Explosión impulsa protestas en Líbano

Por Terry Evans
24 de agosto de 2020

La prolongada indignación de los trabajadores en Líbano por la crisis económica y política en ese país se desbordó tras la explosión que ocurrió el 4 de agosto en los muelles de Beirut. Mató a por los menos 158 personas y lesionó a más de 6 mil. Por varios días después de la explosión, miles de personas participaron en protestas. La más grande ocurrió el 8 de agosto. Los manifestantes exigieron la renuncia del gobierno, coreando: “Váyanse, todos ustedes son asesinos”.

Dos días después, el primer ministro Hassan Diab y su gobierno renunciaron. El gobierno está dividido según líneas religiosas con los partidos políticos capitalistas asociados con los tres grupos más grandes —musulmanes chiítas, musulmanes sunitas y cristianos maronitas— ocupando los puestos más altos. Hezbollah, que cuenta con el respaldo de los gobernantes de Irán, ha sido la fuerza política y militar dominante en el gobierno.

Familiares de los fallecidos en la explosión hablaron en la protesta del 8 de agosto. Algunos en la multitud portaban horcas simuladas, diciendo que iban a colgar a los políticos, incluido el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.

“La policía me disparó”, dijo Younis Flayti, un oficial retirado del ejército, a Reuters durante la protesta. “Pero eso no nos impedirá protestar hasta que cambiemos el gobierno de arriba abajo”. “Son todos los políticos”, dijo Shadi Alame al Washington Post. “Están robando el dinero de todos, robando los derechos de las personas”.

Personas de todas las religiones se han unido a las protestas durante meses. Fueron provocadas inicialmente por el aumento de impuestos el año pasado. Las demandas de los manifestantes se han ampliado y ahora incluyen la creación de empleos, asistencia, el fin de la interferencia de Teherán en el país y la destitución del gobierno.

Matones organizados por Hezbollah han estado al frente de los brutales ataques contra los manifestantes, pero no han logrado disuadir a miles de personas de unirse a las acciones, incluyendo de las zonas chiítas.

La explosión de unas 2 750 toneladas métricas de nitrato de amonio, almacenadas inseguramente durante más de seis años en el puerto de Beirut, destruyó barrios enteros y obligó a 250 mil personas a abandonar sus hogares. Todo el puerto fue destruido, junto con el principal silo de trigo del país.

Los funcionarios de aduanas dicen que desde 2014 le han escrito seis veces al gobierno preguntando cómo deshacerse del material volátil, el cual había sido descargado de un barco dañado. Nunca recibieron respuesta.

Hezbollah amplía poder de Teherán

Hezbollah ha utilizado el puerto de Beirut para recibir envíos de armas de su patrocinador en Teherán. Despliega misiles en centros poblacionales en el sur de Líbano que apuntan contra Israel, alegando que esto protege a la población mayoritariamente chiíta de esas áreas.

El 7 de agosto Nasrallah amenazó que cualquiera que culpe a Hezbollah por la explosión “dará inicio a una batalla” que solo él ganaría.

El régimen capitalista de Irán se ha esmerado durante décadas en extender su influencia contrarrevolucionaria por todo el Medio Oriente. Una de sus principales herramientas ha sido Hezbollah, al que arma y ayuda a financiar.

Milicias organizadas por Hezbollah y Teherán intervinieron en la vecina Siria para ayudar a salvar el régimen dictatorial de Bashar al-Assad cuando un levantamiento popular por derechos políticos y una guerra civil amenazaron con derrocarlo.

Las Fuerzas de Defensa de Israel habían realizado ataques aéreos contra bases militares en Siria donde operan unidades de Hezbollah justo un día antes de la explosión de Beirut.

Tras el colapso de la moneda libanesa en mayo, el valor de los salarios de los trabajadores se redujo drásticamente a medida que crecieron los precios. La inflación era del 20 por ciento en junio. Un número creciente de personas enfrenta hambre, cortes de energía y una batalla diaria para sobrevivir.

Las negociaciones entre el Fondo Monetario Internacional y el gobierno libanés sobre nuevos préstamos se estancaron después que Beirut incumpliera en sus pagos por primera vez en marzo.

La crisis en Líbano tiene lugar en una región sacudida por conflictos entre Teherán, Ankara, Riad y otras potencias regionales y gobiernos capitalistas extranjeros rivales desde Washington hasta Moscú que buscan ventajas económicas, políticas y militares.

Emmanuel Macron, presidente de Francia —la ex potencia colonial en Líbano— visitó Beirut el 6 de agosto prometiendo ayuda y una vía para reforzar la influencia francesa.

“No queremos que ningún gobierno nos ayude”, dijo a Reuters Mahmoud Rifai, quien está desempleado, en la protesta del 8 de agosto. “El dinero simplemente irá a los bolsillos de nuestros líderes”.