Cuba: Revolución socialista forjada por liderazgo de trabajadores, campesinos

Por Seth Galinsky
31 de enero de 2022
Fidel Castro’s Caravan of Freedom arrives in Havana Jan. 8, 1959, after victorious procession across Cuba. “You can win power only with the support of the people, by mobilizing the masses,” he said. Cuban Revolution opened road to socialist revolution in the Americas.
Perfecto RomeroLa Caravana de la Libertad de Fidel Castro llega a La Habana, enero 8 de 1959, tras marcha victoriosa por toda Cuba. Solo con apoyo del pueblo, movilizando las masas se puede ganar el poder, dijo Castro. Revolución Cubana abrió el camino a la revolución socialista en América.

Hace sesenta y tres años, después de que Fulgencio Batista, el dictador respaldado por Washington, huyera de Cuba, Fidel Castro encabezó la “Caravana de la Libertad” desde Santiago, en el este, hasta La Habana, como parte del victorioso Ejército Rebelde que había organizado a los trabajadores y agricultores para tomar el poder político en sus propias manos.

Cientos de miles dieron la bienvenida a Castro y a los combatientes del Ejército Rebelde en pueblos y aldeas de toda la isla durante la caravana del 1 al 8 de enero. La masiva respuesta a la revolución ayuda a explicar por qué han fracasado todos los intentos de los gobernantes norteamericanos de destruir la Revolución Cubana.

Pocas horas antes de que Batista huyera en la madrugada del 1 de enero de 1959, funcionarios del Departamento de Estado enviaron un telegrama a la Embajada de Washington en La Habana, quejándose de que su dictador no había tomado “medidas activas para eliminar a Castro” antes, cuando el gobierno cubano “poseía un amplio equipo militar para lidiar con él”.

Los gobernantes norteamericanos  realizaron un último intento desesperado de bloquear la toma del poder por parte de las fuerzas rebeldes.

Orquestaron un golpe de estado por el general Eulogio Cantillo, jefe del estado mayor conjunto de Batista. Unos días antes, Cantillo le había asegurado a Castro que no permitiría que Batista huyera ni le pediría a la embajada de Estados Unidos que “mediara”. Rompiendo su palabra, escoltó personalmente a Batista al avión que llevó al dictador al exilio y nombró un nuevo gobierno comprometido con Washington.

En respuesta, Castro hizo un llamado al pueblo de Cuba, “especialmente a todo el pueblo trabajador”, a lanzar una huelga general bajo la consigna “¡Revolución sí, golpe militar no!”. Pronto los trabajadores paralizaron la producción en toda la isla. En tres días, las fuerzas revolucionarias controlaban prácticamente todas las ciudades.

Cantillo no duró ni un día en el poder.

Una multitud de 200 mil personas dio la bienvenida a Castro y al Ejército Rebelde cuando entraron en Santiago el 1 de enero. Castro aseguró a la multitud que el derrocamiento de Batista no sería solo un cambio de rostros, con políticos capitalistas que continuarían alimentándose del comedero del gobierno. “El pueblo es el que ha conquistado su libertad y nadie más que el pueblo”, dijo. Este mensaje fue repetido por Castro en cada parada.

En las áreas bajo control rebelde, la dirección revolucionaria había sentado un ejemplo para el país: organizaba conferencias de campesinos, abría escuelas y centros de salud y organizaba clases de alfabetización.

Justicia, no venganza

Castro dejo claro que mientras los altos mandos del ejército de Batista responsables de crímenes sangrientos contra el pueblo serían detenidos y juzgados, los soldados rasos “no tienen culpa de los horrores de la tiranía”. Incluso para los criminales de guerra, dijo, “cuando haya justicia, no habrá venganza”.

El líder revolucionario también explicó que la Revolución Cubana era un ejemplo para toda América Latina. “Toda ella tiene sus ojos puestos en nosotros”, dijo. “Esta alegría de hoy no solo es en Cuba, sino en América entera. Como nosotros nos hemos alegrado cuando ha caído un dictador en la América Latina”.

Castro había planeado viajar directamente a La Habana, a menos de un día por carretera, pero el recorrido duró una semana, ya que los trabajadores y agricultores insistieron en que Castro se detuviera y se dirigiera a ellos en un pueblo tras otro. Querían ver y escuchar a los combatientes que habían derrotado a Batista. También sostuvo reuniones con dirigentes locales del Movimiento 26 de Julio liderado por Castro; desarmó y habló con soldados del viejo ejército batistiano; y preguntó a los trabajadores y campesinos cuáles eran sus mayores problemas y qué querían que hiciera el nuevo gobierno.

En cada parada, Castro hizo un llamado a los trabajadores y a los que habían sido soldados, ahora ganados a la revolución, a que se unieran a las fuerzas rebeldes que marchaban hacia La Habana. La antigua policía fue disuelta en todo el país.

En discurso tras discurso ante grandes multitudes a lo largo del camino, Castro dirigió su mensaje al pueblo trabajador y a los combatientes que derribaron la dictadura.

En un discurso transmitido por televisión dos años después, Castro explicó que se había considerado marxista cuando el Ejército Rebelde derrotó a Batista. Estaba convencido de la necesidad de que el pueblo trabajador tomara el poder político en sus propias manos.

El 4 de enero en Camagüey, Castro dijo que la revolución triunfante llevaría a cabo el programa propuesto por el Movimiento 26 de Julio, programa que había sido distribuido en decenas de miles de copias por toda la isla a partir de 1954.

Poder a los obreros y campesinos

“No se nos puede negar el derecho a hacer algo por nuestros campesinos, por aquellos hombres que durante tantos años y tanto tiempo compartieron nuestras vicisitudes y nuestras esperanzas”, dijo Castro a la multitud en Camagüey. “Nosotros no olvidaremos nuestros deberes más elementales” para mejorar la vida en las regiones más aisladas, no solo en las grandes ciudades. La revolución garantizará  que haya caminos, escuelas y hospitales en el campo, dijo.

El énfasis del líder revolucionario estaba en que los trabajadores se vieran a sí mismos como los actores principales en las próximas batallas para hacer avanzar la revolución, no a los políticos burgueses ni a nadie más.

“¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde? Diciendo la verdad”, dijo a una multitud en La Habana el 8 de enero. “¿Cómo perdió la guerra la tiranía? Engañando a los soldados”.

Voy a “seguir con el mismo sistema: el de decirle siempre al pueblo la verdad”, dijo Castro.

“No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”, dijo. Estaba haciendo hincapié en los cambios revolucionarios de gran alcance que el pueblo de Cuba necesitaba llevar a cabo.

Inspirados por su contacto con Castro y sus compañeros revolucionarios, el pueblo trabajador puso con entusiasmo su sello en la lucha que se desarrollaba. Durante los meses siguientes llevaron a cabo una reforma agraria profunda, nacionalizaron las grandes corporaciones capitalistas de Estados Unidos y otros países, y las pusieron bajo el control de los trabajadores y ofrecieron la solidaridad desinteresada al pueblo trabajador y a las naciones oprimidas de todo el mundo. Habían comenzado la primera revolución socialista en las Américas.

Por eso, el imperialismo norteamericano nunca perdonará al pueblo trabajador de Cuba y a su dirección marxista.