Aumentan muertes laborales por tercer año consecutivo

Por Emma Johnson
15 de enero de 2018

El número de trabajadores que murieron en accidentes laborales aumentó por tercer año consecutivo en 2016. Alrededor de 5 200 trabajadores pagaron con sus vidas por el empuje de los patrones para aumentar sus ganancias. Los trabajadores inmigrantes y los de mayor edad fueron los más afectados. La cifra representa un aumento del 7 por ciento por encima de la del año anterior.

Refleja el impacto de los incesantes esfuerzos de los patrones para debilitar a nuestros sindicatos y descartar las protecciones logradas a través de luchas, a medida que compiten por su cuota del mercado para obtener mayores ganancias.

El informe del Censo sobre lesiones ocupacionales fatales de 2016 de la Oficina de Estadísticas Laborales publicado el 19 de diciembre, registra el mayor número de muertes desde 2008, cuando estalló la crisis financiera. El informe es una clara muestra del precio que pagan los trabajadores por no tener sindicatos combativos que hagan frente a las divisiones entre trabajadores promovidas por los patrones, a la aceleración del ritmo de producción y las largas jornadas, la reducción de la fuerza laboral y la erosión de las medidas de seguridad.

El mayor número de muertes —alrededor del 40 por ciento— está vinculado al transporte, tales como choques de camiones de entrega, y descarrilamientos de trenes. En segundo lugar, está la violencia en el trabajo, incluyendo homicidios y suicidios, los cuales aumentaron sustancialmente en 2016. Las muertes por sobredosis de drogas también aumentaron. Las muertes en la construcción continúan creciendo. Los trabajadores de 65 años o más corren tres veces más riesgo de morir en el trabajo que los que tienen 20 años menos.

La continua campaña antisindical de los patrones significa que actualmente solo el 6.4 por ciento de los trabajadores del sector privado están sindicalizados. Además, hay unos 11 millones de inmigrantes indocumentados obligados a trabajar a salarios más bajos y sin seguro médico o menor cobertura, beneficios y pensiones. Los patrones se aprovechan de su situación, empujándolos a trabajos y condiciones cada vez más peligrosas.

La construcción tiene una de las tasas de mortalidad más altas. Los trabajadores pierden la vida por la falta de las precauciones de seguridad más elementales, como barandillas, arneses y redes de seguridad.

La construcción en la ciudad de Nueva York solía ser un empleo abrumadoramente sindicalizado. Esto ha cambiado en las últimas décadas. Actualmente solo el 30 por ciento de los trabajadores de la construcción están sindicalizados. De los 16 trabajadores que perecieron en Nueva York en 2015, 14 no estaban sindicalizados, 14 eran latinos. Las cifras de 2016 son similares.

En febrero, Konstantinos Potamousis, de 62 años, murió cuando se cayó desde seis pisos de altura. No tenía un arnés de seguridad. En octubre, Bruno Travalja, de 52 años, cayó más de 40 pisos. Usaba un arnés, pero no estaba sujetado a nada. En diciembre, Wilfredo Enriques, de 59 años, y casi a punto de jubilarse, murió en una caída de dos pisos desde un andamio. Todos trabajaban en obras no sindicalizadas, y fueron tres de los más de 20 obreros de la construcción que murieron en el trabajo en Nueva York en 2016.

Aunque los patrones del carbón se han visto obligados a cerrar minas ante la competencia con empresas extranjeras y la caída de la demanda, las muertes de mineros aumentaron en Estados Unidos en 2017. Quince mineros murieron en el trabajo el año pasado, ocho en Virginia del Oeste, donde el número de minas con sindicatos se ha desplomado.

Las refinerías de petróleo y químicos siguen siendo algunos de los lugares más peligrosos para los trabajadores, quienes enfrentan fugas sofocantes, incendios, explosiones y caídas. Y los peligros que afectan a los trabajadores también amenazan a quienes viven en las comunidades aledañas.

Los patrones petroleros están tratando de reducir los costos y remplazar a los trabajadores sindicalizados con mano de obra contratada. Una mujer de 31 años de edad, empleada por una agencia contratada murió en la refinería de ExxonMobil en Beaumont, Texas, el 1 de diciembre. La compañía dijo orgullosamente a la prensa que la producción no había sido afectada.