Detrás de las protestas que se extendieron por Irán a partir del 28 de diciembre está el descontento de la clase trabajadora impulsado por las crecientes dificultades económicas, las restricciones a los derechos políticos y sindicales, la ampliación de las divisiones de clase y el desgaste en el pueblo trabajador causado por las guerras de Teherán en la región.
Los clérigos contrarrevolucionarios gobernantes de Irán no tienen intención de dejar el poder político ni de cesar las intervenciones militares que han ampliado el alcance de Teherán en el Medio Oriente a costa de sus rivales. Tampoco pueden revertir las causas de la catástrofe económica que está devastando la vida de los trabajadores y agricultores en Irán, enraizada en la crisis capitalista mundial de producción, comercio y ganancias.
Con el despliegue de la Guardia Revolucionaria por todo el país y el encarcelamiento de miles de jóvenes rebeldes, los gobernantes iraníes han silenciado las grandes protestas dirigidas por trabajadores, al menos por ahora. Ambas alas del régimen clerical, una dirigida por el Líder Supremo, el ayatolá Ali Khamenei, y la otra de los llamados “reformadores” encabezada por el presidente Hassan Rouhani, se unieron a la represión.
Ambos también han tratado de calmar la ira de los trabajadores. Khamenei reconoció el 9 de enero que las voces de protesta “deberían ser escuchadas y respondidas”. Pero aparte de revertir algunas medidas presupuestarias antiobreras, ni Khamenei ni Rouhani tienen nada que ofrecer a los trabajadores aparte de su falsa simpatía.
Los gobernantes iraníes esperaban que tras el acuerdo que congelaba el programa nuclear de Teherán a cambio de la flexibilización de las sanciones por parte de Washington y sus aliados, habría un flujo de la inversión extranjera y el comercio. Pero la renuencia de los inversionistas capitalistas extranjeros ha significado que Irán solamente recibió menos de 3.4 mil millones de dólares en inversiones en 2016. Al mismo tiempo, el precio de las exportaciones de petróleo de Teherán cayó de 100 a 30 dólares por barril.
Rol de Teherán en guerras regionales
Una de las demandas destacadas prominentemente en las protestas realizadas en 80 ciudades del país ha sido el llamado al fin de las operaciones militares de Teherán en Iraq, Siria y otros lugares, y a su financiamiento de Hezbollah y Hamas.
Durante la última década, los gobernantes capitalistas de Teherán han tratado de expandir su influencia política y militar en la región. En medio de la guerra civil en Siria, los conflictos sectarios en Iraq y las ocupaciones de territorios por parte del Estado Islámico, Teherán aprovechó para avanzar su posición.
Todos los gobernantes capitalistas en la región han hecho lo mismo, incluyendo al gobierno de Recep Tayyip Erdogan en Turquía y la monarquía en Arabia Saudita.
Teherán ha logrado avances significativos y ahora controla el trecho que se extiende desde la frontera afgana en el este hasta el mar Mediterráneo en el oeste.
Los resultados dentro de Irán han tenido un impacto diferenciado según la clase social, con un costo enorme para el pueblo trabajador. Los trabajadores son los que constituyen las tropas caídas en combates y los que miran como las guerras devoran los fondos del gobierno para los programas sociales y los subsidios para los trabajadores.
Aunque el Estado Islámico ya ha sido expulsado de casi todo el territorio que ocupaba, Washington, Moscú y sus rivales capitalistas continúan luchando y compitiendo por territorio e influencia.
En octubre, las tropas del gobierno de mayoría chiíta en Iraq, junto con 150 mil milicias chiítas respaldadas por Teherán, expulsaron al Gobierno Regional del Kurdistán de Kirkuk, y de los campos petrolíferos aledaños y otros territorios. Bajo la presión de Washington y París, el gobierno iraquí está buscando ejercer cierta independencia de Teherán. Le ha pedido a los gobernantes de Irán que disuelvan la mitad de sus milicias.
Las fuerzas iraníes, del Hezbollah y de otras milicias respaldadas por Teherán en Siria están participando en un ataque con tropas del régimen de Assad y de Moscú en la provincia de Idlib. Las fuerzas rebeldes ahí concentradas se trasladaron provenientes de todo el país bajo los términos de un acuerdo hecho con Moscú y Assad para reducir las hostilidades, bajo la promesa de que no serían atacados.
Los ataques alarmaron al gobierno turco, el cual le pidió a Moscú y a Teherán detener la ofensiva, que se está desarrollando cerca de donde se encuentran tropas de Ankara. Los gobernantes turcos han posicionado sus fuerzas cerca de las áreas ocupadas por las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG) en Siria.
Los kurdos son una nacionalidad oprimida de 30 millones de personas en Iraq, Irán, Siria y Turquía. Ankara teme que los avances hechos por los kurdos en Siria estimulen la lucha de los kurdos por sus derechos nacionales en Turquía.
Washington colaboró con el YPG en la lucha contra el Estado Islámico, a pesar de la fuerte objeción de Ankara. En el transcurso de esto, los kurdos lograron expandir el control sobre las áreas kurdas en el país y, con la colaboración de algunas fuerzas árabes, de una franja de territorio que se extiende desde el río Éufrates hasta la frontera con Iraq.
Assad ha amenazado a los kurdos, diciendo que tiene la intención de recuperar todo el país.
En medio de la guerra y la crisis social por toda la región ninguno de los gobiernos capitalistas ha estado ansioso por respaldar las protestas obreras en Irán. Todos temen que los trabajadores hagan lo mismo en sus propios países.