Han pasado cinco años desde que el Estado Islámico se apoderó de grandes extensiones de Iraq y el Kurdistán iraquí y lanzó una campaña genocida contra el pueblo yazidí en Sinjar, Nínive y otras partes del norte de Iraq. Y dos años desde que el grupo reaccionario perdió el control de la mayor parte del territorio. Sin embargo, la mayoría de los yazidíes, cientos de miles, permanecen dispersos, a menudo viviendo en condiciones miserables en campos de “refugiados” o han huido al extranjero.
Ni el gobierno iraquí ni el de la región del Kurdistán están tomando medidas para resolver esta crisis humana. Más aún, los conflictos entre las corrientes burguesas con ropajes sectarios religiosos, y la intervención de potencias regionales e imperialistas, erigen obstáculos políticos y militares para la reconstrucción de las comunidades yazidíes. Esto último es cierto sobre todo de Washington y sus aliados locales, por un lado, y, por el otro, el régimen clerical burgués en Teherán que busca reconstruir el Imperio Persa y sus secuaces en Siria, Iraq, Líbano y Yemen.
El 3 de agosto de 2014, las fuerzas del Estado Islámico que habían tomado Mosul, la segunda mayor ciudad de Iraq, invadieron la provincia de Sinjar, el corazón del pueblo yazidí, una minoría étnica y religiosa de más de medio millón de personas que viven en el norte de Iraq.
“El Estado Islámico atacó por la noche”, dijo Ghanim Ilyas Saleem, el gerente ejecutivo de la organización juvenil Ghasin Al-Zaiton (Rama de Olivo) , a los corresponsales del Militante Steve Clark y yo en abril en Erbil. “Algunos aldeanos resistieron la invasión con armas ligeras, pero para la mañana se habían quedado sin balas”.
“En la aldea de Kocho, metieron a la gente a la fuerza en una escuela, les quitaron sus teléfonos celulares, su dinero y sus joyas”, dijo. “Se llevaron a todos los hombres y adolescentes y los mataron cerca de allí. También mataron a las mujeres viejas”. Alrededor de 1 300 personas fueron asesinadas en toda la región yazidí, muchos de ellos fueron arrojados en alrededor de 80 fosas comunes.
Unas 400 mil personas lograron huir, principalmente a la aledaña región autónoma del Kurdistán. Decenas de miles huyeron por las laderas del monte Sinjar. Asediados por las fuerzas del Estado Islámico, y sobreviviendo el calor del verano con poca comida y agua, la mayoría fue rescatada cuando una coalición de milicias kurdas de Iraq y Siria estableció una ruta segura a través del territorio sirio hacia el Kurdistán iraquí.
El Estado Islámico llevó a miles de mujeres y niños a Mosul, Raqqa y otras partes de su llamado califato, donde fueron esclavizados y vendidos, utilizados como esclavos sexuales y obligados a “convertirse” al Islam. Los que se resistieron fueron severamente golpeados. Los jóvenes fueron adoctrinados en la ideología reaccionaria del grupo y entrenados para ser soldados.
Algunas mujeres lograron escapar, incluyendo a Nadia Murad de Kocho, quien se ha convertido en una mundialmente reconocida portavoz de la causa yazidí.
El intento de genocidio del Estado Islámico fue el colofón de años de ataques por grupos terroristas islamistas que ganaron terreno en Iraq después de la invasión y ocupación dirigida por Washington en 2003. Mientras que diferentes grupos realizaron ataques asesinos contra las comunidades musulmanas sunitas o shiítas, y hubo atrocidades contra los cristianos, los yazidíes fueron calificados de “adoradores del diablo” que deben ser eliminados de la faz de la tierra.
“Antes del Estado Islámico, al-Qaeda mató a mil yazidíes mediante ataques dinamiteros y otros atentados”, dijo Ilyas Saleem. “Mataron a 22 trabajadores de una fábrica de ropa, todos hombres jóvenes, en un ahorcamiento público en Mosul”.
En un momento decisivo en enero de 2015, las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo Sirio (YPG) repelieron al Estado Islámico cuando intentó tomar la ciudad de Kobani. En noviembre de ese año, una coalición de fuerzas compuestas por la YPG, peshmerga kurdos iraquíes (bajo el mando del Gobierno Regional del Kurdistán) y las Fuerzas de Protección Yazidíes, retomaron Sinjar. Recibieron el apoyo aéreo estadounidense, que destruyó gran parte de la ciudad, una anticipo de las batallas de 2017 en Mosul y Raqqa, que sellaron el destino del territorio del Estado Islámico.
Yazidíes enfrentan obstáculos
Algunos yazidíes han regresado a aldeas en Nínive y Sinjar. “Al sur de la montaña, hay muchas minas y bombas sin explotar, y la infraestructura está destruida”, dijo Ilyas Saleem.
Según las autoridades iraquíes, 360 mil de los yazidíes desplazados permanecen en la región, la mayoría de ellos en el Kurdistán iraquí, y 100 mil se han ido a Europa y otros lugares. Miles viven en campamentos en el monte Sinjar.
Este verano los incendios han destruido decenas de miles de acres de tierras agrícolas en Iraq, especialmente en áreas que anteriormente estaban bajo el control del Estado Islámico. Los agricultores que habían regresado a partes de Sinjar lo perdieron todo, justo cuando se preparaban para la cosecha.
Muchos yazidíes temen regresar a un área donde fuerzas contendientes compiten por control militar, incluidos las YPG, los peshmerga, los Hashd al-Shaabi respaldados por Teherán y el ejército iraquí. Fuerzas militares turcas también han intervenido.
“Ahora no hay ISIS [Estado Islámico], pero no podemos regresar porque el gobierno kurdo y el gobierno iraquí están combatiendo entre sí por quién controlará mi área”, dijo Nadia Murad al presidente Donald Trump en Washington el 17 de julio.
El gobierno iraquí y las fuerzas de Hashd al-Shaabi, respaldadas por aviones estadounidenses, han estado luchando contra las fuerzas restantes del Estado Islámico.
Las condiciones son miserables en los campamentos. “Cinco años después, todavía están en las mismas tiendas de campaña”, nos dijo Ilyas Saleem. “Hubo mucha ayuda de agencias internacionales al principio, pero después de que terminó la guerra contra el Estado Islámico en 2017 y desapareció la atención pública, la mayoría dejó de apoyarnos. Hay poca ayuda del gobierno del Kurdistán e Iraq”. Algunos se han mudado a las ciudades kurdas, buscando refugio en edificios abandonados y tratando de sobrevivir como vendedores ambulantes.
“La educación es difícil en los campamentos. En Bersave, por ejemplo, hay entre 600 y 700 alumnos y solo cuatro maestros”, nos dijo. “Algunos graduados yazidíes se ofrecen como voluntarios para ir a enseñar a los campamentos”.
Derechos de las mujeres, niños
Los yazidíes enfrentan “el desplazamiento y la división de las familias”, dijo Shreen, de 25 años, a Al-Jazeera. Shreen soportó dos años y medio de cautiverio por el Estado Islámico antes de escapar. Ahora ha regresado a Sinjar y trabaja para la Organización Yazidí para la Documentación exhumando fosas comunes de los masacrados por el Estado Islámico.
Las mujeres que fueron mantenidas como esclavas sexuales por el Estado Islámico y tuvieron hijos como resultado de esto, enfrentan un desafío especial. Según la tradición yazidí, una mujer que tiene relaciones sexuales con un hombre que no es yazidí, incluso por la fuerza, es excluida de la comunidad.
En una ruptura con esta tradición, los líderes yazidíes anunciaron que las mujeres que habían sido secuestradas serían bienvenidas a la comunidad. El Consejo Espiritual Yazidí emitió una nueva proclamación el 24 de abril, llamando al “regreso de todos los sobrevivientes de Daesh [Estado Islámico] ya que consideramos que lo que les sucedió estuvo fuera de su voluntad”. Tres días después, el Consejo Espiritual cambió de opinión, diciendo que esto no se aplicaba a los niños engendrados por miembros del Estado Islámico.
Esto provocó un debate. “Esto es algo nuevo y difícil para nuestra nación”, dijo Nadia Murad en un video. “Estuve en contacto con muchas mujeres y me dijeron que habían sido rescatadas pero que vivían en campamentos, montañas y [otros] países, temerosos de regresar ya que les habían dicho que sus hijos no serían aceptados.
“Creo que esto debería ser determinado por las madres de los niños y sus familias”, dijo.
Murad Ismail, director ejecutivo de la Organización Yazidí, un grupo de yazidíes con sede en Estados Unidos vinculado con Nadia Murad, dijo: “La magnitud de los crímenes del Estado Islámico hace que sea extremadamente difícil para muchas personas aceptar criar niños vinculados al grupo. Todavía creo que la mejor manera es recuperar a estas mujeres y niños y trasladarlos a un país que le brindará seguridad a estas víctimas”.
El Partido Comunista Kurdo también intervino, pidiendo “la observancia del derecho de la maternidad y los derechos del niño y no dejarlos en el orfanato sino criarlos dentro de la familia”.
Barfe Farho regresó a su familia con sus dos hijos, de 4 y 5 años, pero se vio obligada a dejar a su hija de 11 meses en un orfanato en la región kurda de Siria. “Desearía que la tercera estuviera aquí”, dijo al Telegraph de Londres el 6 de julio. “Ella es parte de mí y lo que sucedió no fue mi culpa, nunca elegí esto”.
Entre las decenas de miles de mujeres y niños —incluidas las “esposas” del Estado Islámico— que aún viven en campamentos de refugiados, se encuentran cientos de miles de yazidíes. Unas 70 mil personas están tratando de sobrevivir en el campamento infernal de al-Holen en Siria, incluidas 30 mil provenientes de Iraq.
Los líderes yazidíes dicen que el problema se agrava debido a la ley iraquí, que establece que si el padre es musulmán, el niño es musulmán. Según Rudaw, a una mujer que insistió en regresar con su bebé le dijeron que no podía obtener los documentos de identificación iraquí porque el padre estaba ausente. Ella dio al niño en adopción.
“Les digo que están haciendo el trabajo del Estado Islámico”, dijo Ilyas Saleem, condenando las políticas reaccionarias del gobierno iraquí. “Lo que ellos hacen por la fuerza, ustedes lo hacen por ley”.