El gobierno iraní acusó al de Israel por la explosión que incapacitó partes de la principal instalación nuclear en Natanz el 11 de abril. La mayoría de los medios en Israel atribuyeron el ataque a Mosad, la agencia de espionaje del gobierno israelí.
Menos de una semana antes, Washington, Teherán y otros gobiernos dieron inicios a conversaciones con el fin de revivir el acuerdo nuclear de 2015 que pretendía limitar la adquisición de armas nucleares por parte de los gobernantes iraníes a cambio del cese de las sanciones.
Las conversaciones ocurren mientras Teherán, Washington y otras potencias capitalistas compiten para impulsar sus intereses económicos y políticos en la región.
El ex presidente Donald Trump retiró al gobierno de Estados Unidos del acuerdo en 2018, citando la intervención de Teherán en Líbano, Siria, Iraq y Yemen y su continuo programa de misiles balísticos. El 6 de abril comenzaron las conversaciones entre delegaciones de Washington y Teherán junto con representantes de Francia, Alemania y el Reino Unido, así como funcionarios de la Unión Europea.
Funcionarios del Departamento de Estado dijeron el 7 de abril que Washington consideraría suspender una cantidad no especificada de las sanciones que ha impuesto a Irán. Estas han paralizado el comercio de los gobernantes iraníes y afectan de manera más dura al pueblo trabajador.
Teherán, con el respaldo de Moscú y Beijing, exige que se eliminen todas las sanciones. Si bien continúa afirmando que su programa nuclear tiene fines pacíficos, el gobierno iraní ha abandonado el cumplimiento del pacto de 2015 al enriquecer abiertamente uranio hasta el 20 por ciento. Después del ataque, Teherán anunció el 13 de abril que comenzará a enriquecer uranio al 60 por ciento, más cerca del grado necesario para bombas, y que iba a activar mil centrifugadoras avanzadas en la planta subterránea de Natanz.
El régimen de Irán se proclama a favor de la destrucción de Israel.
Cuando comenzaron las charlas entre Washington y Teherán, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se pronunció en contra de revivir el pacto de 2015. Dijo que su gobierno “nunca permitiría que Irán obtenga capacidad nuclear para llevar a cabo su objetivo genocida de eliminar a Israel”.
Se comprometió a continuar actuando contra el despliegue por parte de Teherán de milicias y misiles en toda la región. Los gobernantes iraníes han atrincherado sus fuerzas en Siria, Iraq, Líbano y otros lugares, con el fin de expandir su influencia respecto a los gobernantes árabes rivales y para poder atacar a Israel.
Funcionarios iraníes calificaron el ataque del 11 de abril como un acto de “terrorismo nuclear” y el ministro de relaciones exteriores, Javad Zarif, prometió tomar venganza. La Casa Blanca negó cualquier involucramiento.
El ataque es el choque más reciente entre los gobernantes israelíes e iraníes, incluyendo una explosión en Natanz en julio pasado; el asesinato del principal científico nuclear de Irán en noviembre; ataques a barcos iraníes e israelíes en la región del Golfo; un ataque por Teherán con misiles y drones contra instalaciones petroleras saudíes en 2019; y repetidos bombardeos israelíes contra bases de misiles y milicias respaldadas por Teherán en Siria.
Blanco de Teherán: el pueblo
Los trabajadores y agricultores iraníes hicieron una profunda revolución popular en 1979. Derrocaron al dominio del sha, el cual contaba con el respaldo de Washington. A través de los años, las fuerzas capitalistas lideradas por clérigos chiitas sofocaron esa revolución e hicieron retroceder al pueblo trabajador.
Lanzaron un curso expansionista contrarrevolucionario que los ha puesto en conflicto con el pueblo trabajador de toda la región. Milicias respaldadas por Teherán defendieron brutalmente al régimen de Bashar al-Assad en Siria tras un levantamiento contra su dominio. Ayudaron al gobierno iraquí a reprimir sangrientamente las protestas por empleos y derechos políticos en 2019.
En Irán mismo los trabajadores protestaron a finales de 2019 contra el costo económico y humano de las guerras del régimen y su negativa a satisfacer las necesidades de la población.
“Las clases dominantes rivales en toda la región saben que, a pesar del acuerdo de 2015, Teherán está cerca de poder producir armas y sistemas de lanzamiento nucleares. Sin embargo, estas armas no serían para Irán una defensa contra las amenazas militares del imperialismo norteamericano y de otras potencias nucleares, ni tampoco eliminarían las sanciones inhumanas e intolerables que Washington y otros gobiernos imperialistas han impuesto al pueblo iraní”, escribió el dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores, Steve Clark en el artículo “Revolución, contrarrevolución y guerra en Irán” publicado en el Militante en abril de 2018. “Al contrario, las armas de destrucción masiva solo darían una justificación a los regímenes de Arabia Saudita y otros países de la región para entrar en la carrera armamentista nuclear, como también al gobierno israelí para mantener y reforzar su arsenal nuclear existente.
“El Partido Socialista de los Trabajadores exige el desarme nuclear unilateral e inmediato de Washington. Llamamos a los otros ocho gobiernos del mundo que actualmente tienen estas armas catastróficas a que se deshagan de ellas, y nos oponemos a que cualquier gobierno las desarrolle y utilice”.