En Cuba no hay mandatos de vacunas contra COVID-19. Sin embargo, para cuando usted lea este artículo, el 73 por ciento de la población estará completamente vacunada y más del 90 por ciento tendrá al menos una dosis, una de las tasas más altas del mundo.
Los dirigentes de la revolución socialista actúan sobre la capacidad de los trabajadores cubanos de unirse y movilizarse para promover sus intereses. Esa actitud está bien captada en las palabras de Thomas Sankara, el dirigente comunista de la revolución popular de 1983 a 1987 en Burkina Faso, África Occidental. Una verdadera revolución, dijo Sankara, se basa en “un pueblo convencido, no un pueblo conquistado”.
En Estados Unidos, el país capitalista más poderoso del mundo, la tasa de vacunación completa es de menos del 60 por ciento. Millones se niegan a vacunarse, a pesar de la amenaza de ser despedidos de sus empleos.
¿Cuál es la base de este marcado contraste? En Estados Unidos muchas personas no confían en el gobierno y en los dueños de la industria de la salud lucrativa, y con razón.
En Cuba el pueblo trabajador ve al gobierno como suyo y confía en que dirá la verdad sobre lo que es necesario hacer. Eso es resultado de una revolución que derrocó a una dictadura brutal en 1959 y llevó a la clase trabajadora al poder. Con un liderazgo comunista, el pueblo trabajador derrocó las relaciones de propiedad capitalistas y transformaron sus condiciones y a sí mismos.
Cuando la COVID-19 se propagó en Cuba, el gobierno movilizó al pueblo trabajador para enfrentar el desafío. Nadie quedó abandonado a su cuenta.
Las organizaciones de masas, incluidas los Comités de Defensa de la Revolución en los barrios, la Federación de Mujeres Cubanas, grupos estudiantiles y los sindicatos, se organizaron para realizar millones de visitas diarias durante meses, para asegurar que la gente supiera qué precauciones tomar y que todos los que necesitaban atención médica la recibieran.
Informes diarios sobre la propagación de la enfermedad y las medidas tomadas aseguraron que todos estuvieran informados. El ministro de salud de Cuba, José Angel Portal Miranda, dijo en octubre a la Asamblea Nacional del Poder Popular que era necesario responder “en cada barrio”. La comunicación constante con la población, dijo, “nos permite escuchar mejor, compartir ideas y conocer cuáles son sus principales inquietudes”. Al mismo tiempo, los investigadores médicos cubanos se pusieron a trabajar y desarrollaron no una, sino cinco vacunas.
“Queríamos depender solamente de nuestras propias capacidades para vacunar a nuestra población”, dijo a la revista Nature en abril Vicente Vérez Bencomo, un científico cubano que ayudó a desarrollar la vacuna Soberana. “Y la vida nos está dando la razón. Lo que estamos viendo en todo el mundo es que los países ricos están acaparando las provisiones de vacunas”.
El gobierno de Estados Unidos entregó millones de dólares a los dueños de empresas farmacéuticas para que desarrollaran vacunas que ellos usaron para ganar enormes ganancias. Los patrones de Pfizer están proyectando ingresos por encima de los 36 mil millones de dólares en 2021.
En Cuba, donde la atención médica es gratuita y universal, el pueblo está enfrentando las brutales consecuencias de la intensificación del embargo por los gobernantes norteamericanos contra la isla. Empresas “que nos han estado vendiendo materiales durante 60 años” se asustaron, dijo Vérez, después de que la administración del ex presidente Donald Trump impusiera 243 sanciones nuevas, todas las cuales han sido mantenidas por el presidente Joseph Biden. Muchas empresas dejaron de comerciar con Cuba.
Todos los institutos de investigación en Cuba han “tomado los recursos que teníamos para otros proyectos y los han puesto en esto”, dijo Vérez. “Nuestros científicos están acostumbrados a hacer mucho con muy poco”. Después de producir suficientes vacunas para toda la isla, Cuba las está compartiendo con otros países y ayudando a otros a producirlas.
Biden arremete contra trabajadores
A diferencia de Cuba, los gobernantes norteamericanos consideran a los trabajadores como “deplorables” y peligrosos, y los culpan por la propagación de la enfermedad. Los trata como objetos recalcitrantes para ser intimidados y regulados.
“Nuestra paciencia se está agotando”, dijo Biden en septiembre cuando anunció el mandato de vacunas para empresas con más de 100 empleados. “Y su negativa nos ha costado a todos”, dijo, tratando de desviar la atención del desprecio por la vida de los trabajadores de parte del gobierno y las empresas de salud que resultaron en la muerte innecesaria de decenas de miles de personas.
Esto no es nada nuevo. A fines de la década de 1950 y principios de la de 1960, a unas 20 mil mujeres embarazadas en Estados Unidos se les recetó talidomida para tratar las náuseas matutinas. Richardson-Merrell, la compañía que vendía el medicamento, le dijo a los médicos en 1961 que no había pruebas de daños, a pesar de informes en Europa de que las madres que lo tomaban daban a luz niños sin brazos o piernas. La droga no fue prohibida sino hasta mediados de 1962.
Entre 1932 y 1972, el Instituto Tuskegee de Alabama realizó un “estudio” en unos 400 hombres negros con sífilis, y deliberadamente les negó el tratamiento con penicilina aún mucho tiempo después que se supiera su efectividad para tratar la enfermedad.
Para el 1 de noviembre, solo en la ciudad de Nueva York, el gobierno ha puesto a unos 9 mil trabajadores de saneamiento, bomberos y otros trabajadores en licencia sin goce de sueldo por no haberse vacunado. Como resultado, la basura se está acumulando y algunas compañías de bomberos dicen que no pueden brindar servicio.
“Los trabajadores deberían vacunarse, pero los intereses de nuestra clase se ven amenazados por los mandatos gubernamentales que socavan nuestros derechos”, dijo Sara Lobman, candidata del Partido Socialista de los Trabajadores para presidente del distrito de Manhattan, al Militante el 1 de noviembre. “No debemos brindarle a los patrones y su gobierno más herramientas para entrometerse en nuestras vidas o más poder para despedirnos.
“En cambio, instamos a los sindicatos a que abran sus sedes y lideren la lucha para asegurar que todos tengan acceso a vacunas y atención médica”, dijo Lobman, “y para convencer a los trabajadores de que se vacunen para que podamos unirnos en el trabajo para construir el movimiento sindical combativo que necesitamos”.
“Las acciones del gobierno cubano muestran lo que el pueblo trabajador puede lograr cuando tenemos un gobierno propio”, dijo Lobman. “Eso es lo que tenemos que hacer aquí”.