El pueblo ucraniano ha resistido tenazmente el asalto asesino de Moscú contra Ucrania durante más de tres meses, abriendo una nueva etapa en el declive y la desintegración del “orden mundial” capitalista establecido después de la Segunda Guerra Mundial. La guerra está agravando la crisis económica mundial que golpea a los trabajadores y está agudizando los conflictos entre las potencias imperialistas rivales a medida que se rearman y buscan la mejor manera de defender sus contrapuestos intereses nacionales.
Tras derrotas y la desmoralización al inicio de la invasión, la guerra de los gobernantes rusos ha sido reorientada y limitada a extender las áreas que controlan junto con los separatistas pro-Moscú en la región del Donbás de Donetsk y Lugansk, y a la defensa de las áreas tomadas en el sur de Ucrania, como las ciudades de Mariúpol y Jersón.
Con protección de fuego de artillería, las fuerzas de Moscú se abrieron paso hasta la ciudad de Severodonetsk, en la provincia de Lugansk. Las fuerzas ucranianas han infligido grandes pérdidas a los invasores, pero sin artillería de largo alcance fueron forzados a abandonar la ciudad.
Las fuerzas ucranianas lanzaron un contraataque limitado en la región sur alrededor de la ocupada Jersón. Moscú canceló los planes de realizar un “referéndum” amañado para incorporar la región a Rusia. Los residentes de Jersón realizaron protestas diarias en marzo hasta que los ocupantes las reprimieron salvajemente, pero aún siguen encontrando formas de expresar su oposición.
Se estima que las bajas rusas durante los tres meses que lleva la guerra en Ucrania son más altas que las sufridas por los soldados de la Unión Soviética durante los 10 años de invasión y ocupación de Afganistán por parte de Moscú. La oposición a la guerra de los trabajadores en Rusia, incluso en las filas del ejército, continúa.
Putin pretende regresar al dominio de Moscú a los pueblos que previamente habían sido conquistados por el imperio zarista, que llegó a ser conocido como una “cárcel de naciones”. Ucrania obtuvo su independencia a principios de la década de 1920 tras la revolución bolchevique dirigida por V.I. Lenin que derrocó el dominio capitalista y estableció un gobierno de trabajadores y agricultores.
Una contrarrevolución dirigida por José Stalin a fines de la década de 1920 echó por tierra la política de Lenin de apoyar la autodeterminación nacional y expulsó del poder a los trabajadores. Una vez más impuso el dominio de Moscú sobre Ucrania. La independencia se logró nuevamente tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Millones de trabajadores salieron a las calles de Ucrania en 2014 para derrocar al brutal régimen pro-Moscú de Viktor Yanukovych.
Si bien Washington es el mayor proveedor de armas para Kyiv, lo hace para promover sus propios intereses imperialistas, no para defender a los trabajadores de Ucrania. Los gobernantes norteamericanos pretenden reafirmar su lugar como potencia dominante en Europa, al mismo tiempo que buscan formas de frenar el ascenso de Beijing, su principal competidor económico y militar en la actualidad.
Bajo las severas sanciones encabezadas por Washington, todo, desde el papel y los botones hasta repuestos para las aerolíneas, están en escasez en Rusia.
Una declaración emitida el 3 de marzo por Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, en nombre del Comité Nacional del PST explica que el partido “se opone al embargo económico y financiero, aplicado de manera amplia, que las clases gobernantes de Estados Unidos, Europa y otros países imperialistas le han impuesto a Rusia, así como a las maniobras militares de estos gobiernos”. Esas sanciones agravan la crisis económica en Rusia y terminan recayendo mayormente sobre el pueblo trabajador. Socavan la posibilidad de forjar la solidaridad obrera entre los trabajadores de Ucrania, Rusia y de todo el mundo, incluso en Estados Unidos.