[Esta es la segunda parte de un reportaje periodístico y solidario a Puerto Rico realizado a finales de mayo por el director del Militante y uno de sus reporteros, ambos miembros del Partido Socialista de los Trabajadores. La primera parte se publicó en la edición del 18 de junio.]
YABUCOA, Puerto Rico —Lo más revelador de nuestro viaje fue un recorrido de dos días en el sudeste de la isla. Fue notable por lo desnuda que se presenta la crisis para millones de personas, pero sobre todo por la respuesta a ella: la resistencia, la solidaridad y la creatividad del pueblo trabajador.
El huracán María arrasó Humacao, una municipalidad de 52 mil habitantes que abarca el pueblo principal y las comunidades rurales. Cuando llegamos el 26 de mayo, miles de residentes y pequeños negocios aún estaban sin luz. Muchas casas tenían una lona azul donde la tormenta había arrancado el techo, y los dueños aún aguardaban ayuda para reconstruir.
Nos invitaron residentes a visitar el barrio de Mariana, al que se llega por estrechos caminos que serpentean las colinas.
“Durante la primera semana después del huracán, no llegó aquí ni un solo funcionario del gobierno”, dijo Ivette Díaz, residente de Mariana. Su hogar sufrió daños cuando la casa de un vecino se desprendió de sus cimientos y chocó contra la suya.
“No recibimos ayuda de ellos. Entonces los vecinos se juntaron y empezaron a limpiar todo”. Quitaron los escombros para abrir los caminos. Limpiaron sus casas y ayudaron a limpiar las de sus vecinos.
Ya para la segunda semana llegaron agencias federales, ofreciendo unas botellas de agua para cada hogar.
“El alcalde de Humacao llegó a Mariana un mes más tarde. Y el gobernador de Puerto Rico vino a Humacao para inaugurar la tienda Walmart cuando volvieron a abrirla, pero nunca pasó por aquí”, dijo Díaz.
Su servicio telefónico finalmente se restableció en enero. Ella ahora tiene luz, pero aún les falta a muchos residentes de Mariana. “Después del huracán, una planta generadora te costaba entre mil y dos mil dólares”, dijo. “El diesel te sale 15 o 20 dólares al día. Es demasiado caro”, dijo.
Los dirigentes de ARECMA, la Asociación Recreativa y Educativa Comunal de Barrio Mariana, se habían ofrecido a mostrarnos la zona. Seguimos a Rosalina Abreu en auto hasta la punta de la loma, desde la cual hay una magnífica vista del paisaje exuberante. Ahí nos mostró con mucho orgullo las instalaciones de ARECMA, de la cual es presidente. En uno de los muros aparece un mural con el retrato de la destacada poeta puertorriqueña Julia de Burgos, que la artista Molly Crabapple de Nueva York pintó en octubre pasado.
Rosalina Abreu y Mildred Laboy, también dirigente de ARECMA, nos contaron un poco sobre el trabajo de la organización en Mariana, una barrio de 3 200 residentes. “Todo lo que esta comunidad ha logrado fue por muchos años de lucha, no por dádivas”, dijo Abreu. ARECMA se fundó en 1982 pero las luchas comunitarias se remontan a los años 60. Batallaron y lograron que el gobierno suministrara servicio de agua, electrificación y caminos pavimentados.
“Después del huracán todo se cayó”, dijo Laboy, quien como Abreu es maestra jubilada. “Durante meses no tuvimos luz, agua, comunicaciones, servicios médicos. No había trabajo. Como en buena parte del país.
“Pero por la experiencia que teníamos, no nos sorprendió que no recibiéramos ayuda del gobierno. Estábamos listos y empezamos a organizar a los vecinos”. La gente despejó escombros para buscar a sus vecinos. Repararon techos dañados y ventanas rotas.
Abreu nos mostró la cocina comunitaria que construyeron, donde voluntarios sirven comidas diariamente a personas sin electricidad para cocinar. En los momentos más críticos brindaban 500 almuerzos diarios. Pidieron y recibieron donaciones de las comunidades puertorriqueñas en Estados Unidos.
Nos mostraron el comedor y el equipo de filtración de agua que instalaron para suministrar agua potable. Han recaudado fondos para obtener paneles solares y así ser un poco más autosuficientes, mientras luchan para que el gobierno restaure el servicio para todos. Han construido instalaciones recreativas con eventos musicales y otras actividades culturales para los niños.
Laboy señaló las disparidades de clase en las prioridades del gobierno. En Humacao primero restablecieron la electricidad para el barrio lujoso de Palmas del Mar y la fábrica de Ex-Lax y demás plantas farmacéuticas norteamericanas en la zona.
Protestas en toda la isla reclaman luz
Abreu dijo que en Humacao hubo numerosas manifestaciones que reclamaban la restauración del servicio eléctrico. “Hubo una marcha de las antorchas, una marcha sobre el puente entre Humacao y Las Piedras. Alguna gente fue a San Juan para manifestarse” frente a oficinas del gobierno, dijo.
Se han dado protestas similares en ciudades y pueblos por toda la isla. En una sola semana en diciembre, la prensa informó sobre 17 marchas, piquetes, bloqueos de carretera y otras acciones: desde San Juan hasta Isabela en el oeste, Salinas en el sur y Caguas en el centro.
Entre las medidas decretadas por la junta fiscal norteamericana, el gobierno anunció planes de cerrar otras 266 escuelas públicas en la isla. “Solo en Mariana, cerraron cuatro escuelas, y nos queda una escuela elemental. Ahora algunos niños tienen que andar cinco kilómetros a la escuela, ida y vuelta. El transporte es más difícil en las zonas del campo”, dijo Abreu.
Laboy nos llevó a otra parte de Mariana donde su hermano Raúl “Ruly” Laboy estaba ayudando a reconstruir la casa de otro hermano cuyo techo y ventanas quedaron destrozados por el huracán.
El electricista jubilado explicó que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) ha rechazado a muchas personas que solicitaron ayuda para reconstruir sus casas. La agencia norteamericana exige escrituras de propiedad y otros documentos que muchas personas en el campo no tienen. “A veces hay que contratar a un agrimensor e ir a la corte. Puede tardar 10 años y costar mucho dinero para demostrar que eres dueño de una casa que pertenecía a tu abuelo”, dijo.
A pesar de los desafíos, dijo Raúl Laboy, “Yo me quedo aquí. No me voy. Aquí tenemos la solidaridad obrera y eso me hace feliz”.
A Laboy le encantó conocer a miembros del Partido Socialista de los Trabajadores en Estados Unidos. Se suscribió al Militante y adquirió algunos libros que trajimos sobre política revolucionaria.
Si bien Laboy es un socialista e independentista con muchos años de militancia, obtuvimos una respuesta similar de otros trabajadores que no tenían una historia de actividad política. Estaban interesados en enterarse de la reciente ola de huelgas de maestros por todo Estados Unidos. Estaban abiertos y en muchos casos atraídos a la perspectiva obrera revolucionaria sobre la cual conversamos. ¿Es posible una revolución socialista en Estados Unidos? fue el libro más popular que mostramos a la gente.
Luchas en Yabucoa
Al día siguiente fuimos a Yabucoa, 20 minutos al sur de Humacao. Es por donde el huracán tocó tierra y donde un 60 por ciento de los hogares aún no tenían luz al momento de nuestra visita. Lenis Rodríguez, quien trabaja en una planta farmacéutica, nos organizó un recorrido por diferentes barrios rurales.
Rodríguez ha sido dirigente del Grupo de Apoyo Yabucoa, una organización comunitaria, durante 13 años. Después del huracán, él y otros entraron en acción para reclutar a voluntarios y llevar comida y suministros a vecinos y a residentes de otras comunidades. En marzo pasado organizó una “marcha de las linternas”, que inspiró protestas semejantes en Humacao y otras áreas para exigir que el gobierno restaurara la electricidad.
“Se puede ver una tendencia de clase”, dijo Rodríguez. “La gente en estos barrios no reciben la misma atención que otras clases”.
En el barrio de Tejas, en las colinas al lado del pueblo principal, nos invitó a su hogar Annette Aponte, una maestra. También conocimos a su hermano Bedwin, obrero manufacturero, y sus padres ya mayores, Mario Aponte y Justa Serrano. Querían hablar con reporteros del Militante “para que la gente en Estados Unidos pueda conocer nuestra situación”, dijo Annette.
Mario es una historia viva de la clase trabajadora de Puerto Rico. Hoy está en estado de salud frágil, pero muy animadamente nos contó cómo, de adolescente a principios de los años 60, había sido machetero cortando caña cuando aún estaba funcionando el gran ingenio azucarero Roig. Después, como decenas de miles de puertorriqueños en esa época, emigró a Estados Unidos, y trabajó como obrero agrícola en Nueva Jersey. También trabajó en la fábrica de electrodos de la Union Carbide en Yabucoa que luego cerró.
Annette Aponte relató lo que pasó el 20 de septiembre cuando el huracán entró por Yabucoa. La tormenta se llevó el portón y algunas ventanas, y la casa, construida al borde de un barranco, estaba temblando. Poco después, se rompió el muro de contención detrás de la casa. Ellos temían que la casa se deslizaría por el barranco.
“Dos o tres días más tarde, cuando abrieron los caminos, pudimos bajar al pueblo y yo pedí un toldo para reforzar el muro de contención. Pero el alcalde dijo que no nos iba a ayudar”, dijo Aponte. Al final un pastor religioso les donó un toldo.
Ella estuvo sin trabajo y sin ingreso durante tres meses después del huracán. “Fuimos a FEMA para pedir ayuda financiera para reconstruir el muro de contención”, dijo. “Dos veces nos rechazaron, pero seguimos apelando. El tercer inspector de FEMA pidió documentos, y más documentos, para certificar que era la casa de mi papá. Todavía estamos esperando la respuesta”.
El barrio de Tejas aún estaba sin luz cuando visitamos. “Mi papá es diabético y necesitamos hielo para mantener fría su insulina”, anotó.
“Pero el alcalde de Yabucoa ni se ha molestado en llegar a este barrio, y ha tardado en responder a nuestras necesidades”, dijo Aponte. Opinó que una de las razones es que él representa al Partido Popular Democrático, mientras que muchos residentes de Tejas votaron por el partido rival, que es estadista. El clientelismo (o partidismo) por parte de ambos partidos coloniales tiene una larga historia en Puerto Rico.
Protestas contra cierre de escuelas
Aponte dijo que en Yabucoa el gobierno había anunciado el cierre de cinco escuelas. “Los padres y estudiantes salieron a la calle a protestar y lograron salvar dos de las escuelas”.
Al despedirse de nosotros desde su portón, al lado suyo había una gran bandera puertorriqueña colgada sobre el muro externo. Exhibir la bandera se ha convertido en una expresión popular de orgullo entre el pueblo trabajador en toda la isla. Significa: “Sobrevivimos. Estamos decididos a reconstruir. Aquí nos quedamos en nuestro país”.
Después visitamos a Orlando y Aida Ramos en el barrio Ingenio. Orlando, quien nació en el Bronx y creció aquí, trabajó a mediados de los 70 en el ingenio Roig, el cual, abandonado desde hace mucho, hoy día permanece como un enorme esqueleto oxidado. Más tarde trabajó en plantas procesadoras de pollos. Aida trabajó en plantas avícolas en Massachusetts y talleres de costura en Puerto Rico.
Aida Ramos comentó que apenas dos días antes, las primeras brigadas eléctricas de la empresa Cobra habían llegado al vecindario, instalando postes. Las vimos andando en sus camiones. Pero el pueblo trabajador ha pagado un precio por la falta de luz durante más de ocho meses.
“Ayer falleció un vecino nuestro que estaba débil de salud”, dijo Orlando. “La falta de electricidad afecta muchas cosas. No hay aire condicionado. Se echa a perder la comida y se derrite el hielo. No se puede usar una máquina de oxígeno. No hay televisión para aliviar el estrés mental que todo el mundo sufre”.
Varios trabajadores nos hablaron de familiares o vecinos que habían muerto durante los últimos meses a causa de condiciones similares, o en su casa o en hospitales o clínicas afectados por el ciclón.
Al igual que otras personas con las que conversamos, Orlando y Aida apreciaron nuestro intercambio sobre la crisis que enfrentamos tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos, y cómo los trabajadores podemos unirnos hoy para luchar mejor. Dijeron que esperaban que regresáramos a visitarlos. “Dime cuándo, y les haré un asado”, dijo Orlando.
Luchas de pescadores
Lenis Rodríguez nos presentó a Luis “Cheverito” Velázquez, un pescador. Velázquez nos dijo que los pescadores, que forman asociaciones en muchos pueblos costeros, han tenido que luchar por cosas básicas como hacer que el gobierno les construya un pequeño muelle.
El huracán María se llevó el muelle —junto con las nasas y otros equipos de pesca— y ahora Velázquez y otros tienen que lanzar sus embarcaciones desde la arena. Otro pescador que tiene luz les da acceso a su nevera para que puedan guardar lo que pescan.
Cheverito, según lo llaman todos, sale a pescar por lo menos una vez a la semana en su barco de 16 pies con otros dos tripulantes. Él también trabaja como conserje en una escuela en Punta Santiago y milita en su sindicato. “Es un barrio pobre. Muchos de los niños son de familias de pescadores”, dijo.
Después de que el huracán destrozó la escuela, Cheverito y otros conserjes, acompañados de padres y otros voluntarios, trabajaron muchas horas extras para limpiar y arreglarla.
Velázquez a veces sale a pescar frente a la costa de la islita cercana de Vieques. “Las aguas todavía están contaminadas con bombas y otros desechos de cuando la Marina de Guerra de Estados Unidos usaba Vieques para sus prácticas de tiro, hasta que los obligamos a parar”, dijo.
Él es un veterano de esas batallas, iniciadas por los pescadores, que al final obligaron a la marina norteamericana a retirarse de Vieques en 2003. “Era realmente David contra Goliat: los pescadores con sus lanchitas frente a la marina con sus enormes buques y recursos. Y ganamos”.
Velázquez dijo que cuando regresemos nos llevará a conocer a pescadores en Vieques.
El trabajo de reconstruir después del huracán es una batalla más. “He luchado toda mi vida”, dijo Cheverito. “Y todavía estoy luchando. Aquí me quedo y no me quito”.