A pesar del embargo de EUA, Cuba avanza en producción de alimentos

Por Róger Calero
15 de febrero de 2021

El recrudecimiento de las medidas impuestas por Washington como parte de su guerra económica contra el pueblo cubano y su revolución socialista están teniendo un grave impacto sobre la producción agrícola del país.

Las sanciones contra el envío de petróleo de Venezuela a Cuba, mayores restricciones para viajar a la isla desde Estados Unidos, límites a las remesas familiares y otras medidas que obstaculizan el acceso de Cuba a divisas, han reducido la capacidad del gobierno de importar combustible, piezas para maquinaria, fertilizantes y otros insumos agrícolas necesarios para la producción de alimentos. La pandemia de coronavirus también ha afectado drásticamente al turismo, una de las fuentes principales de divisas de Cuba.

“Se podría decir que Cuba es una isla con tierra, que tiene buen clima y que puede cultivar mucha comida”, dijo Gerardo Hernández, uno de los cinco revolucionarios cubanos que estuvo preso en Estados Unidos y actualmente es el coordinador nacional de las Comités de Defensa de la Revolución, en una entrevista con la Campaña de Solidaridad con Cuba en el Reino Unido en diciembre.

“Pero recordemos, para cultivar alimentos se necesitan muchos químicos, combustible, maquinaria y todo eso es muy difícil de conseguir para Cuba debido al bloqueo de Estados Unidos”.

La producción de arroz y frijoles se ha desplomado, lo que ha provocado una escasez de estos dos alimentos básicos de la dieta cubana.

La cosecha de arroz bajó a 246,700 toneladas en 2019, desde la cifra récord de 300 mil obtenida el año anterior. La meta para 2020 tuvo que ajustarse aún más a 163 mil toneladas debido a que el uso de aviones para la siembra y la fumigación, de cosechadoras y de sistemas de riego se redujo debido a las escaseces.

Cuba necesita 700 mil toneladas de arroz al año para satisfacer las necesidades del país. Lo que no pueden cultivar tiene que ser importado a precios del mercado mundial y luego venderlo en Cuba a precios subsidiados.

Desde 2010, el gobierno cubano ha dedicado importantes recursos económicos y colaborado con los agricultores a través de su organización, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), para aumentar la producción de arroz con el fin de reducir las importaciones. Pero las sanciones impuestas por la administración de Donald Trump revirtieron la tendencia al alza en la producción de la industria nacional del arroz.

Estas medidas permanecerán probablemente en vigor en el futuro inmediato bajo la administración de Joe Biden, la cual está comprometida a continuar la presión económica contra la revolución.

Las empresas norteamericanas tienen prohibido ofrecer crédito a entidades cubanas. Esto significa que las ventas agrícolas deben realizarse por pago en efectivo a la entrega, en lugar de los términos normales del comercio internacional.

Cuba se ve obligada a comprar productos y equipos a un costo mucho mayor, a menudo de fuentes muy lejanas. Por ejemplo, el arroz comprado en Vietnam demora 36 días en viajar a Cuba, mientras que solo toma 36 horas si se compra en Estados Unidos. Esto significa uso de divisas necesarias que podrían ser dedicadas al desarrollo del país.

La producción de frijoles también ha sufrido un duro golpe. La prensa cubana informó en agosto pasado que sólo se cultivaron 58 mil acres debido a la falta de combustible. Hubo suficiente fertilizante para cubrir solo el 8 por ciento del área total sembrada y solo el 16 por ciento se trató con pesticidas químicos.

Para empeorar las cosas, una plaga azotó los campos de frijoles el año pasado, causando daños sustanciales. El consumo anual del país es de 70 mil toneladas. La producción promedio de los últimos tres años ha sido de alrededor de 51 mil toneladas.

Revolución del pueblo cubano

La guerra económica de Washington contra Cuba no tiene paralelo. Comenzó en 1960, un año después que el pueblo cubano, bajo la dirección de Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio, derrocara la dictadura de Fulgencio Batista que contaba con el apoyo de Washington. Movilizaron a millones de trabajadores y campesinos para tomar el poder político y construir una nueva sociedad basada en las necesidades de las clases productoras.

Antes de que el pueblo trabajador tomara el poder en Cuba, un porcentaje enorme de la economía cubana estaba bajo el control de corporaciones norteamericanas. Esto acabó cuando la revolución nacionalizó la tierra y los trabajadores y agricultores realizaron una reforma agraria. Las empresas estadounidenses habían controlado una gran parte de los recursos naturales del país, incluidas las industrias del azúcar, tabaco, madera, petróleo, minería, ganadería y agricultura.

La nacionalización garantizó la tierra a los que la trabajaban, y la reforma agraria garantizó empleo para cientos de miles de obreros agrícolas. La deuda aplastante a la que eran sometidos los agricultores bajo el capitalismo fue abolida por la revolución. Esto significó que los agricultores no pueden perder su tierra por no poder pagarle al banco.

Desde entonces, la ANAP y otras organizaciones de masas cubanas como los CDR han jugado un papel clave para brindar posibilidades para que los agricultores aumenten la producción. Como siempre lo ha hecho, el gobierno revolucionario cubano acude a los trabajadores y agricultores del país para soluciones a los desafíos que enfrentan.

Simultáneamente a los esfuerzos para incrementar la producción nacional de alimentos, los trabajadores y jóvenes cubanos están organizando una campaña para que los barrios y centros de trabajo cultiven sus propios alimentos.

“Si los imperialistas de Estados Unidos llevan más de 60 años tratando de matarnos de hambre —sin una pandemia— bueno, ahora van a intentar hacerlo aún más”, explicó el dirigente de los CDR Hernández en la televisión cubana el pasado junio.

“Por eso les pedimos a todos que cultiven alimentos en cualquier lugar posible, que aprovechen al máximo cada pequeña parcela de tierra”, dijo. “Para que todos puedan contribuir no solo a su propio consumo, sino también al consumo de todos”.

Hernández informó cinco meses después: “Me complace decirles que la iniciativa es muy popular”.