Los gobernantes capitalistas de Sudáfrica tienen esperanzas de que la destitución del presidente Jacob Zuma y su remplazo por el adinerado empresario Cyril Ramaphosa, augure un entorno más favorable para la estabilidad y el desarrollo capitalistas.
La producción y el comercio nunca se recuperaron en Sudáfrica, la nación más industrializada de África, después de la crisis económica mundial capitalista de 2008. La minería, que producía cerca del 20 por ciento del producto interno bruto del país, generó solo el 7.3 por ciento en 2016. En noviembre, agencias internacionales degradaron la calificación crediticia del gobierno a bono basura.
Zuma fue forzado a renunciar el 14 de febrero tras una lucha interna en el Congreso Nacional Africano (ANC), el cual ha gobernado Sudáfrica desde el derrocamiento del sistema del apartheid por una poderosa revolución democrática a principios de los años 1990. Ramaphosa derrotó al candidato respaldado por Zuma para presidente del ANC el 18 de diciembre, lo cual llevó al remplazo de Zuma como presidente del país.
Ramaphosa fue uno de los dirigentes de la lucha contra el apartheid, como Zuma, y uno de los fundadores de la Unión Nacional de Mineros. En 1996 Ramaphosa renunció a sus puestos en el gobierno y utilizó sus conexiones y la influencia del ANC para convertirse en uno de los hombres de negocios más ricos de Sudáfrica, parte de la nueva capa de capitalistas negros. La riqueza de Ramaphosa se estima en 450 millones de dólares, con participaciones en la minería, finanzas, McDonald’s y las plantas de Coca-Cola.
Fue miembro de la junta directiva de la compañía minera Lonmin cuando 34 mineros fueron asesinados a sangre fría por la policía en 2012, durante una huelga por mejores salarios y condiciones laborales. El día previo al ataque, Ramaphosa llamó a la policía para que actuara contra lo que llamó “viles delincuentes”.
La clase capitalista espera que Ramaphosa mantenga suficiente autoridad de sus días como dirigente sindical y antiapartheid, para impulsar lo que ellos llaman un “reinicio” de la economía.
Revolución democrática
Durante décadas, el gobierno del apartheid controló prácticamente todos los aspectos de la vida de los pueblos africanos en el país.
A los negros africanos se les negaron los derechos más básicos: dónde vivir, con quién vivir, el derecho a cambiar de trabajo, a poseer tierras, a cultivar, a votar, a protestar. Se impuso un sistema de pases para controlar el movimiento de los negros.
“El sistema de apartheid tiene un propósito central y supremo: organizar y perpetuar la explotación de la mano de obra africana por el capital”, escribió Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, en un artículo publicado en 1985 titulado, “Sudáfrica: La revolución en camino”.
“Sudáfrica pertenece a todos los que viven en ella, negros y blancos”, explicaba la Carta de la Libertad, adoptada por 3 mil delegados en el Congreso del Pueblo celebrado en 1955 . Las primeras cuatro secciones fueron: ¡El pueblo gobernará!, ¡Todos los grupos nacionales tendrán los mismos derechos!, ¡El pueblo compartirá la riqueza del país!, ¡Compartirán la tierra quienes la trabajan!
Se convirtió en el programa de una lucha librada a través de huelgas, marchas y desobediencia de masas. La lucha recibió un impulso decisivo cuando miles de voluntarios internacionalistas de Cuba revolucionaria ayudaron a derrotar una serie de invasiones a la vecina Angola por el ejército sudafricano, que culminaron en la batalla de Cuito Cuanavale en 1988. Dos años después, los gobernantes del apartheid se vieron obligados a liberar a Nelson Mandela.
La revolución democrática puso fin a la supremacía blanca, garantizó derechos ciudadanos universales a todos los que forman la nación y abrió espacio para que el pueblo trabajador se organizara. Pero muchas de las demandas de la Carta de la Libertad nunca se han llevado a cabo y nunca maduró una dirección revolucionaria de la clase trabajadora que pudiera dirigir a los trabajadores a la toma del poder.
Aunque los gobiernos posteriores al apartheid construyeron millones de viviendas, ampliaron el acceso al agua y la electricidad, y a la atención médica y proporcionaron prestaciones sociales a millones de personas, las divisiones de clase han aumentado. Millones de personas viven en barrios marginales. Un tercio de la población no tiene inodoros dentro de la casa. El desempleo oficial es del 26.7 por ciento y los negros ganan menos del 25 por ciento de lo que ganan los blancos.
La elección de Ramaphosa fue aclamada por los patrones y capas de clase media en la comunidad negra, quienes se identifican con su historial como hombre de negocios exitoso.
Los trabajadores no están tan seguros. La mayoría dice que apoyan al ANC, pero que no hace mucho por ellos.
Las condiciones de los trabajadores agrícolas en Cabo Oriental se han deteriorado en los últimos años, explicó por teléfono Owen Tapiwa al Militante desde De Doorns, el 20 de febrero. Tapiwa participó en huelgas de miles de trabajadores agrícolas en 2012 y 2013.
“El país es rico”, dijo Tapiwa. “En algunos lugares la gente está viviendo bien y para otros es como otro mundo. Miles de trabajadores agrícolas viven en chozas, no se les proporciona nada. No tienen clínicas adecuadas, comida adecuada, electricidad.
“Tenemos una dirección, el ANC, pero en realidad nadie está luchando por el pueblo”, dijo. “Aquí en De Doorns, los mismos del ANC son los contratistas, los que proporcionan trabajadores al propietario de la granja”.
En su discurso sobre el Estado de la Nación el 16 de febrero, Ramaphosa pidió que los patrones de las minas, los dirigentes sindicales y las “comunidades” trabajaran juntos, en otras palabras, prepárense para un aumento del ritmo de producción, mayor explotación y mayores ganancias.
El 20 de febrero, el ministro de economía Malusi Gigaba publicó el presupuesto de 2018 prometiendo “medidas duras”, incluyendo un mayor impuesto sobre las ventas que afectará más al pueblo trabajador. También están sobre la mesa propuestas para revocar las leyes aprobadas después de la caída del apartheid que hacían más difícil que los patrones despidieran a los trabajadores.