El pueblo trabajador en Estados Unidos enfrenta una crisis económica y social. Millones de empleos han sido eliminados y los patrones están atacando los salarios y condiciones laborales de los que siguen trabajando. Es parte de su ofensiva para aplastar a sus competidores y defender sus ganancias. El presidente Joe Biden no está haciendo nada para cambiar esta situación.
Lo que sí está haciendo es emitir órdenes ejecutivas que nadie debatió o aprobó a través de un voto, destinadas a tener más control del pueblo trabajador.
Los liberales están convencidos de que los trabajadores son demasiado estúpidos para reconocer lo que es bueno para ellos, como lo demuestran, según ellos, los más de 140 millones que votaron por Donald Trump en 2020 o que no votaron por ninguno de los dos candidatos de los partidos capitalistas. Los demócratas están llevando a cabo un peligroso ataque contra los derechos políticos que el pueblo trabajador ha ganado en arduas luchas.
Abundan los ejemplos de ataques patronales contra los trabajadores. Pfizer anunció el 2 de febrero que espera tener un margen de ganancias de más del 20 por ciento por cada inyección. La Ford Motor Co. empezó a reducir el 1 de febrero dos de los tres turnos de su planta de ensamblaje en Chicago, y en las plantas de camionetas en Louisville, Kentucky y Oakville, Ontario. Los trabajadores afectados por los despidos solo recibirán en el mejor de los casos el 75 por ciento de su salario.
Debido al cierre de restaurantes, tiendas minoristas e innumerables otros negocios, los conductores de taxis de aplicaciones enfrentan una intensa competencia. Los patrones de Lyft aprovecharon esta situación para introducir la nueva modalidad “de prioridad”. Los conductores que la usan son asignados más viajes por hora, pero reciben 10 por ciento menos por cada viaje. Los que no la usan dicen que apenas les asignan unos cuantos viajes.
Los funcionarios de la Autoridad Portuaria de Carolina del Sur anunciaron planes para abrir nuevas instalaciones sin sindicato en Charleston en marzo, en desafío al convenio entre la asociación de dueños transportistas y el sindicato de estibadores ILA. Se amparan en la política estatal sobre el “derecho a trabajar”, es decir, sin sindicato.
Muchos trabajadores están buscando formas para enfrentar estos ataques de los patrones y su gobierno. Entre ellas se encuentra la campaña de sindicalización de los trabajadores de Amazon en Bessemer, Alabama, y la lucha contra el cierre patronal de la refinería de Marathon Petroleum en Minnesota. Estas luchas merecen una amplia solidaridad. Solo a partir de luchas como estas el movimiento sindical podrá crecer y fortalecerse.
“Este es el único camino para avanzar, es la lucha de una clase contra otra”, dijo Joanne Kuniansky, candidata del Partido Socialista de los Trabajadores para gobernadora de Nueva Jersey, en el Militant Labor Forum en Nueva York el 30 de enero.
“La campaña del PST insta a los trabajadores a luchar por un programa de obras públicas financiado por el gobierno para que millones de personas obtengan empleos de inmediato, con un salario a escala sindical, para construir hospitales, viviendas, escuelas y otras cosas que el pueblo trabajador necesita”, dijo. “Y que nuestros sindicatos luchen por una semana laboral más corta sin recortes de salario, para detener los despidos”.
Kuniansky es una de la decena de candidatos del PST en 2021. Sus campañas ofrecen una perspectiva de lucha para que la clase trabajadora se una y se defienda. “A través de las luchas, los trabajadores seremos capaces de vernos como una clase, y prepararnos para las batallas que se avecinan. A través de esto podemos forjar un liderazgo para movilizar a millones para derrocar el dominio capitalista y llevar al poder a un gobierno de trabajadores y agricultores”, dijo.
Hasta que los trabajadores construyan su propio partido, y rompan con los demócratas y los republicanos, millones de trabajadores repelidos por el desdén paternalista y antiobrero de la administración de Biden se sentirán atraídos por Donald Trump o alguien similar que prometa demagógicamente “drenar el pantano” en Washington, recuperar los empleos y acabar con la “carnicería”.
Ataque contra los derechos políticos
Los demócratas, respaldados por una capa de republicanos “nunca trumpistas” y la izquierda de clase media, están incitando a la histeria por la supuesta insurrección del 6 de enero. Un grupo relativamente pequeño de aspirantes a paramilitares y teóricos de la conspiración, incluidos algunos reaccionarios que portaban la bandera de la Confederación, entró al Capitolio brevemente. Los liberales están usando esto para tratar de expulsar a Trump de la política para siempre y atacar derechos políticos elementales para el pueblo trabajador.
Están abogando por nuevas leyes contra el “terrorismo doméstico”, para darle más margen de maniobra al espionaje, la interrupción y otros ataques del FBI, la policía política de los gobernantes capitalistas. Promueven el mayor uso de cargos de conspiración en base a lo que alguien dice y piensa, y no por lo que hacen.
Hay un largo historial de este tipo de casos amañados y ataques que tienen finalmente a la clase trabajadora y a su vanguardia como objetivo. El Partido Socialista de los Trabajadores ha luchado exitosamente contra este tipo de ataques.
Los demócratas también están utilizando esta histeria para asestar golpes a su principal oponente burgués, el Partido Republicano. “El enemigo está dentro de la Cámara de Representantes”, dijo su presidenta, Nancy Pelosi, el 28 de enero, señalando a los republicanos.
El juicio político de Trump, que los demócratas realizaron deliberadamente después de que dejara el cargo, es parte de su ataque contra los derechos políticos. Haciendo caso omiso de la constitución, acusaron a Trump de incitar una “insurrección o rebelión” sin permitir que un solo testigo, ni siquiera uno de ellos, hablara, examinara cualquier evidencia o permitiera que el presidente dijera algo en su defensa. Si su intento fracasa, lo que parece muy probable, buscarán cualquier medio posible para encarcelar a Trump y arruinar a su familia y sus asociados, y sumirlos a un litigio interminable.
El verdadero blanco de los liberales es la clase trabajadora. Calumnian a los que respaldaron a Trump, incluido un número mayor de negros y latinos en comparación al 2016, tachándolos de “supremacistas blancos”. Esto es parte de su esfuerzo más amplio para convertir la cuestión racial, y no las diferencias de clases que son cada vez más aguda en el país, lo primordial de la política.
La realidad es que no hay un auge del “supremacismo blanco” entre el pueblo trabajador. Las movilizaciones masivas lideradas por negros que derrocaron la segregación Jim Crow y los avances ocurridos desde entonces cambiaron las relaciones sociales en Estados Unidos. Eso no ha sido revertido.
El objetivo de los liberales al impulsar esta línea es poner obstáculos en el camino de los trabajadores de todas las razas, colores y credos para unirse contra los ataques de los patrones y su gobierno.