Los gobernantes capitalistas de Estados Unidos enfrentan hoy una crisis política. Ninguno de sus partidos políticos históricos, el Demócrata y el Republicano, son capaces de gobernar con estabilidad, y ambos están asolados por divisiones internas que podrían resultar en escisiones.
Esto obliga a los líderes de ambos partidos a librar una guerra implacable entre sí, buscando afianzar su poder. En última instancia esto significa una guerra para silenciar a la clase trabajadora, a medida que tratan de poner la crisis cada vez más profunda del sistema capitalista sobre nuestras espaldas.
Esto hace especialmente importante que la clase trabajadora se una y luche para defender nuestros derechos políticos y el espacio que tenemos para llevar a cabo batallas políticas en defensa de nuestros intereses.
Desde antes de que Donald Trump fuera elegido presidente en 2016, los demócratas han hecho una campaña ininterrumpida para pintarlo de criminal, fuera de los límites de la disputa política burguesa normal, prohibirle tener cualquier cargo y demonizar a sus partidarios en la clase trabajadora. Esta campaña alcanzó un punto álgido en el primer aniversario de los disturbios del 6 de enero en el capitolio.
La cacería de brujas de los liberales contra Trump está en el centro de su estrategia electoral para 2022, ya que intentan desesperadamente mantener el control de por lo menos la Cámara de Representantes cuando la presidencia de Joseph Biden se vuelve cada vez menos popular. Y sueñan con prohibir que Trump vuelva a postularse para presidente, por temor a que probablemente gane.
Sus ataques contra él son parte de un esfuerzo más amplio de los liberales para asestar golpes a la constitución y a las normas de la política capitalista con el fin de ganar el control del congreso e impulsar su programa.
Cada vez que los partidos capitalistas rivales tratan a las diferencias políticas que tienen entre sí como delitos, sientan un precedente que amenaza el espacio político y los derechos que necesita el pueblo trabajador.
Los gobernantes capitalistas y sus políticos liberales se han vuelto más abiertamente despreciativos de los trabajadores y más temerosos de lo que se está acumulando entre los trabajadores, agricultores y pequeños comerciantes golpeados cada vez más fuertemente por la crisis actual del sistema capitalista. Su creciente preocupación por las ascendentes luchas obreras alimenta su odio hacia aquellos que Hillary Clinton llamó “deplorables” e “irremediables”.
Los liberales están decididos a sofocar la capacidad de los trabajadores de apoyar a Trump, o a los rivales capitalistas similares, que hacen campaña a favor de un “cambio” en las costumbres en Washington, diciendo que proporcionarán empleos, detendrán las interminables guerras de Washington en el extranjero y harán frente a la cruzada ”woke” practicada por los liberales que creen que ellos deben dictar lo que los trabajadores podemos decir y cómo nos comportamos.
Lo que es más importante, temen que los trabajadores rompan con el juego bipartidista de los gobernantes capitalistas y formen su propio partido, un partido obrero, para luchar por tomar el poder político en sus propias manos. Es por eso que la legislatura controlada por el Partido Demócrata en Nueva York redujo los requisitos para aparecer en las boletas electorales para los dos grandes partidos de los patrones mientras que a la vez triplicó el número de firmas que necesitan los partidos obreros como el Partido Socialista de los Trabajadores.
Típico del desdén contra la clase trabajadora de los liberales fue el estallido de la cantante y comediante Bette Midler el 20 de diciembre contra el pueblo trabajador de Virginia del Oeste. Estalló de ira por la resistencia del senador del Partido Demócrata de Virginia del Oeste, Joseph Manchin, a aceptar algunas partes del programa legislativo de Biden. Haciéndose eco de Clinton, Midler calificó a los trabajadores que eligieron a Manchin de “pobres, analfabetos y drogadictos”.
La ansiedad de los liberales hacia los trabajadores los lleva a lanzarse contra cualquier parte de la constitución que proporcione una vía para que los trabajadores pongan su sello en la política, aunque sea indirectamente. Esto es lo que está detrás de su campaña histérica para deshacerse del Colegio Electoral y cambiar el número de senadores asignados a cada estado para que sea proporcional a la población.
Usaron el aniversario de lo que el Washington Post insiste en llamar la “insurrección” del 6 de enero para intensificar aún más sus demandas por cambios como esos para “salvar la democracia”.
Tratando de ‘enjuiciar a Trump’
Durante años los demócratas no lograron obtener la mayoría para poder destituir a Trump cuando era presidente. Ahora su objetivo es usar su mayoría en la Cámara de Representantes para lograr que una “investigación” del Comité Selecto especial sobre los disturbios del 6 de enero permita inventar cargos que puedan usarse para condenar a Trump por alguna cosa y así evitar que se postule en 2024. Temen que el Partido Demócrata sufra una derrota y pierda el control tanto de la Cámara de Representantes como del Senado.
Por supuesto, Trump pidió a sus partidarios que hicieran todo lo posible para anular los resultados de las elecciones, que según él fueron manipuladas. Pero no ofreció ninguna evidencia de que hubo fraude electoral de escala suficiente como para cambiar los resultados de las elecciones.
La representante Elizabeth Cheney, una acérrima enemiga republicana de Trump y vicepresidenta del Comité Selecto, dijo que estaba investigando si el ex presidente “por sus acciones o por no actuar” había “obstruido o impedido al Congreso”, un delito grave.
En una amenaza poco disimulada contra el ex presidente, el fiscal general Merrick Garland dijo que el Departamento de Justicia presentaría cargos contra “todos los perpetradores del 6 de enero”, ya fuera que “estuvieran presentes ese día o fueran de algún otra manera criminalmente responsables”.
Tanto Biden como la vicepresidenta Kamala Harris han intensificado su participación en la campaña para atrapar a Trump. En una ceremonia el 6 de enero para conmemorar el aniversario de los disturbios, Biden dijo que “aquellos que incitaron a la turba” eran los “verdaderos conspiradores”. Harris comparó la intrusión en el capitolio con el bombardeo de Pearl Harbor en 1941.
Biden organizó una conferencia de prensa especial el 11 de enero para anunciar que se uniría a otros demócratas para presionar por un fin especial y en una sola ocasión del filibusterismo, que actualmente requiere del 60 por ciento del senado para cerrar la discusión y pasar al voto sobre un proyecto de ley. Esta ha sido una tradición que se remonta a los inicios de la institución, impuesta por primera vez en 1789.
Durante una discusión con la prensa en Atlanta, Biden señaló a la “insurrección” del 6 de enero como un “día terrible en el que literalmente se puso una daga en la garganta de la democracia de Estados Unidos”, lo que requiere cambiar las normas del senado.
En cuestión hay dos proyectos de ley respaldados por los liberales que, según ellos, son fundamentales para defenderse de lo que, según afirman, es la creciente segregación tipo Jim Crow y la privación de derechos de los africano americanos. Por ejemplo, los demócratas proponen que el gobierno federal exija que se puedan registrar votantes el mismo día del voto y que se puedan contar las boletas electorales recibidas por correo hasta siete días después del día de las elecciones.
De hecho, estas son medidas puramente partisanas destinadas a hacer más probables las victorias del Partido Demócrata.
Nuevos cuerpos de espionaje y disrupción
En una ominosa amenaza a los derechos políticos, Matthew G. Olsen, jefe de la División de Seguridad Nacional del Departamento de Justicia, le dijo al Comité Judicial del Senado el 11 de enero que los disturbios en el capitolio demostraron que el FBI no había sido lo suficientemente agresivo en su lucha contra los “extremistas domésticos”. Dijo que su departamento está formando una nueva “unidad de terrorismo interno” para espiar y atacar a grupos políticos.
Jill Sanborn, jefa de la rama de seguridad nacional del FBI, dijo que la agencia de espionaje ha “elevado” su enfoque en el extremismo antigubernamental.
Como muestra la experiencia del Partido Socialista de los Trabajadores, los sindicalistas, los luchadores por los derechos de los negros, los opositores a las guerras de Washington y otros con el espionaje y la disrupción del FBI, estos órganos gubernamentales se utilizarán para atacar al pueblo trabajador y nuestras luchas contra la opresión y explotación capitalista.