La guerra de los gobernantes capitalistas de Estados Unidos contra Iraq en 1991, y su incapacidad de obtener una victoria decisiva, anunciaron los cañonazos iniciales de la Tercera Guerra Mundial. Anunció que se estaba desmoronando el orden mundial que había nacido con el surgimiento de Washington como la mayor potencia de la Segunda Guerra Mundial. Que los conflictos entre los gobernantes por mercados, recursos e influencia solo se agudizarían.
Esa realidad se ha hecho más evidente desde entonces. El pogromo de Hamás el 7 de octubre fue organizado por los reaccionarios gobernantes iraníes. Escaló su campaña de décadas para destruir a Israel y aniquilar a todos los judíos. Junto con la guerra de Moscú para arrasar con Ucrania, el pogromo marcó otro punto de inflexión en la crisis capitalista, aumentando la amenaza de una catástrofe nuclear.
La realidad de la época imperialista, sus descalabros y conflictos, y los horrores que desatan para los trabajadores están fuera del control de los gobernantes norteamericanos y sus rivales. Pero la clase trabajadora —aquí y en todo el mundo— tiene la capacidad de poner fin a la explotación y las guerras depredadoras del imperialismo de una vez por todas.
La despiadada competencia y los conflictos inevitables de los gobernantes están vinculados a su incesante empeño para aumentar sus ganancias incrementando la explotación de los trabajadores. Pero hoy el punto más bajo de la resistencia obrera claramente ha quedado atrás. Desde las huelgas reportadas semanalmente en el Militante, hasta la victoriosa campaña de sindicalización del sindicato automotriz UAW en Volkswagen, los ataques de los patrones están propagando la lucha de clases.
En el curso de estas batallas, los trabajadores comienzan a adquirir confianza en sí mismos y conciencia de clase. Aprendemos que las afirmaciones de los demócratas y los republicanos y los candidatos capitalistas “independientes” como Robert Kennedy Jr. de que ellos gobiernan para “todos los “americanos” son una mentira. Todos ellos sirven los intereses de los patrones. El conflicto entre los gobernantes capitalistas y las decenas de millones de trabajadores subyace todas las cuestiones políticas.
“El que se desaten o no los horrores inconcebibles de una tercera masacre imperialista mundial se decidirá en el transcurso de tremendas batallas de clase y sus desenlaces en los años venideros”, escribió Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, en “Los cañonazos iniciales de la Tercera Guerra Mundial: El ataque de Washington contra Iraq” en Nueva Internacional no 1. “Queda en nuestras manos, las manos de los obreros del mundo, impedir las calamidades hacia las que el imperialismo marcha y avanza dando traspiés”.
La conquista del poder por parte de los trabajadores y agricultores de Rusia en 1917, liderada por V.I. Lenin y los bolcheviques, mostró el tipo de liderazgo que nuestra clase necesita para derrocar el dominio capitalista, tomar el poder político en nuestras propias manos, erradicar la explotación y comenzar a poner fin a la opresión nacional, el odio a los judíos y la guerra.
En 1959, la revolución socialista cubana demostró una vez más que los trabajadores podían forjar un liderazgo proletario del más alto calibre y transformar tanto a la sociedad como a nosotros mismos.
El Partido Socialista de los Trabajadores busca emular el curso marcado por la dirección de estas dos grandes revoluciones socialistas. Únase a la campaña y a la construcción de un partido que pueda liderar la lucha por el poder de los trabajadores en Estados Unidos para terminar para siempre la marcha de los capitalistas hacia el fascismo y una tercera guerra mundial.