El primer aniversario del pogromo perpetrado por Hamás el 7 de octubre en Israel —la mayor masacre de judíos desde el Holocausto— está a menos de un mes. Es un duro recordatorio del carácter mortífero del odio antijudío estilo nazi en la época imperialista y de la importancia central de que los trabajadores y nuestros sindicatos lo combatan.
Los matones de Hamás, respaldados por Teherán, asesinaron a 1,200 personas, dos tercios de ellas civiles, hirieron a miles y tomaron 251 rehenes. Decenas de mujeres fueron violadas, a menudo sus cuerpos fueron mutilados. De los 101 rehenes que permanecen cautivos en Gaza, las autoridades israelíes creen que al menos 33 están muertos.
Como parte de su objetivo sistemático de degradar y deshumanizar a los judíos, los matones de Hamás filmaron sus atrocidades y publicaron las grabaciones. También secuestraron las cuentas en redes sociales de las víctimas para transmitir en vivo partes del pogromo, horrorizando a los amigos, familiares y otras personas.
Hamás también mató a unas dos decenas de ciudadanos árabes de Israel y a casi 70 trabajadores inmigrantes de Tailandia, Nepal, Filipinas, Sri Lanka, África, China y Camboya. A los ojos de Hamás, cualquiera que trabaje con judíos o crea que judíos y árabes pueden convivir en la misma tierra es un enemigo que debe ser aniquilado.
Farhan al-Qadi, ciudadano árabe beduino de Israel, pasó 326 días como rehén de Hamás hasta que tropas israelíes lo rescataron. Los matones de Hamás le dispararon en la pierna cuando se negó a llevarlos a los judíos que conocía. ¿Por qué se negó? Porque los judíos y los árabes en Israel “son una familia, un pueblo”, dijo. “Nadie puede quitarnos esto”.
Como no podía caminar, lo obligaron a subir a cuatro patas las escaleras del hospital de Jan Yunis. “Miren, aquí está nuestro perro caminando”, decían los matones. Los médicos lo operaron sin anestesia. Pasó ocho meses en un túnel.
“Pensé que si así me trataban a mí como musulmán, ¿cómo estarán tratando a los judíos?”, dijo al Canal 12 de Israel.
Eden Yerushalmi, una de los seis rehenes judíos que Hamás asesinó la semana pasada, pesaba sólo 79 libras en el momento de su muerte, 22 libras menos que cuando fue secuestrada.
Legado nazi de Hamás
Hamás no tiene nada que ver con la lucha contra la opresión del pueblo palestino.
Sus orígenes se remontan a la Hermandad Musulmana en Egipto, y al pogromista Amin al-Husseini, el gran muftí de Jerusalén. Se aliaron con los nazis en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de extender la “solución final” de los nazis —la eliminación de todos los judíos— por todo el Medio Oriente.
Al convertir a los judíos en chivos expiatorios por los problemas que enfrentaban los trabajadores, estas fuerzas impidieron el desarrollo de un movimiento de la clase trabajadora capaz de arrebatar el poder de manos de los capitalistas y los terratenientes semifeudales.
El acta de fundación de Hamás de 1988 llama al exterminio de los judíos y la destrucción de Israel, el único país que les ofrece refugio. Ese sigue siendo el objetivo de Hamás y de sus facilitadores y financiadores en Teherán.
Desde 2007, cuando Hamás ganó una sangrienta guerra contra su principal rival, Fatah, el grupo ha suprimido huelgas de profesores y ha detenido, torturado y asesinado a sus oponentes políticos.
‘Sálvenos de Hamás’
Una de las últimas víctimas de Hamás fue Ziad Abu Haya, a quien la cadena de noticias saudí Al-Arabiya mostró en agosto pidiendo al mundo que “nos salve de Hamás”. Unos hombres armados lo sacaron desnudo de su tienda de campaña en Jan Yunis el 6 de septiembre y lo golpearon y torturaron.
Mientras las fuerzas israelíes continúan avanzando en el desmantelamiento de Hamás en Gaza y la Ribera Occidental, más palestinos están confrontando al reaccionario grupo burgués.
Las fuerzas israelíes han estado atacando puestos de mando de Hamás situados en escuelas, mezquitas y edificios residenciales. La estrategia central de Hamás es maximizar las muertes de civiles palestinos para luego proclamarlos como “mártires”.
El New York Times informó el 10 de septiembre que los líderes de familias refugiadas en una escuela de Deir al Balah se han enfrentado a Hamás y sus grupos aliados, diciéndoles que no se les permite entrar si están armados.
“Todas las familias estuvieron de acuerdo”, dijo Nasser al-Zaanin al Times. Quieren reducir “cualquier amenaza potencial contra nosotros debido a la existencia de policías y miembros del gobierno de Hamás”.
La derrota de Hamás es un paso necesario para crear espacio para que los trabajadores judíos, árabes y otros se unan para defender sus intereses de clase contra los gobernantes capitalistas en Israel, Gaza y en toda la región. Sólo mediante esa acción se puede trazar un camino para reemplazar el dominio capitalista por el poder de los trabajadores y poner fin al odio antijudío para siempre.
Hoy, antisionismo es antisemitismo
Hamás, junto con diversas corrientes estalinistas, maoístas y anarquistas, han creado una maquinaria propagandística internacional bien engrasada que demoniza a Israel. Afirman que son “antisionistas”, no antisemitas.
Pero un informe publicado el 30 de agosto por un grupo de trabajo designado por la administración de la Universidad de Columbia documenta casos atroces de odio antijudío en el campus, que se ha convertido en un centro de acciones antiisraelíes.
Una estudiante judía, que había colocado una mezuzá (un símbolo judío tradicional) en la puerta de su dormitorio en el campus, fue acosada a todas horas del día y de la noche después del 7 de octubre por apologistas de Hamás que golpeaban su puerta exigiéndole que explicara las acciones de Israel.
“Estudiantes han denunciado que les han arrancado collares del cuello y las han inmovilizado contra las paredes mientras regresaban a sus residencias universitarias” o “de camino a la sinagoga”, señala el informe. A otros les gritaron que “regresaran a Polonia”.