En las últimas semanas, las fuerzas israelíes han diezmado a la dirección de Hezbolá en Líbano. Han matado a su veterano líder, Hassan Nasrallah, destruido miles de sus lanzacohetes, interrumpieron gran parte de sus sistemas de comunicación y comenzaron a expulsar a Hezbolá del sur de Líbano.
Estos golpes impulsan la lucha en defensa del derecho de Israel a existir como refugio para los judíos y contra el odio antijudío en todo el mundo. También han profundizado la desmoralización de los partidarios de Teherán, Hamás y su “eje de resistencia”.
En represalia, los gobernantes iraníes lanzaron 180 misiles balísticos contra Israel el 1 de octubre. Sin embargo, la respuesta del régimen reaccionario de Teherán es desde una posición de debilidad. Sus aventuras bélicas en el extranjero enfrentan una amplia oposición entre los trabajadores y las nacionalidades oprimidas del país.
Las defensas aéreas israelíes derribaron la mayoría de los proyectiles, con alguna ayuda del ejército norteamericano. Algunos de los misiles no fueron interceptados. Un palestino murió a causa de la metralla de uno de los misiles en la Ribera Occidental. Una escuela y más de 100 casas fueron dañadas, y algunas bases militares sufrieron daños.
Desde el 8 de octubre Hezbolá ha lanzado ataques diarios contra Israel, en “solidaridad” con el pogromo perpetrado por Hamás el 7 de octubre en Israel, la mayor masacre de judíos desde el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.
Hezbolá —mucho mejor armado que Hamás— ha lanzado más de 9 mil misiles y cohetes contra el norte de Israel en el último año, obligando a más de 60 mil israelíes a “convertirse en refugiados en su propia tierra”, dijo el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ante la Asamblea General de Naciones Unidas el 27 de septiembre.
Hamás y sus aliados —financiados, entrenados y promovidos por Teherán— “asesinaron salvajemente a 1,200 personas”, dijo Netanyahu. “Violaron y mutilaron a mujeres. Decapitaron a hombres. Quemaron vivos a bebés. Quemaron vivas a familias enteras… en escenas que recuerdan al Holocausto nazi”. Hamás prometió repetir el pogromo “una y otra vez”. Un año después, todavía mantiene a un centenar de rehenes en condiciones atroces.
Netanyahu destacó el peligro que representa para los judíos y para los pueblos de todo el mundo el desarrollo de armas nucleares por Teherán. Afirmó que “Israel hará todo lo que esté en su poder para asegurar que esto no ocurra”.
El 17 de septiembre, 3 mil beepers explotaron, seguidos por decenas de walkie-talkies el día siguiente, matando al menos a 32 efectivos de Hezbolá e hiriendo a miles.
Poco después de que Netanyahu terminara su discurso en la ONU, la fuerza aérea israelí destruyó la sede de Hezbolá en Beirut, matando a Nasrallah.
Con la dirección y las comunicaciones de Hezbolá desorganizados, las tropas israelíes iniciaron el 1 de octubre una ofensiva terrestre limitada en el sur de Líbano. De hecho, durante el último año fuerzas especiales israelíes han realizado más de 70 incursiones allí, destruyendo lanzacohetes, depósitos de armas y túneles ubicados en barrios residenciales y en zonas boscosas.
El portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, el contralmirante Daniel Hagari, informó que Hezbolá había estado preparando un ataque contra Israel similar al del 7 de octubre. El grupo tipo nazi denominó la operación “Conquistar Galilea”.
Si no son detenidos, Teherán y su eje de resistencia seguirán preparando un nuevo Holocausto destinado a completar la Solución Final de los nazis: matar a todos los judíos.
Netanyahu: hay que ganar
Es por eso que Israel sigue desafiando las demandas de Washington y otros gobiernos imperialistas de poner fin a su guerra contra Hamás, de no “escalar” en Líbano y evitar el combate con Teherán.
Netanyahu concluyó su discurso en la ONU diciendo: “Israel ganará esta batalla. Ganaremos esta batalla porque no tenemos otra opción”.
Tras la muerte de Nasrallah, el presidente Joseph Biden emitió una declaración en la que afirmaba que Washington “apoya el derecho de Israel a defenderse”. Pero en el párrafo siguiente dijo: “Nuestro objetivo es reducir la escalada de los conflictos en curso tanto en Gaza como en Líbano a través de medios diplomáticos”, reafirmando un curso que dejaría a Hamás herido, pero aún intacto.
El Jerusalem Post informó el 29 de septiembre que el secretario de defensa, Lloyd Austin, estaba furioso porque los funcionarios israelíes no le informaron sobre el ataque a la sede de Hezbolá hasta que estaba en marcha.
El punto de partida de Washington no es defender a los judíos. Lo único que le importa es defender los intereses económicos y políticos del imperialismo norteamericano, incluida la estabilidad de sus relaciones con los gobiernos de la región, el transporte marítimo y la producción de petróleo.
Pero el gobierno capitalista de Israel se niega a subordinar la necesidad de combatir el odio antijudío a su alianza con Washington. Al no dar marcha atrás y hacer progresos reales, Israel está asestando golpes al imperialismo norteamericano.
La prensa burguesa liberal, si bien admitió que la meta de Nasrallah era la destrucción de Israel, publicó obituarios que lo presentaban como un líder carismático “amado” por los musulmanes chiítas. El Washington Post dijo que sus seguidores lo veían como “el hombre que empoderó a la comunidad chiíta de Líbano, otrora oprimida y empobrecida”.
Un artículo del New York Times el 27 de septiembre afirmó que si bien Nasrallah “se refería a Israel como ‘la entidad sionista’, sosteniendo que todos los inmigrantes judíos deberían regresar a sus países de origen”, al mismo tiempo estaba a favor de “una Palestina con igualdad para musulmanes, judíos y cristianos”.
Las acciones asesinas de Hezbolá en todo el Medio Oriente desmienten estos ramos de flores de la prensa norteamericana.
Hezbolá fue una creación directa del régimen iraní en 1982. Los gobernantes iraníes pretendían extender su influencia a Líbano mientras consolidaban una contrarrevolución en Irán destinada a revertir los avances logrados por el pueblo trabajador durante la revolución de 1979 que derrocó al sha de Irán, que contaba con el respaldo de Washington. Hezbolá se empeña en impulsar la meta de Teherán de destruir a Israel y matar o expulsar a todos los judíos que viven allí.