LA HABANA — Zona Roja: Cuba y la batalla contra el ébola en África Occidental, por el autor cubano Enrique Ubieta, publicado por la editorial Pathfinder en inglés y en español, fue presentado aquí el 18 de febrero en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí.
El IPK es el centro de investigación médica y hospital conocido mundialmente donde se prepararon rigurosamente los 256 médicos y enfermeros voluntarios cubanos antes de ir a Sierra Leona, Liberia y Guinea en el 2014 a combatir el ébola. Ellos jugaron un papel decisivo en poner fin a la epidemia. El IPK es también donde Ubieta y dos reporteros de la televisión cubana cumplieron cuarentena al regresar de su viaje periodístico a esos países, recogiendo el material contenido en el libro.
El doctor Manuel Romero, director del instituto, dijo que Zona Roja “contrarresta la campaña norteamericana de desinformación contra nuestros médicos internacionalistas. Habla sobre el ejemplo de nuestro ‘ejército de batas blancas’” alrededor del mundo.
Los oradores fueron Ubieta y los coeditores del libro Mary-Alice Waters, presidenta de Pathfinder, y Martín Koppel. Defender la revolución socialista cubana y su internacionalismo proletario “es una necesidad para nosotros”, dijo Waters, dirigente también del Partido Socialista de los Trabajadores en Estados Unidos. “Es inseparable del trabajo de ayudar al pueblo trabajador en Estados Unidos a que aprenda del ejemplo de esta revolución y se prepare para emularlo”.
Después del programa muchos de los 30 investigadores médicos y trabajadores presentes rodearon la mesa para comprar Zona Roja, y otros libros sobre política obrera revolucionaria. Algunos habían participado en misiones internacionalistas médicas cubanas en África y otros lugares.
Orgullo de vencer al ébola
Mientras miraban los libros, varios trabajadores del instituto hablaron con los reporteros del Militante sobre su participación en el intenso esfuerzo para entrenar a la brigada del ébola. Destacaron que el personal cubano llegó a África Occidental con mayor preparación que otros grupos de médicos de otros países, y compartieron su conocimiento con ellos.
Instalaron un hospital de campaña en el Instituto Kourí similar a los centros de tratamiento del ébola para que los integrantes de la brigada practicaran las medidas de seguridad. Aprendieron a ponerse y quitarse el equipo de protección, y como entrar y salir de la “zona roja” —donde se alojaba a los pacientes más enfermos— y las otras áreas para evitar la propagación del virus. Trabajaban en esos “trajes de astronautas” bajo el caluroso sol cubano para preparase para las condiciones que enfrentarían en África.
La mayoría de los médicos internacionales, siguiendo las normas de la Organización Mundial de la Salud, no trabajaban en las clínicas del ébola más de cuatro semanas para prevenir el agotamiento. Sin embargo, los voluntarios cubanos, altamente cualificados y motivados, decidieron permanecer por seis meses para hacer el máximo uso de su experiencia acumulada.
Marta Castro Peraza, quien ayudó a supervisar el programa de entrenamiento de la brigada, dijo al Militante que el personal médico de Francia, Reino Unido y otros países tenían la norma de evitar el contacto directo con los enfermos de ébola. “Pero no podíamos hacer eso. En Cuba estamos acostumbrados a tocar a nuestros pacientes”, dijo.
Y eso fue lo que hicieron en los centros de tratamiento —canalizaron venas para hidratar al paciente, los bañaron y vistieron y les ayudaban a beber y comer sin violar los reglamentos de seguridad. Trataban a los pacientes como seres humanos, ganando su confianza y la de sus familiares.
El método cubano logró bajar drásticamente los índices de mortalidad. Para mediados del 2015 la epidemia estaba prácticamente erradicada.