Manifestantes en Iraq y Líbano están protestando contra sus propios gobiernos así como también contra las fuerzas organizadas y armadas por los gobernantes capitalistas de Irán. Mientras los trabajadores en ambos países se unen a las protestas masivas que exigen el cese del deterioro de las condiciones de vida, derechos políticos y el cese de la interferencia de Teherán, continúa la competencia por el dominio económico y militar de la región entre Washington, Teherán, Ankara y otras potencias capitalistas.
Una nueva ronda de protestas estalló en Iraq el 25 de octubre. Edificios gubernamentales y oficinas de las milicias respaldadas por Teherán en todo el sur de Iraq fueron atacados y en algunos casos incendiados. “Irán ¡Fuera, fuera!”, corearon los manifestantes en la plaza Tahrir, en Bagdad, el 26 de octubre.
El gobierno iraquí depende en parte para su defensa de las milicias conocidas como las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), organizadas por la Guardia Revolucionaria de Teherán entre iraquíes chiítas.
A pesar de las bajas crecientes, el número de los que se unen a las protestas antigubernamentales se ha multiplicado. Los estudiantes abandonaron sus clases el 28 de octubre. El sindicato de maestros anunció una huelga de cuatro días ese día, exigiendo la renuncia del gobierno.
Teherán busca extender su alcance
El régimen clerical burgués en Irán ha luchado para extender su alcance contrarrevolucionario en todo el Medio Oriente, utilizando a combatientes a quienes les brinda respaldo, como las FMP en Iraq, Hezbolá en Líbano y las fuerzas rebeldes sirias y hutíes en Yemen.
Los gobernantes israelíes lanzaron ataques aéreos contra bases de las FMP en Iraq este verano para evitar que Teherán transfiriera armas a las milicias aliadas en Siria, donde se utilizan para atacar a civiles israelíes. Los líderes de Hezbolá se jactan de tener listos misiles que pueden golpear cada centímetro cuadrado de Israel.
Las intervenciones de los gobernantes iraníes en todo el Medio Oriente son presentadas falsamente tanto por Washington como por los gobernantes capitalistas en Irán como un resultado de la revolución iraní de 1979.
De hecho, los movimientos de los gobernantes clericales burgueses de Irán, tanto dentro del país como en el exterior, son el resultado de la contrarrevolución que llevaron a cabo, con la que revirtieron los logros significativos que los trabajadores, agricultores, mujeres y nacionalidades oprimidas conquistaron con su revolución.
En esta revolución, millones de personas se movilizaron para derrocar el brutal gobierno del shah respaldado por Washington. Se organizaron para usar esa victoria para ganar nuevos derechos políticos y sociales. Los trabajadores establecieron consejos de trabajadores en los campos petroleros, fábricas automotrices y otros lugares de trabajo para luchar por sus intereses de clase.
“Hoy día en Irán, frente al creciente descontento entre los trabajadores y los oprimidos, la única forma en que los gobernantes capitalistas pueden tratar de defender y preservar su régimen contrarrevolucionario a nivel interno es de continuar extendiendo su política reaccionaria en Iraq, Siria, Líbano, Yemen y Kurdistán dividido”, explica el líder del Partido Socialista de los Trabajadores, Steve Clark, en Revolución, Contrarrevolución y Guerra en Irán, un suplemento del Militante publicado en abril pasado y disponible en el sitio web del Militante.
‘Alto al sistema político sectario’
Los trabajadores en Líbano exigen la caída de la coalición gobernante, donde los puestos se asignan según creencias religiosas. El primer ministro tiene que ser musulmán suni, el presidente parlamentario musulmán chiíta y el presidente, cristiano maronita. Cuotas estrictas determinan los nombramientos en el ejército y otras instituciones estatales. Hezbolá, que afirma representar a todos los chiítas, tiene un papel crucial en el gobierno. El jefe de Hezbolá, Hassan Nasrallah, ha luchado para sofocar las protestas, pero estas se han extendido a áreas que ellos controlan.
Cada vez más, los manifestantes están exigiendo la caída del gobierno. Accediendo a las protestas, el primer ministro Saad al-Hariri dijo el 29 de octubre que renunciará. Su gabinete permanecerá en el cargo hasta que se forme un nuevo gobierno.