Hezbolá nunca ha contado con un apoyo mayoritario en Líbano, y muchos temen sufrir represalias violentas si se pronuncian en su contra. Las victorias de Israel ayudan a los trabajadores que quieren librarse de la bota de Hezbolá, Hamás y Teherán en todo el Medio Oriente. Cada vez son más los que hablan en su contra.
A instancias de los gobernantes iraníes, Hassan Nasrallah envió 7 mil matones de Hezbolá a Siria para aplastar el levantamiento popular contra Bashar al-Assad en 2011 y apuntalar su dictadura. Más de 300 mil civiles murieron en el curso de la guerra que duró diez años, muchos de ellos a manos de Hezbolá.
Miles de sirios en Idlib, Azaz y otras ciudades que todavía están bajo control de los opositores burgueses de Asad celebraron la muerte de Nasrallah. Marcharon por las calles repartiendo dulces. También hubo una gran manifestación en Daraa, ciudad que aún está bajo el control de Asad.
Hezbolá es ampliamente vilipendiado por trabajadores y nacionalidades oprimidas en Irán. En 2022, cuando cientos de miles de personas protestaron por todo Irán tras la muerte de Zhina Amini, después de su arresto por la odiada “policía de la moral”, Nasrallah dijo que las protestas eran “provocaciones” orquestadas por Washington y Arabia Saudita.
El 1 de octubre, la Organización de Estudiantes Progresistas de la Universidad de Isfahán tomó nota de la amplia oposición a Hezbolá. “El ambiente de guerra, que debería haber hecho que la gente abandonara temporalmente sus luchas por reivindicaciones y protestas por las miserables condiciones económicas, no ha tenido ningún efecto”, escribió. Más bien, “han mantenido sus protestas y huelgas” con más de 30 acciones sindicales en los tres días posteriores a la muerte de Nasrallah. Las protestas en curso muestran que el mayor obstáculo para las maniobras bélicas reaccionarias de Teherán y su “eje de resistencia” son los trabajadores iraníes de todos los orígenes nacionales: persa, kurdo, azerbaiyano, árabe y otros.