La breve oleada de enfrentamientos en Israel a mediados de mayo demuestra los desafíos y el deseo de los trabajadores judíos y árabes en Israel de unirse para impulsar sus intereses de clase.
A medida que aumentaron las tensiones a raíz de la amenaza de desalojo de algunas familias palestinas del barrio Sheikh Jarrah de Jerusalén Este y los enfrentamientos entre la policía israelí y manifestantes musulmanes en la mezquita de Al-Aqsa, ocurrieron ataques tanto contra judíos como árabes.
Pequeños grupos derechistas judíos, muchos traídos en autobús desde otras partes del país, corearon “Muerte a los árabes” antes de atacar a los transeúntes y dañar negocios y cementerios árabes. Por otro lado, grupos de jóvenes árabes atacaron sinagogas, hogares y negocios. Algunos ondeaban la bandera de Hamás, el reaccionario partido burgués que gobierna Gaza y que utilizó los acontecimientos en Jerusalén Este como pretexto para lanzar miles de cohetes contra zonas residenciales de Israel. La mayoría de la gente en Israel, judíos y árabes por igual, estaban horrorizados por la violencia.
La mayoría de los ciudadanos árabes de Israel, un 20 por ciento de los 9 millones de habitantes del país, viven en ciudades árabes. Hay un puñado de ciudades “mixtas”, incluidas Acre, Lod, Ramla, Haifa y Jaffa. Pero la mayoría de los contactos entre judíos y árabes ocurren en el trabajo y los sindicatos, dijo al Militante Yaniv Bar Ilan, portavoz de Koach la Ovdim (Poder a los Trabajadores), una federación sindical con unos 30 mil miembros, por teléfono desde Tel Aviv el 3 de junio.
Judíos y árabes trabajan lado a lado en hospitales, fábricas, centros turísticos y otros. Los trabajadores árabes enfrentan discriminación en el empleo, la vivienda, educación, acceso a servicios sociales y más.
Muchos trabajos con salarios más bajos, como en la agricultura, son ocupados en su mayoría por trabajadores migrantes de Tailandia y China o palestinos. Los trabajadores de la construcción son a menudo palestinos de Jerusalén y de la Margen Occidental. “Y hay una gran diferencia en sus condiciones”, dijo Bar Ilan. Pocos de estos trabajadores están afiliados a un sindicato.
“Los trabajadores árabes en Israel trabajan más horas y reciben salarios más bajos”, dijo el 8 de junio el Dr. Fawzi Shaaban, de la Federación Sindical General Palestina, desde Jerusalén Este.
‘Hermanos y hermanas de clase’
Koach la Ovdim distribuyó un volante la semana de los atentados en los centros laborales donde tiene representación. “Somos hermanos y hermanas de clase”, decía, “y esta violencia no nos sirve a ninguno de nosotros”.
“Estos disturbios no penetraron en la clase trabajadora”, dijo al Militante el 5 de junio Avi Gabbay, presidente del Consejo Laboral Regional de Tiberíades de la Histadrut, la federación sindical más grande de Israel.
Gabbay dijo que ese no fue el caso en el 2000 durante la “segunda intifada”, una ola de protestas de palestinos en la Margen Occidental, Gaza y dentro de Israel. En un momento, “las tensiones entre los trabajadores judíos y árabes fueron tan severas que el gerente de un hotel me pidió que fuera allí”, dijo Gabbay. “Tuvimos que tener discusiones especiales entre judíos y árabes para mitigar la situación. Esta vez no. Las relaciones dentro y fuera del trabajo son buenas”.
Aunque Tiberíades no es una ciudad mixta, musulmanes, cristianos árabes, drusos y otros vienen a trabajar desde los pueblos cercanos. Esto se refleja en el sindicato. “En los comités de trabajadores electos hay muchos árabes, al igual que muchos delegados sindicales”, dijo Gabbay.
La ciudad de Acre (Acco) es casi un 32 por ciento árabe, el porcentaje más alto de cualquier ciudad mixta. El Centro de Teatro Acco, establecido en 1985 para promover la libertad artística, que presenta música, danza y obras de teatro en hebreo y árabe, sufrió graves daños durante los disturbios.
“No estamos seguros si los que tiraron esas botellitas que queman sabían que las estaban tirando al teatro”, porque la entrada está al otro lado del edificio, dijo Smadar Yaaron, uno de los fundadores del teatro, por teléfono el 7 de junio.
La mañana siguiente, dijo, “los residentes palestinos vinieron a ayudar a limpiar”, así como algunos residentes judíos. “La mayoría de la gente en Acco, tanto judía como árabe, no quiere la violencia, quieren vivir juntos”, dijo al Militante Ziwar Bahlul, un músico y actor palestino integrante del teatro.
Algunos jóvenes árabes locales se unieron a pandillas que vinieron de otras partes. “La mayoría de ellos no trabajan y provienen de familias más pobres”, dijo Bahlul. “Quieren hacerle saber al otro lado que no están contentos”. Los jóvenes árabes enfrentan un alto nivel de desempleo y el acoso de la policía. También hay resentimiento por la “gentrificación”, dijo Yaaron, ya que más negocios de propiedad judía se han mudado a la “Ciudad Vieja” tradicionalmente árabe.
Los ataques antiárabes en Acre fueron realizados por forasteros que llegaron en autobuses, dijo Bahlul, incluso de La Familia, el notorio club racista de aficionados del equipo de fútbol Beitar Jerusalén. “El pueblo judío de Acre salió y les dijo que se fueran. Protegieron a sus vecinos árabes”, dijo.
Fadi Kasem, una enfermera de 28 años, y otros residentes árabes de Acre fueron al lugar de los disturbios el 12 de mayo para tratar de detener la violencia. Encontraron a Mor Janashvili, un judío israelí, que estaba siendo golpeado brutalmente por una turba de jóvenes árabes.
Kasem protegió a Janashvili de los atacantes, vendó sus heridas y se aseguró de que llegara al hospital.
“Ya tenemos un sistema” para actuar cuando estallan las tensiones, dijo Kasem al Militante por teléfono. Al mismo tiempo, dijo Kasem, “el gobierno debe tratar a todos los ciudadanos por igual” si quiere prevenir ataques en el futuro.
Todos estos informes dan muestra del potencial que existe para que los trabajadores judíos y árabes colaboren entre sí, incluso en luchas obreras y esfuerzos más amplios para presionar a los líderes israelíes y de los grupos palestinos para que negocien y acepten reconocer tanto a un estado palestino soberano como a Israel.
Cuando Kasem fue al hospital para ver como estaba su nuevo amigo, Janashvili dijo que no volverá a Acre pronto.
“No digas eso”, respondió Kasem. “En 2008, cuando hubo graves disturbios en Acre, la gente no creía que la convivencia volvería”. Pero regresó. “Te llevaré a comer humus en Acre Vieja”, dijo Kasem. “Mi casa es tu casa”.