Durante el último mes el presidente Donald Trump y el dirigente de Corea del Norte Kim Jong Un han supuestamente intercambiado “cartas personales”. En juego están charlas para eliminar las armas nucleares de la península coreana; el fin de las sanciones de Washington que golpean al pueblo trabajador de Corea del Norte; y el tratado de paz que los gobernantes norteamericanos se han rehusado a firmar desde 1953.
Desde que Trump acordó asistir a la primera cumbre con Kim en junio de 2018, los gobernantes estadounidenses han venido combinando la reducción de provocaciones militares —como las maniobras militares conjuntas con las fuerzas de Corea del sur— con la imposición de sanciones punitivas. Ha habido poco progreso concreto en las charlas que han tenido lugar desde entonces, mientras continúan los contactos.
La división de Corea por más de 70 años fue resultado de la ocupación norteamericana del sur al fin de la segunda guerra mundial. Su meta era socavar la lucha revolucionaria del pueblo coreano por sus derechos nacionales, por una reforma agraria, por el derecho de la mujer al voto, y por la expropiación de las fábricas y otros centros laborales. Durante la guerra subsecuente el pueblo coreano en el norte logró prevenir que Washington restableciera la dictadura del capital. Fue la primera derrota militar del imperialismo norteamericano en la historia.
Washington aún tiene más de 28 mil tropas estacionadas en Corea del Sur, junto a cientos de tanques, artillería y aviones de guerra, incluyendo aviones con capacidad nuclear.
“Defendemos la lucha de décadas por la unificación de Corea, la cual Washington, con la complicidad de Moscú, dividió brutalmente”, escribió Steve Clark en un mensaje a la República Popular Democrática de Corea a nombre del Partido Socialista de los Trabajadores en ocasión de su día nacional el 15 de abril.
El partido exige, escribe Clark, que el gobierno de Estados Unidos, “levante todas las sanciones contra la RPDC; cumpla con su promesa de poner fin a los ejercicios militares con Seúl; ponga fin a su ‘sombrilla nuclear’ sobre Corea del Sur y Japón” y “firme un tratado de paz que ponga fin a la sangrienta guerra que Washington libró contra la RPDC de 1950 a 1953”.
“Estos pasos avanzarían las conversaciones entre Washington y la RPDC para poner fin al despliegue de armas nucleares en Corea y de su espacio y aguas territoriales por cualquier gobierno”, dijo Clark. “Un mundo sin armamentos destructivos masivos es la aspiración del pueblo trabajador en Asia y el mundo entero”.
Catástrofe social capitalista
Las sanciones impuestas por Washington y Naciones Unidas dificultan la importación de medicinas y equipo médico por el gobierno de Pyongyang para el tratamiento de COVID-19.
En medio de la “calamidad social de desempleo y depresión económica” en Estados Unidos hoy, explica Clark, los candidatos del PST y sus partidarios “hacen campaña —en sus centros laborales, en barrios obreros, y en pueblos y áreas rurales— por un programa masivo de empleos públicos para crear trabajos con salarios a nivel sindical”.
Ellos “participan con compañeros de trabajo en escaramuzas y luchas en centros laborales por toda Norteamérica, desde Walmart hasta los ferrocarriles”.
“Los trabajadores que participan en estas luchas pueden ser y serán convencidos a oponerse a las sanciones y guerras imperialistas brutales de la clase patronal, sus partidos políticos y su gobierno”, dijo Clark. “Esto incluirá apoyar los esfuerzos del pueblo coreano por la reunificación de su país”.
Clark terminó diciendo, “¡Fuerzas militares de Washington fuera de Corea! ¡Por una península coreana libre de armas nucleares! ¡Corea es una!”