LA ROMANA, República Dominicana — “Los logros que hemos hecho se deben a nuestras movilizaciones en las calles”, dijo al Militante Jesús Núñez, coordinador nacional de la Unión de Trabajadores Cañeros (UTC). Describió su lucha de años para obtener pensiones, atención médica y mejores condiciones de vida y de trabajo para miles de cortadores de caña dominicanos y haitianos en las plantaciones de azúcar aquí.
Reporteros del Militante visitaron tres comunidades cañeras el 11 de noviembre —Marchena, Plumita y Santa Lucía— que pertenecen a Central Romana Corp., un gigante conglomerado azucarero e inmobiliario que produce aproximadamente el 70% del azúcar del país.
Los trabajadores estaban muy dispuestos a contar sus historias. En Santa Lucía nos invitaron a reunirnos en la iglesia evangélica local. Pudimos ser testigos de sus condiciones de vida y de trabajo, y conocer más sobre los ataques de los patrones a su unión. Es una historia clásica de un pueblo de la compañía.
Los trabajadores y sus familias viven en comunidades conocidas como bateyes en tierras de la empresa. Se encuentran en medio de los altísimos cañaverales entrecruzados por caminos de tierra. Los bateyes que visitamos eran de pequeñas casas de concreto, con pisos de cemento. Hay líneas eléctricas que pasan cerca de ellos, pero ninguna de las casas está conectada a la red eléctrica. Sólo las viviendas de los supervisores tienen electricidad. Los trabajadores también carecen de agua corriente.
Los trabajadores y sus familias pueden vivir en ellos siempre y cuando trabajen en el corte o atendiendo los campos. Si eres demasiado viejo, estás lesionado o demasiado enfermo para trabajar, tu familia puede ser desalojada de la casa. De hecho, el pastor de la iglesia Santa Lucía fue desalojado cuando no pudo continuar trabajando tras una lesión.
Algunos de los trabajadores tienen más de 70 años y siguen picando caña para no ser desalojados o ser deportados. La mayoría de los trabajadores son haitianos indocumentados o descendientes de inmigrantes haitianos a quienes el gobierno dominicano les ha negado la ciudadanía, a pesar de haber nacido aquí. Nos dijeron que las autoridades de inmigración dominicanas generalmente no entran a los bateyes en busca de trabajadores indocumentados.
Si falta al trabajo por varios días, los guardias de seguridad armados de la empresa y los empleados de “recursos humanos” lo visitan para asegurarse de que no esté trabajando en otro lugar. En Plumita, la empresa ha estado derribando viviendas que pueden acomodar a una familia y reemplazándolas con unidades más pequeñas para hombres solteros. No se permiten familias ni parejas.
“No puedes ni tomarte un vaso de agua fría cuando llegas a la casa”, dijo Julio, trabajador de Plumita, porque no hay electricidad. “No hay una clínica cerca de aquí ni siquiera un botiquín de primeros auxilios. Si tienes un accidente te puedes morir”. Muchos trabajadores nos mostraron cicatrices en sus manos de cortaduras de machete. La mayoría no sabe leer ni escribir, y los que sí saben no tienen luz para hacerlo después del trabajo.
Los salarios no alcanzan para vivir. Los trabajadores están atados aún más a la plantación por las deudas que contraen con los almacenes de la empresa. Para comprar a crédito es necesario que un supervisor responda por usted.
Esta imagen de explotación capitalista no estaría completa sin una casa de apuestas deportivas “Shaggy Sports Bet” a pocas cuadras del batey.
Trabajadores luchan por logros
“Todos los políticos y funcionarios gubernamentales de la región velan por los intereses de la empresa”, dijo Núñez. “Las leyes laborales existen, pero tenemos que fajarnos para hacerlas cumplir”.
La lucha de los trabajadores de la caña de azúcar y su sindicato ha hecho avances parciales, obteniendo pensiones solicitadas hace muchos años, la reducción de las jornadas y un sueldo un poco mejor. Muchos ganan ahora 3 mil pesos (53 dólares) a la semana, lo que es un aumento ínfimo, dado el costo de vida.
A los cañeros les pagaban por trabajo a destajo. Algunos ahora trabajan turnos de ocho horas, en vez de tener que estar en el campo desde el amanecer hasta bien entrada la noche, blandiendo un machete durante 12 a 14 horas.
Las prácticas abusivas de los dueños del Central Romana han atraído atención. El departamento de aduanas estadounidense prohibió la importación de azúcar sin refinar de la empresa en noviembre de 2022.
Los gobernantes capitalistas norteamericanos usan medidas como estas para competir en mejores condiciones contra sus rivales y continuar saqueando el mundo semicolonial. La administración de Joseph Biden se presenta demagógicamente como “defensor de los trabajadores” para obtener ventajas para los patrones estadounidenses.
Los trabajadores de Estados Unidos no tienen ningún interés en respaldar las medidas proteccionistas de Washington, pero sí necesitan usar nuestros sindicatos para brindar solidaridad a nuestros compañeros trabajadores de todo el mundo. Necesitamos usar nuestro poder colectivo y los sindicatos para luchar independientemente de los patrones y sus partidos políticos, y apoyarnos entre sí en nuestras luchas.
Lecciones de la Revolución Cubana
Central Romana dice ser el mayor propietario de tierras y empleador privado de la República Dominicana. Un 35% de la empresa pertenece a la Fanjul Corporation, uno de los mayores productores y refinadores de azúcar de Estados Unidos, con propiedades en Florida y República Dominicana que llegan a más de 400 mil acres.
La familia Fanjul estableció operaciones en Florida después de que los trabajadores y campesinos cubanos nacionalizaran sus propiedades en Cuba al llevar a cabo una revolución socialista. Como parte de las transformaciones realizadas por el gobierno revolucionario encabezado por Fidel Castro, se distribuyeron tierras a los campesinos y se eliminaron las condiciones brutales y pel igrosas que los patrones azucareros —como los Fanjul— habían impuesto. Una campaña masiva para enseñar a los trabajadores y campesinos a leer y escribir, así como para suministrar agua, electricidad, saneamiento, transporte y servicios médicos a las zonas rurales, ayudó a forjar una poderosa alianza de trabajadores y campesinos.
Algunos de los miembros de la UTC estuvieron interesados en aprender más sobre la Revolución Cubana y el liderazgo comunista forjado por Fidel Castro y el Ejército Rebelde. “Estoy aprendiendo lo que pasó en Cuba en 1959 y después”, dijo Antonio Luis, de 69 años, que trabajó en el Batey Palave de Haina durante 21 años. Había comenzado a leer el libro de Pathfinder Nuestra historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano chinos en la Revolución Cubana.
“Tiene muchas historias importantes que antes no conocía. Voy a aprender ahora”, dijo. “Debo tener los ojos abiertos para poder ver dónde están los huecos, para no caer en ellos. Puedo aprender cuál es la meta”.