LÍDER DEL PST HABLA EN EVENTO EN LA HABANA

‘Una revolución genuina significa dirigir a millones’

Lucha de clases en EEUU hoy, la Revolución Cubana y la forja de un partido proletario

3 de julio de 2023
April 25 book presentation in Havana at headquarters of Cuban Institute for Friendship with the Peoples. Inset, from left, Mary-Alice Waters; ICAP leader Noemí Rabaza, who chaired and spoke. In Cuba, Rabaza said, the government represents workers’ class interests not those of the capitalists. “What Noemí says is important,” Waters noted in discussion period. Cuba’s socialist revolution is a beacon worldwide and set the example for working people in the U.S., too. “Alone we’ll be defeated. Fighting together, we can win,” Waters ended.
Fotos del Militante/Martín Koppel Presentación del libro en sede del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, La Habana, 25 de abril. Recuadro: Mary-Alice Waters (izq.) y Noemí Rabaza del ICAP. En Cuba, dijo Rabaza, el gobierno representa los intereses de la clase trabajadora, no de los capitalistas. “Lo que dice Noemí es importante”, señaló Waters. La revolución socialista cubana es un faro en el mundo y sienta un ejemplo para trabajadores en EEUU. “Solos seremos derrotados. Luchando juntos podemos ganar”.

 

A continuación publicamos las palabras de Mary-Alice Waters en una presentación, celebrada el 25 de abril en La Habana, del libro Ya superamos el punto más bajo de la resistencia del pueblo trabajador: El Partido Socialista de los Trabajadores mira hacia adelante, de Jack Barnes, Steve Clark y Waters. Waters es miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores y presidenta de la editorial Pathfinder.

El evento, realizado durante los preparativos en La Habana y toda Cuba para celebrar el Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajador, fue auspiciado por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba y celebrado en la sede nacional del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. Leima Martínez, directora para Norteamérica del ICAP, dio la bienvenida al público. Noemí Rabaza, primera vicepresidenta del ICAP, habló junto a Waters y moderó la actividad (ver reportaje en la edición del 29 de mayo del Militante). Copyright © 2023 por Pathfinder Press. Reproducido con autorización.

POR MARY-ALICE WATERS

Gracias a Noemí y a Leima por su calurosa bienvenida y palabras introductorias.

Y gracias a todos nuestros compañeros y compañeras del ICAP aquí por auspiciar este evento especial. A nombre de la editorial Pathfinder y de la dirección del Partido Socialista de los Trabajadores, quisiera transmitir también nuestro agradecimiento a los compañeros que están aquí en representación del Comité Central del partido por sus iniciativas y esfuerzos que hicieron posible este evento.

Obreros ferroviarios en Washington reclaman un convenio nacional, 13 de diciembre. Se ha dado un alza pequeña pero importante en protestas obreras, no solo por mejoras salariales sino en respuesta a condiciones intolerables y peligrosas y turnos inhumanos.
AP Photo/Jose Luis MaganaObreros ferroviarios en Washington reclaman un convenio nacional, 13 de diciembre. Se ha dado un alza pequeña pero importante en protestas obreras, no solo por mejoras salariales sino en respuesta a condiciones intolerables y peligrosas y turnos inhumanos.

Es un privilegio tener la oportunidad de intercambiar con un público como este —jóvenes, trabajadores y dirigentes comunistas— sobre la lucha de clases que se desarrolla en Estados Unidos y la perspectiva revolucionaria que presentamos. Nos interesan sus observaciones, preguntas y opiniones.

El libro que la editorial Pathfinder presenta esta tarde —Ya superamos el punto más bajo de la resistencia del pueblo trabajador: El Partido Socialista de los Trabajadores mira hacia adelante,cuyos autores son Jack Barnes, Steve Clark y yo— trata sobre las expresiones políticas de la lucha de clases que hoy se va agudizando en Estados Unidos. La pieza central del libro es un documento redactado hace seis meses por la dirección del PST. Después de tres meses de debates y el voto de los miembros del partido en sus ramas por todo el país, fue aprobada en diciembre de 2023 por los delegados al 49 congreso constitucional del partido.

El libro ahora se está utilizando, desde el Atlántico hasta el Pacífico, como también a nivel internacional, para educar y ganar a trabajadores y jóvenes a una trayectoria proletaria de acción.

Época imperialista

La lucha de clases en Estados Unidos, como en todos los países, no comienza con sus propias idiosincrasias históricas, culturales y políticas. Comienza como parte íntegra del mundo.

Comenzamos con las consecuencias del hecho de que vivimos en la época imperialista, en momentos cuando continúa desmoronándose la aparente estabilidad del orden mundial que fue impuesto por los vencedores en la Segunda Guerra Mundial. Ese proceso se ha visto acelerado por la primera guerra terrestre en gran escala en Europa en casi ocho décadas. Se han recrudecido las guerras comerciales, monetarias y de capital, que frecuentemente anuncian futuros conflictos armados. Se va desarrollando una renovada carrera armamentista, incluso de armas nucleares. El odio antijudío está creciendo nuevamente a nivel mundial, con palabras y con hechos. Y la potencia imperialista predominante está decayendo relativamente, sin que exista un sustituto.

Colón, Cuba, 7 de enero 1959. Multitud recibe a combatientes del Ejército Rebelde en la Caravana de la Libertad, que recorrió pueblos por toda la isla tras derrocar a la dictadura. Como Lenin y los bolcheviques, Fidel Castro mantuvo la perspectiva de que una revolución genuina y la forja de un partido comunista requieren organizar y dirigir a millones de trabajadores atraídos a ese camino.
AP Photo/Harold ValentineColón, Cuba, 7 de enero 1959. Multitud recibe a combatientes del Ejército Rebelde en la Caravana de la Libertad, que recorrió pueblos por toda la isla tras derrocar a la dictadura. Como Lenin y los bolcheviques, Fidel Castro mantuvo la perspectiva de que una revolución genuina y la forja de un partido comunista requieren organizar y dirigir a millones de trabajadores atraídos a ese camino.

Con todos los conflictos, guerras y crisis que se avecinan, solo una cosa es segura. A menos que la clase trabajadora y sus aliados desarrollen la conciencia y confianza de que nosotros tendremos que quitar el poder de librar guerras de las manos de los gobernantes capitalistas en Estados Unidos y otros países imperialistas, sí habrá una nueva guerra mundial. Una guerra de consecuencias inimaginables.

Para el Partido Socialista de los Trabajadores, esta verdad histórica no es motivo de desesperación. Ese apocalipsis no es inevitable. Depende de las acciones de la clase trabajadora internacional y su vanguardia política. Depende de nosotros, de todos nosotros.

Además, tenemos una ventaja importante sobre las generaciones anteriores. La victoriosa revolución socialista en Cuba, que fue posible gracias a los trabajadores y agricultores bajo la dirección de Fidel, nos da un ejemplo vivo del que podemos aprender.

La manera en que Fidel reconoció en acción, a partir de enero de 1959, que una auténtica revolución —y el desarrollo de un liderazgo comunista— exigía extenderse mucho más allá de los miles de hombres y mujeres en uniforme del Ejército Rebelde y del Movimiento 26 de Julio. Significaba dirigir a los millones que estaban siendo captados para la revolución. Significaba organizar y movilizar a aquellos cuyos uniformes eran las “camisas de trabajadores y campesinos y hombres humildes del pueblo”.

Ninguna dirección desde Lenin y los bolcheviques ha comprendido y actuado a partir de ese hecho con tanta confianza y constancia como la dirección de la revolución socialista cubana. Ante todo Fidel.

Estos son hechos históricos que guían la trayectoria política del Partido Socialista de los Trabajadores.

Respuesta a intensificada explotación

Brevemente, quisiera destacar cuatro de las valoraciones políticas que son fundamentales en este libro.

Primero. Como afirma el título, en los últimos dos años hemos visto un pequeño pero notable aumento en el número y la distribución geográfica de huelgas industriales, paros y actos de solidaridad proletaria. Sin embargo, más importante que el tamaño y el número de estas acciones es lo que las impulsa.

En muchos casos, los reclamos de los huelguistas no son solo o siquiera principalmente por salarios. Están exigiendo cambios en las condiciones intolerables y peligrosas de trabajo que afectan más y más la salud y las relaciones familiares.

  • condiciones laborales inseguras, por ejemplo cuando los patrones inhabilitan o se niegan a instalar medios de protección en las máquinas, y exigen que los trabajadores realicen tareas para las cuales no han recibido suficiente capacitación.
  • jornadas de 12 horas de intenso trabajo con pocos descansos, a veces seis o siete días a la semana.
  • convenios que penalizan a los trabajadores si faltan un solo día por estar enfermos.
  • horas extras obligatorias y turnos que cambian continuamente, sin dejar tiempo para la familia, el descanso, el recreo, o las actividades sindicales o sociales. Los trabajadores los llaman “turnos de divorcio” y “turnos de suicidio”.

Para calificar esta realidad con el nombre correcto: es el resultado de la intensificación de la explotación del trabajo. Algunas de las consecuencias sociales de esta ofensiva impulsada por las ganancias están ilustradas en las gráficas que verán en el libro.

Leesburg, Virginia, junio 2021. Padres protestan contra programas escolares que separan a alumnos por el color de la piel y que enseñan a niños de piel blanca, como los de la foto, que ellos son racistas de nacimiento. El cartel dice “No soy opresor”.
AFP/Andrew Caballero-ReynoldsLeesburg, Virginia, junio 2021. Padres protestan contra programas escolares que separan a alumnos por el color de la piel y que enseñan a niños de piel blanca, como los de la foto, que ellos son racistas de nacimiento. El cartel dice “No soy opresor”.

Los salarios reales, tomando en cuenta la inflación, se han estancado durante casi medio siglo y han empezado a bajar nuevamente durante los últimos tres años. La expectativa de vida en Estados Unidos ha bajado al punto más bajo en un cuarto de siglo. La tasa de natalidad es menos de la mitad de lo que era en 1950. Se ha disparado el nivel de suicidios entre adolescentes, pequeños agricultores y veteranos de las guerras de Washington en Afganistán, Iraq y otros países. El uso de drogas es actualmente la principal causa de muerte para los hombres en sus óptimos años laborales. El alcoholismo está aumentando nuevamente, y la adicción al juego asciende a niveles récord.

Formar y mantener una familia está cada vez más allá de las posibilidades de los y las jóvenes de la clase trabajadora y otras capas explotadas y de las clases medias más golpeadas. Las rentas de apartamentos y los pagos de hipotecas están aumentando, junto con los precios de los alimentos, la gasolina, la atención médica, la enseñanza, el cuidado infantil y otras necesidades.

El descarrilamiento de un tren de carga en East Palestine, un poblado rural de Ohio —noticia que se difundió mucho aquí en Cuba y en otras partes del mundo— ilustra muchos de los elementos de la actual catástrofe social. Se volcaron decenas de miles de galones de químicos tóxicos por un área muy extensa, poniendo en peligro la vida y el bienestar de miles de familias de trabajadores y agricultores. No fue un “accidente”. La causa no fue otra cosa que el afán de los dueños de la empresa ferroviaria de aumentar sus tasas de ganancias. Uno de los dispositivos de seguridad, un sensor térmico, que habría alertado a la tripulación sobre un problema a tiempo para frenar el tren, había sido calibrado de manera que lo hizo inservible.

Un número creciente de trabajadores está diciendo ¡Basta! ante el poder desmedido de los dueños capitalistas. Se encuentran más y más dispuestos a luchar y a debatir entre sí cómo ganar. Hay más receptividad a la idea de que las condiciones laborales y de seguridad —cuestiones de vida o muerte— deben estar bajo el control de los propios trabajadores.

Decir que ya dejamos atrás el punto más bajo de la resistencia del pueblo trabajador no es una predicción sobre el ritmo o la amplitud de nuevas batallas que se vislumbran. Nos dice lo que ya ha sucedido, las oportunidades políticas que se van abriendo y para qué debemos prepararnos.

Les daré otro ejemplo concreto que indica lo que ha cambiado. El pasado fin de semana, miembros del Partido Socialista de los Trabajadores participaron en la feria anual del libro en Los Ángeles, al que concurren decenas de miles de trabajadores y jóvenes. En dos días vendieron casi 90 suscripciones a nuestro periódico semanal, el Militante, y 235 libros. El best-seller fue el libro que estamos presentando aquí. En resumen, vendieron en dos días la misma cantidad de libros y suscripciones que habían vendido durante dos meses el año anterior. Y los números habrían sido aún mayores si no se les hubieran agotado los libros y periódicos.

Crecientes divisiones de clase

Segundo. Se está produciendo una creciente polarización social y política en Estados Unidos en torno a numerosas cuestiones. Estas divisiones reflejan la agudización de divisiones de clase. La meritocracia muy bien remunerada de las capas profesionales y medias está empeñada en imponer sus valores de clase pero se está topando con mucha resistencia entre amplias capas del pueblo trabajador. Para mencionar solo unos ejemplos:

  • La carga de los problemas sociales engendrados por el capitalismo frecuentemente recae más sobre las mujeres, especialmente entre las clases explotadas. No existe un camino para acabar con la opresión de la mujer sin que se aborden las crisis sociales que pesan sobre las familias de la clase trabajadora y que encare los retos y responsabilidades que asumen las mujeres por el cuidado de los miembros de la familia y como portadores de la nueva vida. Sin embargo, los maldirigentes burgueses y de izquierda pequeñoburguesa en las organizaciones que dicen defender los derechos de la mujer ocultan y tergiversan las raíces de la opresión de la mujer en la sociedad de clases. Hacen caso omiso de los problemas sociales y familiares que necesitan ser abordados. Ellos reducen la lucha por la igualdad de la mujer, en gran medida, a la cuestión del acceso al aborto. Y después la reducen aún más a un asunto electoral con la esperanza de ganar votos para el Partido Demócrata. La emancipación de la mujer —que es imposible si la mujer no tiene acceso a métodos legales y médicamente seguros para controlar su reproducción— es inseparable de la lucha de la clase trabajadora para crear las condiciones materiales y sociales que permitan a las mujeres y a los hombres realizar nuestra plena humanidad. Esa es la batalla política que debemos ganar.
  • Trabajadores de cuidado infantil luchan por reconocimiento de su unión, Sacramento, California, febrero 2020. No existe camino para acabar con la opresión de la mujer, dijo Waters, que no aborde las crisis sociales que pesan sobre las familias obreras y las responsabilidades que recaen sobre la mujer.
    Local 99 del Sindicato Internacional de Empleados de ServiciosTrabajadores de cuidado infantil luchan por reconocimiento de su unión, Sacramento, California, febrero 2020. No existe camino para acabar con la opresión de la mujer, dijo Waters, que no aborde las crisis sociales que pesan sobre las familias obreras y las responsabilidades que recaen sobre la mujer.

    En respuesta a las horrendas matanzas en años recientes en escuelas, iglesias, sinagogas y centros comerciales, muchos dizque “progresistas” culpan a trabajadores y agricultores “retrógrados” por aferrarse a sus armas. Argumentan que la tenencia individual de armas de fuego es la causa de los tiroteos masivos, y hacen campaña a favor de nuevas restricciones o incluso leyes que prohíban la posesión de armas de fuego. Pero la causa de estos incidentes no son las armas. Son producto de las crisis sociales causadas por el capitalismo, y las presiones que destrozan a decenas de miles de familias.

  • Hoy día ocurren enfrentamientos acalorados entre padres y administradores de escuelas en torno a la imposición de programas escolares que separan a los alumnos según el color de su piel y enseñan a los niños de piel blanca que ellos son racistas de nacimiento. En el mural de fotos al frente de este salón, con imágenes del libro que estamos comentando, encontrarán una foto de dos niños con cartelones que dicen, “¡No soy un opresor!” Capta el contenido político y la intensidad de estos conflictos.
  • Otro foco de tensión es la creciente práctica de enseñar sobre la “fluidez de género” a los niños, incluso en edad de kínder: enseñarles que no tiene importancia el sexo que supuestamente les fue “asignado” cuando nacieron. Les aseguran que no son ni varones ni hembras, y que pueden escoger lo que desean entre una larga lista de “géneros”. A los jóvenes que están pasando por la miseria sexual de la adolescencia, se les insta a que se sometan a una cirugía de “reasignación de género” y a la terapia hormonal. Otro frente de batalla son los enfrentamientos en torno a los hombres transgénero que compiten en deportes femeninos. Cualquiera que defienda el hecho biológico de que existen dos sexos corre el riesgo de ser difamado como “transfóbico” por las turbas de las redes sociales.
  • Estos conflictos, y muchos más, no son principalmente una expresión de divisiones dentro de la política burguesa, aunque muchas veces sí son explotados por políticos burgueses que pretenden desviar la atención de los problemas fundamentales y ganar votos. Como subraya la resolución del PST, “Cualquiera que sea el camuflaje”, estos conflictos “en última instancia reflejan divisiones de clase”.

Como explicó Federico Engels con tanta claridad hace casi un siglo y medio: “La verdadera igualdad entre el hombre y la mujer solo puede convertirse en realidad cuando la explotación de ambos por el capital haya sido abolida, y el trabajo privado en el hogar haya sido transformado en una industria pública”.

Defender derechos constitucionales

Tercero. La defensa de las protecciones y libertades enumeradas en la Constitución de Estados Unidos, como explica la resolución del PST, “está al centro de la lucha de clases hoy día”. Estas protecciones están siendo atacadas por el gobierno federal, su policía política y ambos partidos políticos gobernantes. Son libertades que el pueblo trabajador conquistó en batallas de clase a través de dos siglos y medio, incluida una de las guerras civiles más sangrientas de la historia.

La Constitución norteamericana se originó como la constitución de una república burguesa mercantil. La vanguardia obrera no la defiende o apoya políticamente. Sin embargo, esa constitución incorpora protecciones escritas —duramente conquistadas— contra abusos y restricciones de diversas libertades por el estado capitalista.

Laura Garza, candidata del PST al Senado, hace campaña en protesta obrera, Los Ángeles, 6 de mayo. El PST explica que necesitamos un partido obrero basado en los sindicatos, las organizaciones básicas de nuestra clase con millones de miembros. Un partido que rompa con los partidos capitalistas, los demócratas y los republicanos, y actúe políticamente a favor del pueblo trabajador a nivel nacional y mundial.
Militante/Deborah LiatosLaura Garza, candidata del PST al Senado, hace campaña en protesta obrera, Los Ángeles, 6 de mayo. El PST explica que necesitamos un partido obrero basado en los sindicatos, las organizaciones básicas de nuestra clase con millones de miembros. Un partido que rompa con los partidos capitalistas, los demócratas y los republicanos, y actúe políticamente a favor del pueblo trabajador a nivel nacional y mundial.

La Primera Enmienda a la Constitución afirma: “El Congreso no hará ley alguna sobre el establecimiento de una religión, o que prohíba el libre ejercicio de la misma; o que limite la libertad de expresión, o de prensa; o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y a solicitarle al gobierno que rectifique agravios”.

“Puesto que una milicia bien regulada es necesaria”, afirma la Segunda Enmienda, “ no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”.

La Cuarta Enmienda garantiza “el derecho del pueblo a que sus personas, domicilios, documentos y efectos estén protegidos contra registros y confiscaciones irrazonables”.

En los procesos penales, la Sexta Enmienda garantiza el derecho a un juicio con un jurado de sus semejantes, el derecho a un abogado defensor y el derecho a enfrentar a sus acusadores y ver la evidencia que se presentará contra uno.

Cada vez que se violen estas libertades —sin importar que el objeto del ataque sea un ex presidente norteamericano o un pequeño comerciante victimizado por afirmar sus creencias religiosas— los trabajadores conscientes debemos denunciarlo. Quienquiera que sea el objeto inicial del ataque, la historia nos dice que cualquier violación de estas protecciones será utilizada, tarde o temprano, como precedente para atacar a sindicatos, trabajadores en huelga, partidos obreros y organizaciones de los oprimidos.

Durante los años 30, cuando fuerzas auténticamente fascistas con lazos internacionales estaban creciendo en Estados Unidos y exigían el derecho a la libre asamblea, el Partido Socialista de los Trabajadores defendió su derecho de hacerlo. Y cuando 20 mil simpatizantes nazis colmaron el Madison Square Garden en Nueva York en febrero de 1939, unos 50 mil trabajadores se movilizaron ante el llamado del partido de responder a esa amenaza: no para reforzar ilusiones en los tribunales y organismos legislativos capitalistas, sino en acción y en las calles.

Al contrario de lo que algunos grupos de izquierda alegan de manera poco seria, hoy día no existe un creciente movimiento fascista en Estados Unidos. Las libertades protegidas por la Constitución están siendo atacadas hoy, ante todo, por el estado capitalista, al igual que por las capas profesionales y medias privilegiadas pero relativamente inseguras que se consideran “progresistas”.

Las universidades se han convertido en caldo de cultivo para actividades que pretenden silenciar a estudiantes y profesores con los cuales uno discrepa. Sea bajo la bandera de la “cultura de la cancelación”, la “teoría crítica de razas” o el movimiento antijudío de “Boicot, Desinversión y Sanciones”, estas fuerzas son reaccionarias y ajenas a la clase trabajadora y sus aliados.

Otra expresión de la polarización de clases y la desintegración del estado de derecho burgués es la criminalización de las discrepancias políticas en el seno de la clase dominante y sus partidos políticos. La mayoría demócrata en la Cámara de Representantes votó dos veces a favor de hacerle un juicio político a Donald Trump durante su presidencia. Ahora se ha entablado en las cortes la primera de muchas acusaciones contra Trump por otros supuestos delitos o demandas judiciales civiles. La Cámara de Representantes, hoy controlada por los republicanos, está preparando su revancha contra el presidente Joseph Biden y miembros de su familia. Y no terminará con eso.

En los últimos años también hemos visto en otros países las consecuencias de esta criminalización de los contrincantes en la política burguesa. El ejemplo de Brasil es uno de los más conocidos para nosotros.

Desarrollar una vanguardia obrera

Cuarto. Forjar un partido proletario.

Durante la feria del libro de La Habana hace dos meses, tuve una conversación con una joven que visitó el stand de Pathfinder. Me preguntó: “¿Por qué ustedes ponen tanto énfasis en la clase trabajadora? ¿No es exclusionista eso? ¿No le resta importancia a la lucha contra el racismo, el patriarcado, la transfobia, la destrucción del medio ambiente?”

La respuesta que le di no era complicada.

La clase trabajadora es la capa social más inclusiva, tanto en Estados Unidos como en cualquier otro estado capitalista. Decenas de millones de trabajadores son objeto del racismo, del sexismo y de todo tipo de prejuicios y formas de opresión que la sociedad capitalista fomenta para dividirnos, para enfrentarnos unos a otros. Los trabajadores están involucrados diariamente en luchas para defenderse a sí mismos y unos a otros, tanto dentro y fuera de sus centros de trabajo.

Pero eso es apenas el comienzo de una respuesta. Solo la clase trabajadora, creada por el propio capitalismo, tiene el peso social y el poder económico —y la falta de un interés de clase en mantener el dominio y explotación capitalista— que le permiten encabezar la batalla política necesaria para tomar el poder estatal y establecer un gobierno que defienda los intereses del pueblo trabajador, la gran mayoría de la humanidad.

Solo la clase trabajadora, al frente de sus aliados —“los humildes”, para usar las palabras de Fidel— puede crear nuevos cimientos económicos para todas las relaciones sociales. Cimientos que, por primera vez en milenios, no se basen en la posesión privada de la tierra y la propiedad productiva, en la explotación y opresión por parte de una pequeña minoría de familias gobernantes ricas. Esa es la perspectiva que se plantea en El trabajo, la naturaleza y la evolución de la humanidad: La visión larga de la historia, un libro recientemente publicado que complementa el título que estamos presentando hoy.

Y —como lo confirma la revolución socialista cubana que hicieron los trabajadores y agricultores de Cuba— será solo a través de enormes batallas de clase para arrebatarles el poder a los actuales gobernantes y comenzar la transformación de la sociedad que se podrá forjar una vanguardia de millones de personas. Es solo por ese camino que millones de seres humanos, moldeados por la sociedad capitalista, se transformarán a medida que luchan por transformar su mundo.

El mayor obstáculo que enfrentan los trabajadores es el de vencer la imagen de nosotros mismos que la sociedad capitalista nos inculca desde el día que nacemos. Como lo expresó Malcolm X, no necesitamos que nos despierten a nuestra opresión. Necesitamos despertarnos a nuestro propio valor. Para descubrir lo que somos capaces de lograr.

La epidemia de drogas es una de las causas de la caída de la esperanza de vida en EEUU. Foto de fondo: tienda de marihuana en Nueva York, donde el gobierno fomenta su uso.
Fuente: Centro Nacional de Estadísticas SanitariasLa epidemia de drogas es una de las causas de la caída de la esperanza de vida en EEUU. Foto de fondo: tienda de marihuana en Nueva York, donde el gobierno fomenta su uso.

Una revolución socialista en Estados Unidos es inconcebible sin organizar a los trabajadores para forjar, ampliar y fortalecer las organizaciones básicas de defensa de nuestra clase: los sindicatos. Es imposible sin aprender a utilizar ese poder sindical para promover los intereses del pueblo trabajador. Es imposible sin una batalla para transformar los sindicatos en instrumentos de lucha de clases, para ser utilizados por trabajadores conscientes y templados al calor de la lucha.

Como parte de esa creciente conciencia, la clase trabajadora necesita no solo la democracia y unidad sindical. Ante todo, necesitamos romper con nuestra subordinación a los partidos del capital —en Estados Unidos, sobre todo los partidos Demócrata y Republicano— y encontrar nuestra propia voz política. Necesitamos un partido obrero basado en los sindicatos. Un partido que también promueva una política exterior proletaria, que comience, no con una lealtad colaboracionista de clase a uno u otro de los estados capitalistas que pugnan entre sí, sino con las necesidades de nuestra clase a nivel nacional e internacional.

Estas no son tareas para el futuro. Son tareas para hoy que solo pueden ser logradas por un partido que sea proletario en su composición y entorno social, como también en su programa y liderazgo.

Continuidad comunista

La trayectoria del Partido Socialista de los Trabajadores no fue inventada por nosotros. Se remonta a la fundación del movimiento obrero moderno. Nuestra continuidad se basa en la dialéctica materialista y la perspectiva histórica de Marx y Engels y su liderazgo de la clase trabajadora desde 1847. Es una continuidad que pasa por la dirección de Lenin en la Revolución de Octubre y los primeros años de la Internacional Comunista. Una continuidad que Trotsky defendió en su trabajo para mantener la perspectiva de Lenin, para forjar un movimiento comunista mundial basado en la verdad y no en las mentiras, frente a la trayectoria que impulsó Stalin contra la política obrera independiente y el internacionalismo proletario.

Es una continuidad que pasa por la revolución socialista cubana dirigida por Fidel. Pasa por los dirigentes de las masas trabajadoras como Che, Maurice Bishop y Thomas Sankara, quienes pusieron en práctica ese ejemplo. Pasa por las lecciones que aprendimos a través de nuestro propio siglo de experiencias en la lucha de clases en Estados Unidos, desde la fundación del primer Partido Comunista en ese país en 1919, hasta el presente.

Para nosotros, la defensa de Cuba y la revolución socialista cubana no es solo un acto de solidaridad obrera internacional, por importante que sea. Es inseparable de nuestra perspectiva revolucionaria proletaria en Estados Unidos. Necesitamos convencer a grandes sectores de la clase trabajadora en el baluarte imperialista a que vean que el odio, el temor y las mentiras de los patrones sobre la Revolución Cubana son en realidad una extensión de su odio, temor y mentiras sobre el pueblo trabajador en Estados Unidos.

Las familias dominantes que controlan Washington descartan las capacidades revolucionarias de los trabajadores y agricultores en Estados Unidos tan rotundamente como descartaron las capacidades de las masas trabajadoras cubanas que los derrotaron en Playa Girón. Una lección que ellos jamás olvidarán o perdonarán.

El libro Ya superamos el punto más bajo de la resistencia del pueblo trabajador: El Partido Socialista de los Trabajadores mira hacia adelante es un aporte a la lucha para organizar y movilizar en acción esas capacidades revolucionarias.