El huracán Helene tocó tierra en Keaton Beach, Florida, a las 11:10 p.m. el 26 de septiembre y luego se dirigió hacia el norte con lluvias torrenciales en Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, y Tennessee. Esta devastadora tormenta, que dejó más de 225 muertos, una cifra desconocida de desaparecidos y daños sustanciales en viviendas, granjas y pequeños negocios, muestra el poder potencialmente destructivo de la naturaleza.
Catástrofes similares causadas por huracanes, incendios forestales y otros desastres naturales han hecho estragos en el territorio continental de Estados Unidos, en Hawai, el Caribe y otros lugares.
Pero lo que tienen en común no es el poder de la naturaleza. Todas fueron catástrofes sociales, cuyos daños y muertes fueron producto de las prioridades de los capitalistas y sus gobiernos.
Los patrones de la construcción en su afán de ganancias construyen viviendas para la clase trabajadora en terrenos bajos, vulnerables a las inundaciones. Los gobiernos de todos los niveles utilizan sus fuerzas armadas, la policía, los tribunales y sus presupuestos para defender a los dueños de los bancos y fábricas, no a los trabajadores y nuestros hogares.
Agencias como la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) han demostrado una y otra vez, desde Puerto Rico hasta Carolina del Norte, que son incapaces de hacer frente a estos desastres y sus consecuencias.
Mientras los destructivos vientos y lluvia de Helene se abrían paso por el sudeste del país, grandes cantidades de trabajadores se ofrecieron desinteresadamente para ayudarse mutuamente. Su solidaridad es algo en lo que uno puede confiar.
Para defender su riqueza y sus privilegios, los capitalistas multimillonarios nos dicen que los trabajadores no son capaces o “lo suficientemente inteligentes” para hacerse cargo de la sociedad. Acontecimientos recientes demuestran exactamente lo contrario.
Los trabajadores de Boeing, de los puertos y de otras luchas sindicales están sacando lecciones similares hoy en día. Por su propia experiencia, están aprendiendo el poder de la acción unida de la clase trabajadora.
Este poder potencial de clase es decisivo. Los trabajadores, los pequeños agricultores y otros explotados por el capital han cambiado, pueden cambiar y volverán a cambiar el mundo.
Las consecuencias sociales de cada acontecimiento serio, ya sea una tormenta mortal, una huelga o una pandemia, plantean la lucha de clases y un desafío político.
La solidaridad mostrada durante Helene y en las huelgas de hoy señala el camino para que los trabajadores construyamos nuestro propio partido, un partido de los trabajadores, para organizar a millones de trabajadores para luchar por tomar el poder político en nuestras propias manos. Para que juntos con los trabajadores de todo el mundo eliminemos la explotación y la opresión de una vez por todas. Una revolución socialista.
Esto es lo que ofrece el Partido Socialista de los Trabajadores.