La guerra que Washington ha librado en Afganistán por 20 años llegará a su fin, prometió el presidente Joseph Biden, de la misma forma que lo hizo Donald Trump antes que él. Esto cesaría un conflicto que Washington renunció a tratar de ganar hace mucho tiempo. Dentro de cinco meses, unos 2,500 soldados norteamericanos abandonarán Afganistán en el vigésimo aniversario de los ataques del 11 de septiembre contra el World Trade Center, dijo Biden. También se retirarán otros 7 mil efectivos de la OTAN.
La guerra en Afganistán es la más larga jamás librada por Washington, la potencia imperialista dominante en el mundo, aunque en declive. Bajo la ilusión de que ganaron la guerra fría cuando los regímenes estalinistas de la Unión Soviética y Europa del Este se desmoronaron, y que podrían imponer su autoridad como la única “potencia indispensable”, Washington inició una serie de guerras y operaciones militares desde Afganistán e Iraq hasta Libia y Paquistán.
Cada conflicto tenía como objetivo imponer regímenes obedientes y extender el alcance global de los gobernantes estadounidenses a expensas de sus rivales capitalistas. Cada uno de ellos trajo desastre para los pueblos de esos países, así como para los soldados norteamericanos, trabajadores en uniforme usados como carne de cañón.
El gobierno norteamericano afirma que su guerra en Afganistán tenía como fin evitar otro ataque como el del 11 de septiembre. Pero el uso masivo de la fuerza militar estaba dirigido principalmente a “persuadir” a los gobiernos de toda la región “de que seguir en conflicto con Washington no solo va en contra de sus intereses de clase, sino que a largo plazo es contrario a su propia supervivencia”, como explicaba una resolución del Partido Socialista de los Trabajadores en 2005.
En 1978 una revolución popular en Afganistán llevó al poder al Partido Democrático Popular de Afganistán, dirigido por estalinistas. Legalizó los sindicatos, canceló las deudas de los campesinos, permitió por primera vez que las nacionalidades oprimidas publicaran y difundieran materiales en sus propios idiomas y prometió expropiar a los grandes terratenientes y distribuir la tierra a los campesinos.
Pero este gobierno nunca movilizó a los trabajadores para llevar a cabo estas medidas y tomar dominio de sus propias vidas. A medida que empeoraban las condiciones, el gobierno del PDPA quedó aislado.
Moscú intervino en 1979 para respaldar a una de las facciones del PDPA que se encontraban en una lucha sangrienta entre si. Luego envió tropas para rescatar al régimen del PDPA contra una rebelión liderada por terratenientes y otras fuerzas reaccionarias, respaldadas por Washington. La guerra de diez años de Moscú contra estas fuerzas islamistas se volvió cada vez más impopular en la ex Unión Soviética. Su derrota y sentimiento antigubernamental estuvieron entre las causas de la caída del régimen estalinista en la URSS en 1991.
Las fuerzas del Talibán tomaron el poder en 1996 y permitieron que Al Qaeda estableciera bases. Al Qaeda estaba dirigida por muchas de las fuerzas guerrilleras que fueron financiadas y armadas por Washington, incluso Osama bin Laden.
Los talibanes impusieron condiciones políticas y culturales sofocantes a los trabajadores, expulsando a las mujeres de la vida pública, prohibiendo la televisión y la música y ejecutando a cualquiera acusado de desobedecer sus órdenes.
Washington invadió Afganistán no solo para derrocar el régimen del Talibán, sino también para establecer una presencia militar en Asia Central. El Pentágono sigue empeñado en reforzar sus fuerzas en Tayikistán, Kazajstán y Uzbekistán a raíz de la propuesta retirada de Afganistán. “Probablemente no haya un espacio en el mundo al que Estados Unidos y sus aliados no puedan alcanzar” con ataques con aviones no tripulados, se jactó el 14 de abril el secretario de defensa Lloyd Austin.
La guerra devastó a trabajadores
Denominada “Operación Libertad Duradera” por el presidente George W. Bush, la guerra de Afganistán causó la muerte de unas 157 mil personas para finales de 2019, incluidos 2,300 efectivos militares estadounidenses. Más de 5.3 millones de afganos han sido obligadas a abandonar sus hogares.
En 2001, Washington instaló a Hamid Karzai en el gobierno. Pero ni Bush ni las tres administraciones posteriores pudieron establecer un régimen estable. La administración de Barack Obama escaló el despliegue de tropas a 100 mil en 2011, sin poder derrotar a los talibanes.
Durante más de una década, bajo administraciones demócratas y republicanas, el Pentágono ha afirmado que estaba a punto de entregar el control al ejército afgano. Pese al inicio de conversaciones con los talibanes en diciembre de 2018, las fuerzas de Washington y sus aliados continuaron sus ataques aéreos, matando a más civiles en 2019 que en cualquier otro momento desde 2002.
“Los talibanes están en una posición militar más fuerte ahora que en cualquier otro momento desde 2001”, admitió un informe del gobierno norteamericano el mes pasado. Controla una quinta parte del país. El régimen respaldado por Washington controla la mayoría de las ciudades importantes, pero ninguna de las partes tiene control firme sobre gran parte del resto del país.
Al inicio de la guerra, el gobierno de Paquistán dejó de ser protector de los talibanes y pasó a ser aliado de Washington, proporcionando bases para realizar bombardeos aéreos. En 2009, lanzó ataques contra la población en áreas de Paquistán controladas por los talibanes, con el respaldo de tropas especiales estadounidenses y ataques con drones.
Pero al mismo tiempo, Islamabad siguió proporcionando refugio para las fuerzas del Talibán de Afganistán. Esto contribuyó “decisivamente” al fracaso de las fuerzas norteamericanas, se quejó Jack Reed, presidente del comité de servicios armados del senado, el 15 de abril. Y los gobernantes paquistaníes se han vuelto menos dependientes de Washington y han sido progresivamente atraídos a la órbita de Beijing.
La contienda y el conflicto en curso entre Washington y Beijing ahora dominan la política en la región.
La ocupación de Afganistán por Washington no ha hecho nada para erradicar la miseria que enfrenta el pueblo trabajador allí. Alrededor del 57 por ciento de los adultos son analfabetos. La tasa de mortalidad infantil es de 46.5 muertes por cada mil nacimientos.
Los gobernantes capitalistas de Estados Unidos salieron de la segunda guerra mundial imperialista proclamando que iban a presidir un “siglo norteamericano”. Pero combatieron en Corea hasta un punto muerto, fueron derrotados en Vietnam, presidieron la guerra y la destrucción en el Medio Oriente y ahora dicen que saldrán de Afganistán.
“Los trabajadores necesitamos nuestra propia política exterior”, dijo al Militante Alyson Kennedy, presidenta de la campaña estatal de Texas del Partido Socialista de los Trabajadores, “comenzando por la solidaridad con el pueblo trabajador hermano en Afganistán y en otros lugares. Exigimos la retirada inmediata de todas las fuerzas de Washington de Afganistán y Asia Central”.