Pacto Irán-Saudí muestra debilitamiento de Washington

Por Seth Galinsky
8 de mayo de 2023

El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre el régimen iraní y el saudí —finalizado en Beijing— es un reflejo del debilitamiento del papel de Washington en el Medio Oriente, aunque sigue siendo la potencia imperialista dominante que interviene allí.

Las clases dominantes en Teherán y Riad han sido rivales durante décadas, pero sus relaciones se deterioraron aún más después del derrocamiento popular en 1979 de la dictadura del sha en Irán respaldada por Estados Unidos y luego la consolidación de una contrarrevolución capitalista dirigida por los clérigos allí en 1983. Rompieron relaciones en 2016.

El régimen reaccionario de Irán se pinta a sí mismo como el defensor de los musulmanes chiítas frente a los regímenes dirigidos por sunitas y el imperialismo norteamericano. La monarquía en Arabia Saudita defiende los intereses de una clase dominante mayoritariamente sunita de comerciantes, banqueros y rentistas petroleros.

Presionados por la profundización de la crisis capitalista actual, las sanciones de Washington y la resistencia de las masas dentro de Irán, los capitalistas allí esperan salir de su aislamiento.

La monarquía saudí ya no está convencida de que debería continuar confiando únicamente en el poderío militar de Washington para proteger sus intereses.

Los capitalistas de Arabia Saudita venden al menos cinco veces más petróleo por día a China que a Estados Unidos. Pero el peso militar de Beijing en la región, con solo una base en Yibuti, palidece en comparación con las bases de Estados Unidos en al menos 10 países allí y decenas de miles de tropas.

El acuerdo pretende frenar el conflicto en Yemen, donde Teherán ha estado armando a los rebeldes hutíes, que controlan la capital y han utilizado drones para atacar la producción de petróleo dentro de Arabia Saudita, mientras que una coalición liderada por Arabia Saudita ha llevado a cabo años de bombardeos devastadores tratando de restablecer el gobierno anterior.

Más de 350 mil personas murieron en la guerra, incluidas muchas de hambre y enfermedades. El 9 de abril, funcionarios saudíes se reunieron con representantes hutíes para discutir un alto el fuego.

En otras partes de la región, regímenes que habían rechazado al presidente sirio Bashar al-Assad durante más de una década están discutiendo invitar a un representante sirio a la cumbre de la Liga Árabe el próximo mes. Esta sería la primera vez desde el comienzo de la guerra civil de Siria, que estalló después de que Assad intentara aplastar un levantamiento popular. La intervención militar de Moscú y Teherán permitió al régimen de Assad retomar gran parte del país.

Teherán afirma que el acuerdo con Riad significa la muerte de los “Acuerdos de Abraham”, el establecimiento de relaciones diplomáticas entre el gobierno israelí y los gobiernos de los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Kosovo, Marruecos y Sudán, firmado en 2020. Los acuerdos fueron negociados por la administración del presidente Donald Trump con el respaldo entre bastidores del régimen saudita.

Los acuerdos pusieron fin al boicot de siete décadas del estado judío por parte de varios gobiernos musulmanes y árabes, impuesto bajo el pretexto de defender al pueblo palestino. Si bien el objetivo de Trump era aumentar la estabilidad del capitalismo norteamericano en el Medio Oriente, los acuerdos ampliaron las oportunidades para que. los trabajadores de diferentes creencias religiosas y orígenes nacionales viajen, trabajen codo con codo y encuentren formas de unirse para defender sus intereses de clase.

El presidente Joseph Biden ha mostrado poco interés en ampliar el número de gobiernos árabes que reconocen a Israel. Pero los acuerdos siguen vigentes, y a principios de abril se finalizó un acuerdo de libre comercio entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos.

Para consolidar su poder, los gobernantes iraníes han extendido su influencia contrarrevolucionaria, dirigiendo milicias y partidos políticos en Iraq; entrenando y armando a Hezbolá en el Líbano; respaldando a Hamás en Gaza; y estacionando fuerzas en Siria. Están intensificando las amenazas de guerra contra Israel, que prometen borrar de la faz de la tierra.

El 6 de abril, las fuerzas de Hamás con base en el sur del Líbano lanzaron más de 34 misiles de corto alcance contra Israel, causando daños pero no muertos. Hamás también lanzó misiles desde Gaza y una milicia pro iraní en Siria disparó cohetes contra los Altos del Golán. El gobierno israelí tomó represalias, asegurándose de no atacar ningún objetivo de Hezbolá en el Líbano.

A diferencia de Hamás en Gaza, que tiene misiles rudimentarios, Hezbolá posee más de 100 mil, muchos de ellos con capacidad de ser guiados con precisión. Hasta el momento no se ha involucrado directamente en los recientes ataques contra Israel. Es parte de de la coalición gobernante en el Líbano que se ha enfrentado a la resistencia de los trabajadores de todas las religiones en medio de una profunda crisis económica.

El gobierno israelí ha dicho repetidamente que si el programa nuclear de los gobernantes iraníes avanza hacia la construcción de un arma nuclear, lanzará un ataque para eliminar la amenaza.

El freno más importante a este peligro es el cambio radical en las actitudes hacia el régimen de Irán desde que los trabajadores allí se sumaron a protestas en 2018 y 2019, impulsadas por la oposición a las intervenciones militares y políticas de Teherán, y nuevamente el año pasado tras la muerte de Zhina Amini después de su arresto por la odiada policía de la moralidad.

Ya en abril ha habido decenas de protestas de jubilados, huelgas de trabajadores y continuas acciones semanales en Baluchistán exigiendo la liberación de todos los presos políticos y la igualdad de derechos para las minorías oprimidas. Una guerra con Israel no sería popular en Irán.