Hace un año el Militante escribió: “la incesante y prolongada cruzada de los liberales en el Partido Demócrata, de la izquierda de clase media y de los medios de comunicación para que se invalide o revierta el resultado de las elecciones de 2016 ha suscitado el intento de asesinar a congresistas republicanos”.
El Partido Socialista de los Trabajadores fue una voz solitaria entre quienes dicen hablar en nombre del pueblo trabajador. El sangriento tiroteo, en el que resultó gravemente herido el líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes Steve Scalise, a manos de James Hodgkinson, un partidario de Bernie Sanders, fue producto de la histeria liberal contra lo que ellos consideran fue la elección del candidato “equivocado” Donald Trump, en vez de Hillary Clinton.
“Su objetivo era matar a tantos congresistas republicanos como fuera posible”, dijo Jack Barnes, secretario nacional del PST en la Conferencia de Trabajadores Activos del 2017 del partido. Describió el temor que tienen las capas de clase media que son parte de la “resistencia” contra el nuevo presidente hacia los trabajadores que votaron por Trump. Los que lo hicieron “con la esperanza de que él representaba un cambio de lo que habían enfrentado bajo George W. Bush y Barack Obama”, y también hacia los que se taparon la nariz y votaron por Clinton o simplemente se abstuvieron.
Actualmente, fuerzas afines le están pidiendo a sus partidarios que hostiguen a los funcionarios de Trump. “¡Expúlsenlos de la vida pública!”, dicen. Los dueños del restaurante Red Hen en Virginia ganaron elogios de la prensa liberal por expulsar a la secretaria de prensa, Sarah Huckabee Sanders, del restaurante. En los días siguientes Kirstjen Nielsen, secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, fue acosada en un restaurante en Washington y luego frente a su casa. La fiscal general de Florida Pam Bondi, partidaria de Trump, fue acosada y hostigada en un cine. Todos los blancos han sido mujeres.
Asestándole un golpe a la libertad de expresión y a la libre asociación, la congresista demócrata Maxine Waters instó a los adversarios del presidente a ir tras los representantes de la administración. “En la tienda, en la gasolinera, sal y crea una muchedumbre”, y “diles que ya no son bienvenidos, en ningún lugar”, dijo Waters en un mitin en California. “No podemos esperar hasta las próximas elecciones”.
Antes de su atentado contra Scalise en junio de 2017, el tirador escribió, “Es hora de destruir a Trump”. Vale la pena mencionar que después que Scalise criticó esta semana los comentarios de Waters, recibió una multitud de mensajes por Twitter lamentando que él había sobrevivido.
Algunos de los principales dirigentes de los demócratas, como Nancy Pelosi y Chuck Schumer, se han pronunciado en contra de la campaña de hostigamiento. Temen que produzca resultados adversos y que los demócratas pierdan votos en 2018 y 2020.
Estas preocupaciones están bien fundadas dado el terreno que la administración de Trump está ganando para los capitalistas estadounidenses con los pasos tomados hacia un acuerdo en Corea, la cumbre con el presidente ruso Vladimir Putin, y el actual viaje al Medio Oriente con el fin de avanzar hacia un acuerdo entre Israel y Palestina. Aunque lejos de ser las razones por las que la Casa Blanca está tomando estos pasos, los resultados pueden beneficiar a la clase trabajadora en Estados Unidos y el mundo entero.
La “resistencia” contra Trump, dijo Barnes, apunta contra los que ellos consideran la “base” de Trump entre los trabajadores. Por eso es que los liberales combinan su hostigamiento contra funcionarios de Trump con medidas para debilitar los derechos democráticos que les hemos arrebatado a los gobernantes con sangre. Estos incluyen el derecho a la libertad de expresión, el derecho a portar armas, protecciones contra los registros invasivos y confiscación por la policía, el derecho a no ser forzado a declararse contra uno mismo y otros.
Los llamamientos al hostigamiento político son peligrosos para la clase trabajadora, los africanoamericanos, las mujeres, los inmigrantes y los oprimidos. Pueden desatar ataques violentos, como sucedió el año pasado. Amenazan nuestros derechos y el espacio político para el debate civil, para organizar y actuar. Esto es lo que necesita nuestra clase cada vez más, mientras buscamos maneras de luchar de forma más eficaz contra los ataques contra nuestra clase impulsados por la creciente crisis económica, política y moral de los gobernantes capitalistas.