Washington se jacta de como van a usar su poderío en el Medio Oriente

Por Terry Evans
4 de febrero de 2019

El secretario de estado Mike Pompeo utilizó una gira por nueve naciones del Medio Oriente para tratar de fortalecer las alianzas de los gobernantes norteamericanos con potencias capitalistas en la región, sobre todo manteniendo al régimen en Teherán en la mira. Buscaba proteger los intereses del imperialismo norteamericano en la región.

Pompeo defendió el plan del presidente Donald Trump de retirar a más de 2 mil efectivos norteamericanos estacionados en Siria. Para hacerlo, la administración Trump pretende convencer a los gobernantes en Turquía a que se unan a los esfuerzos para custodiar áreas en Siria que aún están fuera del control del régimen de Bashar al-Assad y sus aliados.

También está tratando de evitar un mayor conflicto entre las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG), el antiguo aliado de Washington, y las fuerzas del régimen turco. Los combatientes kurdos fueron determinantes en la guerra de Washington contra el Estado Islámico, y para evitar que Assad y sus aliados en Moscú y Teherán reconquistaran las áreas liberadas, aproximadamente una cuarta parte de Siria, incluidos sus principales campos petrolíferos.

Líderes liberales del partido Demócrata en Estados Unidos y otros defensores de la “resistencia” contra la presidencia de Donald Trump pegaron el grito al cielo contra el plan de retiro de tropas. Insisten en que se mantenga y se incremente una guarnición militar norteamericana en Siria.

Los efectos de la guerra en Siria —que ha costado la vida de 350 mil sirios y desplazado a más de la mitad de la población del país— continúan, al igual que la intervención de Washington, Moscú, Teherán, Ankara y otras potencias capitalistas regionales.

Muchos refugiados sirios en Líbano tuvieron que valerse por sí mismos cuando severas tormentas el 6 de enero provocaron inundaciones de los campamentos con aguas negras y destruyeron el suministro de alimentos.

El régimen sirio mantiene un férreo asedio del campamento de refugiados de Al-Rukban cerca de la frontera de Siria con Jordania, donde seis personas murieron de hambre y la falta de medicamentos a fines del año pasado.

El gobierno norteamericano está presionando a los gobernantes turcos para que desistan de sus amenazas de atacar a las áreas kurdas controladas por el YPG. A Washington le pareció conveniente proporcionar armas a la YPG para combatir al Estado Islámico. Ankara teme que el gobierno kurdo inspire a los 15 millones de kurdos que viven en Turquía, quienes han librado una lucha de décadas contra la opresión nacional.

Trump ha combinado amenazas de “devastar” la economía turca si Ankara ataca a los kurdos sirios con negociaciones con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan para establecer una “zona de seguridad” de 20 millas patrullada por el ejército turco en el noreste de Siria. El YPG mantendría el control sobre gran parte del resto del área.

En resumidas cuentas el esfuerzo de la administración para retirarse está en espera, sujeto, dice el Pentágono, a las “realidades en el terreno”.

Voceros de la administración han recalcado que un retiro no afectará la capacidad de Washington de usar su poder militar en el Medio Oriente. “La ausencia de un par de miles de soldados en el terreno en Siria de ninguna manera disminuye materialmente la capacidad de Estados Unidos de América y nuestras increíbles Fuerzas Armadas de usar el poder estadounidense para lograr nuestros objetivos en cualquier parte del mundo”, dijo Pompeo el 13 de enero.

En un discurso en la American University en El Cairo el 10 de enero, Pompeo dijo que Washington y sus aliados están decididos a “expulsar a todas las botas iraníes” de Siria. Dijo que esta es la misión estratégica de Washington, y que la retirada de Siria es solo un “cambio táctico”.

Los aviones de combate, bombas, misiles, la Quinta Flota de la marina de Washington y decenas de miles de soldados en bases por todo el Medio Oriente son, por mucho, la fuerza militar más poderosa allí.

Los gobernantes norteamericanos han intervenido en el Medio Oriente durante décadas. Después de la caída de la Unión Soviética en 1991, pensaron que habían “ganado” la Guerra Fría y podían hacer lo que quisieran sin consecuencias.

Pero estaban equivocados. Desde entonces, han estado inmersos en guerras en Iraq y Siria, así como en Afganistán, y en conflictos en otras partes de la región, incapaces de lograr una estabilidad favorable a sus intereses o de retirarse.