Desde el 28 de diciembre, se han propagado rápidamente a 80 ciudades y poblaciones rurales de Irán protestas de trabajadores y jóvenes. Empezaron con la frustración e indignación contra las alzas de precios, el alto desempleo y las propuestas presupuestarias que eliminarían muchos subsidios para los trabajadores.
El descontento de los trabajadores se sumó a la creciente insatisfacción con medidas que limitan los derechos políticos e individuales así como las divisiones de clase que se están agudizando en Irán.
En un presupuesto que aumentaba el precio del combustible en un 50 por ciento —que ya ha sido revocado— y recortaba los subsidios para los trabajadores, el presidente Hassan Rouhani también reveló grandes aumentos a instituciones religiosas que funcionan como negocios que enriquecen a miembros de la jerarquía gobernante.
El New York Times citó el 2 de enero una entrevista por video con un manifestante que apoyó la revolución de 1979 contra el sha de Irán y quien también combatió en la guerra para defender a Irán en los años 1980 de los ataques del régimen iraquí de Saddam Hussein. Hoy está protestando, dijo, contra “el soborno, la injusticia, la malversación. ¿Quiénes son responsables? Los que viven en palacios, ministros que nunca han sufrido hambre”.
Manifestantes también expresaron oposición a las guerras de Teherán en Siria, Iraq y Yemen y su apoyo a Hezbollah y Hamas. Estos conflictos bélicos, que también involucran a Washington y Moscú, han tenido un impacto devastador para el pueblo trabajador en Irán. El costo material y humano y las consecuencias es diferente según la clase social —es casi invisible en los sectores de clase media más acomodados— mientras que los rótulos y monumentos a los mártires son comunes en los barrios obreros y pueblos pequeños.
Con el apoyo aéreo de Moscú, las fuerzas de la Guardia Revolucionaria de Irán y las milicias apoyadas por Teherán repelieron la lucha del pueblo sirio para derrocar la dictadura de Bashar al-Assad y para ganar más espacio político. En los últimos meses también les han asestado golpes a las aspiraciones kurdas por la independencia en Iraq.
El 29 de diciembre algunos manifestantes corearon “¡Reformistas! ¡De línea dura! ¡Se acabó el juego!” pidiendo el fin del régimen de ambas alas del clérigo, el cuál consolidó el dominio capitalista mediante una contrarrevolución contra la revolución de 1979. Ese levantamiento popular, encabezado por trabajadores y reforzado por las huelgas obreras en todo el país, obligó al odiado monarca, el sha, a huir de Irán. El auge revolucionario fue interrumpido cuando el régimen clerical utilizó cada vez la represión para contrarrestar la acción política independiente de trabajadores y campesinos.
El régimen clerical justifica sus guerras actuales diciendo falsamente que son la continuidad de la revolución de 1979. En realidad, los conflictos actuales tienen como fin expandir la influencia contrarrevolucionaria de los gobernantes capitalistas de Irán en la región. Nada de esto avanza los intereses del pueblo trabajador en Irán y mucho menos en otras partes de la región.
Arrestos y muertos
Ambas alas del régimen —representadas por Rouhani por un lado, y el Líder Supremo Ayatollah Ali Khamenei por el otro —hablan demagógicamente sobre el derecho de los iraníes a protestar pacíficamente por quejas “legitimas”. A la vez los gobernantes de Irán han difamado a los manifestantes obreros como “saboteadores” y dicen que sus acciones han sido instigadas por los “enemigos” de Irán en Washington, Tel Aviv, Arabia Saudita y el Gobierno Regional del Kurdistán en Iraq.
Más aún, ambas facciones gobernantes acusan al ex presidente Mahmoud Ahmadinejad, cuya base entre los trabajadores y capas de clase media de situación precaria en ciudades y pueblos pequeños ha sido el centro del reciente descontento.
Por encima de todo esto, los gobernantes de Irán se han unido para reprimir a los manifestantes. El régimen ha arrestado a casi 3 700 personas, según el miembro del parlamento Mahmoud Sadeghi, en su mayoría jóvenes, y más de 20 han sido matados. El régimen bloqueó parte de la internet para impedir la comunicación.
El gobierno y sus partidarios realizaron acciones de apoyo para el Ayatollah Khamenei. La Guardia Revolucionaria desplegó tropas a tres de las provincias en Irán donde han ocurrido grandes protestas.
El Comandante General Mohammed Ali Jafari, jefe de la Guardia Revolucionaria, declaró “el fin de la sedición”. Las medidas del régimen y la falta de un liderazgo disciplinado de las acciones, han conducido a una disminución en las protestas callejeras.
El 5 de enero miles de personas en un partido de futbol en Tabriz, en la provincia iraní de Azerbaiyán del Este, se pusieron de pie y corearon, “El pueblo de Azerbaiyán no acepta la humillación”. Un video de la protesta fue publicado por el internet. El 7 de enero más de 100 personas se reunieron afuera de la prisión en Evin, Teherán, para exigir la libertad de los que fueron arrestados durante la resistencia.
El descontento generalizado en el seno de la clase trabajadora que alimentó las protestas se sigue propagando.
Gobernantes cautelosos con protestas
A Washington, la potencia militar más grande en el Medio Oriente, le preocupa que los logros de Teherán en la región amenacen sus intereses imperialistas. Demagógicamente finge apoyar las protestas en Irán.
En consecuencia, Washington ejerció presión para convocar un mitin de emergencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el 5 de enero. Pero a los gobernantes capitalistas de la mayoría de las otras naciones, les preocupa que una resolución de la ONU pudiera ser contraproducente, y profundice las luchas de los trabajadores en Irán.
Los rivales de Teherán en Arabia Saudita no han respaldado las protestas contra el gobierno iraní. “Aunque sean adversarios en conflictos regionales, las autoridades iranís y sauditas comparten la falta de tolerancia por la disidencia doméstica”, afirmó el Wall Street Journal el 5 de enero.