“Estamos solos”, dijo el bombero voluntario Greg Johnson a la prensa el 6 de septiembre en Treasure Cay, al explicar la inacción del gobierno de las Bahamas a raíz del huracán Dorian. “Es deplorable”.
El pueblo trabajador fue abandonado a su suerte cuando la tormenta, con vientos de hasta 185 millas por hora, devastó partes del país después de tocar tierra el 1 de septiembre.
Funcionarios de la ONU estiman que hay 70 mil personas desamparadas, principalmente en Abaco y Gran Bahamas, las áreas más afectadas. Bahamas tiene una población de 400 mil personas que habitan el archipiélago de alrededor de 700 islas y cayos frente a la costa este de Florida.
Más de una semana después de la tormenta, la ayuda aún no había llegado a muchos que la necesitan desesperadamente. Y multitudes de sobrevivientes aún esperaban en el aeropuerto de Abaco, con la esperanza de poder salir. Para el 10 de septiembre el gobierno continuaba diciendo que las muertes ascendían a 50, pero todos saben que el total es mucho mayor. Los cuerpos en descomposición aún eran visibles en las calles y en los escombros.
Los prejuicios de clase del gobierno fueron evidente desde la primera orden de evacuación. El primer ministro Hubert Minnis dijo a los residentes de Abaco y Gran Bahamas que los que “pudieran hacerlo financieramente deberían refugiarse con sus familiares”. Los vuelos a las islas más protegidas fueron aumentados, para aquellos que pudieron pagar un boleto.
La desconfianza hacia el gobierno, especialmente en áreas predominantemente de inmigrantes haitianos y sus ascendientes, disuadió a muchos a no acudir a los refugios.
En los últimos años, el gobierno ha deportado a cientos de haitianos, muchos de los cuales han vivido en las Bahamas durante décadas. Incluso a sus hijos nacidos en Bahamas no se les otorga la ciudadanía al nacer y enfrentan discriminación. Uno de cada 10 bahameses es de ascendencia haitiana.
Los que acudieron a un refugio tuvieron que traer sus propios alimentos y suministros para la higiene personal.
Aunque la tormenta fue un desastre natural, el pueblo trabajador fue víctima de una catástrofe social causada por el capitalismo.
Trabajadores toman medidas
Ante la inacción del gobierno, trabajadores ordinarios y pequeños comerciantes tomaron iniciativas. Glen Rolle, un residente de Mayfield Park en Gran Bahamas, describió al Nassau Guardian cómo él y otros residentes tomaron prestados tractores, motos acuáticas y botes para rescatar a 200 personas.
“Uno de mis amigos personales, su madre falleció. Así que trajimos su [cuerpo]”, dijo Rolle al Guardian. Cuando la policía finalmente llegó, dijeron que no trajéramos más cadáveres, y tuvimos que dejarlos en el mar.
Un grupo de socorristas dirigido por Joseph Hillhouse, vicejefe del cuerpo de bomberos de Gainesville, Florida, encontró cinco cuerpos en solo unas cuantas áreas en los vecindarios de Mudd y Pigeon Peas de Marsh Harbour en Gran Abaco, el 9 de septiembre. Estas áreas de viviendas precarias donde viven principalmente haitianos fueron arrasadas por la tormenta.
Según los periodistas del Washington Post que acompañaban al equipo “había varias decenas de trabajadores, ni por mucho lo suficiente para realizar una búsqueda efectiva de la destrucción total”.
La tormenta ha golpeado la industria turística de Bahamas, la principal fuente de ingresos del país, aunque la principal zona turística alrededor de Nassau se salvó en gran medida. Antes de la tormenta, la deuda externa del gobierno superaba los 8 mil millones de dólares, el 64.6 por ciento de su producto interno bruto.
La antigua colonia británica no obtuvo su independencia formal hasta 1973. Aunque todavía forma parte de la Mancomunidad Británica, hoy Bahamas es en gran medida una semicolonia del imperialismo norteamericano.
El país también es un centro de instituciones financieras internacionales. Hay grandes disparidades de riqueza en las islas, desde algunos que se han enriquecido hasta la gran mayoría de trabajadores e inmigrantes haitianos en el otro extremo de la escala salarial.
Miles de sobrevivientes de la tormenta huyendo del desastre han tratado de ir a Estados Unidos, al menos temporalmente, aprovechando las compañías de cruceros que ofrecieron llevarlos a Florida. Pero el 8 de septiembre, Balearia Caribbean ordenó a más de 100 bahameses en Freeport que desembarcaran porque no tenían visas. Muchos bahameses perdieron todos sus documentos en la tormenta.
Cuba revolucionara ofrece ayuda
Mientras tanto, unos 60 voluntarios internacionalistas de Cuba revolucionaria que se encontraban en las Bahamas trabajando como maestros, farmacéuticos y especialistas en dispositivos médicos, se unieron a los esfuerzos de reconstrucción en las comunidades. “Cada voluntario se caracteriza por ser el primero en llegar y el último en irse”, dijo a Prensa Latina José Reinel García, representante del ministerio de educación cubano en las Bahamas.
El diario cubano Juventud Rebelde informó el 4 de septiembre que trabajadores médicos voluntarios se dirigían a las Bahamas para brindar atención médica.
El pueblo cubano hizo una revolución profunda en 1959, transformándose en el proceso.
A diferencia de la moral del capitalismo que pregona el “cada quien por su cuenta”, en Cuba todo se basa en la solidaridad humana. Cuba es frecuentemente golpeada por huracanes, pero ahí, en las palabras del dirigente del Partido Comunista Raúl Castro, “nadie queda solo”.