B61. Desde 2015, el Pentágono ha utilizado la base para ataques aéreos contra el Estado Islámico en Iraq y Siria.
A cambio, los gobernantes turcos han solicitado ayuda militar, préstamos y comercio con capitalistas estadounidenses, y el respaldo de Washington a sus esfuerzos para aplastar la lucha del oprimido pueblo kurdo de Turquía por una nación.
Las raíces de los enfrentamientos actuales entre Washington y Ankara radican en sus intereses divergentes tras la sangrienta guerra civil en Siria.
A medida que el gobierno de Assad perdió el control sobre partes del país, y la carencia de un liderazgo de la clase trabajadora, el Estado Islámico tomó el control en partes de Siria e Iraq, causando gran miseria a los trabajadores.
Washington dependió de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG) y de las Fuerzas Democráticas Sirias, lideradas por el YPG, para la mayor parte de los combates. Con apoyo aéreo estadounidense, expulsaron al Estado Islámico y consolidaron el control de un área autónoma al este del río Éufrates, incluida la región kurda que se encuentra en la frontera con Turquía. Washington tiene 2 mil soldados ahí actualmente.
Erdogan acusa a Washington de proteger al YPG, que según él está aliado con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Turquía.
En medio de estos conflictos, los gobernantes turcos han desarrollado relaciones más estrechas con Moscú. El gobierno turco dice que desplegará un sistema de defensa de misiles S-400 de fabricación rusa el próximo año. Washington respondió suspendiendo la entrega de aviones de combate F-35 que Turquía había ordenado.
Como en otras instancias, la Casa Blanca pretende utilizar amenazas y sanciones no para romper relaciones con Ankara, sino para forzar a los gobernantes turcos a entrar en negociaciones en las que Washington obtenga lo que quiera.
Las sanciones de Washington han alentado la devaluación de la lira turca, avivando la inflación, que recae más sobre los trabajadores, quienes también enfrentan la represión del gobierno contra sus derechos políticos. El costo de los alimentos está aumentando a una tasa del 20 por ciento.