El pueblo ucraniano está resistiendo resueltamente los intentos del presidente ruso Vladimir Putin para conquistar Ucrania. Al mismo tiempo, Israel está luchando para derrotar a Hamás. Las dos guerras marcan un hito en la política mundial, con mucho en juego para la clase trabajadora. Israel busca prevenir más masacres de judíos como el pogromo realizado por Hamás el 7 de octubre con el respaldo del régimen clerical burgués de Irán.
El representante de Moscú ante la ONU, Vasily Nebenzia, afirmó el 2 de noviembre que Israel no tenía ningún “derecho de autodefensa” contra el asesinato de judíos por Hamás, porque Israel era un “estado ocupante”. Esta acusación la hace un régimen que niega que Ucrania sea un país legítimo y está realizando un ataque genocida contra los trabajadores de esa nación.
Si Israel no derrota a Hamás, se envalentonarán las fuerzas por todo el mundo que odian a los judíos.
En marcado contraste con Moscú, el gobierno ucraniano ha apoyado el derecho de Israel a defenderse. Hamás intentó matar a tantos judíos como pudo el 7 de octubre. Dos días antes, Moscú atacó con misiles un funeral de un soldado ucraniano en Hroza, dejando a más de 50 personas muertas, la sexta parte de la población de la aldea.
El 10 de noviembre, las defensas aéreas ucranianas derribaron dos tercios de los 31 drones de ataque suministrados por Teherán a Moscú en un bombardeo contra la densamente poblada capital, Kiev. Los gobiernos de Rusia e Irán se han acercado durante la invasión de Ucrania.
El régimen de Putin ha deteniendo a más de 19 mil personas en Rusia en su intento de sofocar la oposición a la guerra. Los fiscales han pedido una sentencia de ocho años de prisión para Alexandra Skochilenko, acusada de difundir “información falsa” sobre las fuerzas armadas del país.
“Solo quería detener la guerra”, dijo Skochilenko ante un tribunal ruso el 8 de noviembre. La artista y músico fue detenida en abril de 2022 por cubrir las etiquetas de los precios en un supermercado de San Petersburgo con etiquetas contra la guerra. Sus partidarios han mantenido fotos de sus etiquetas en un sitio web mientras hacen campaña por su libertad. Una de sus etiquetas describe el bombardeo ruso de un teatro en Mariupol que mató a más de 400 civiles refugiados ahí. Otros exponen el número de reclutas rusos muertos, actualmente cientos de miles, calificándolos de “muertes sin sentido”.
La represión de Putin no siempre impide muestras de oposición contra la guerra. El estudiante Artyom Sakharov fue multado por organizar en marzo un acto en memoria de las personas que han perecido en el conflicto. En octubre celebró una lectura de poesía en la ciudad siberiana de Barnaul, pero como concluyó con la frase “paz para el mundo”, Sakjarov pasó la noche en la cárcel y fue multado nuevamente.
El Kremlin está tratando de ganar apoyo para su guerra financiando la producción de películas bélicas ultra nacionalistas. A pesar de los presupuestos millonarios dedicados a esto, han sido fracasos espectaculares.
Uno de los mayores fracasos en taquilla fue “Svidetel” (Testigo), la primera película sobre la guerra, con un presupuesto de 2 millones de dólares. Representa a soldados ucranianos, adornados con tatuajes de esvásticas, matando a civiles mientras se acerca la invasión rusa “liberadora”. En los primeros cuatro días recaudó sólo 70 mil dólares en más de mil cines.
“Es una mentira tras otra, y los artistas ni siquiera se molestan en fingir que hablan en serio”, dijo a Al Jazeera, Konstantin, un profesor de inglés de la ciudad de Tula, en el oeste de Rusia. “Debería mostrarse en Ucrania como una comedia”.