Este mes marca el aniversario de dos eventos que impactaron la lucha de clases en Estados Unidos: los ataques de al-Qaeda en Nueva York y Washington en 2001 y la catástrofe social desatada sobre los trabajadores tras el huracán Katrina en 2005. A continuación publicamos extractos de la declaración de Martín Koppel, entonces candidato para alcalde de Nueva York, emitida el 11 de septiembre por el Partido Socialista de los Trabajadores.
Enarbolando la bandera de que “Estados Unidos está siendo atacado”, de que ha sufrido “un segundo Pearl Harbor” tras el ataque hoy contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono, Washington buscará como imponer su “derecho” de lanzar ataques militares contra otros países, como lo ha hecho en años recientes contra los pueblos de Yugoslavia, Iraq, Sudán y Afganistán. [En cuestión de semanas, los gobernantes imperialistas de Estados Unidos lanzaron una campaña masiva de bombardeos e invasión terrestre en Afganistán, una guerra que duró 20 años con consecuencias devastadoras para el pueblo trabajador. —Ed.]
El Partido Socialista de los Trabajadores llama a los trabajadores, a los agricultores y a todos los defensores de los derechos democráticos a que se pronuncien en contra de los esfuerzos demagógicos de los gobernantes norteamericanos, en nombre de la prevención del “terrorismo”, para justificar las restricciones contra los derechos políticos. Debemos oponernos a la campaña del gobierno norteamericano —tanto demócratas como republicanos— que pretende restringir el espacio para la organización y la actividad política, garantizado por la Constitución, y a sus intentos de legitimar el uso de las fuerzas armadas norteamericanas dentro de Estados Unidos y en otros países.
El 11 de septiembre el gobierno norteamericano puso a sus fuerzas armadas a nivel mundial en estado de alerta bélica, listos para una respuesta inmediata. Desplegó un regimiento de infantería ligera en las calles de Washington; movilizó a la Guardia Nacional de Nueva York; y desplegó “escuadrones contraterroristas” fuertemente armados del FBI y otras unidades especiales de la policía federal en Los Angeles, en las fronteras con México y Canadá, y en otras partes del país.
En los próximos días, a medida que la administración lleve a cabo la promesa de Bush de “cazar y castigar a los responsables”, los sindicatos y todos los individuos y organizaciones de disposición democrática deben estar en pie de alerta para protestar contra juicios amañados por el gobierno y oponerse a sus intentos de pisotear la presunción de inocencia; el derecho a un debido proceso jurídico; las garantías de la Cuarta Enmienda de la Constitución contra las interceptaciones telefónicas y las pesquisas y registros arbitrarios; y para defender la libertad de asociación sin espionaje y acoso por soplones y agentes provocadores del gobierno. Los últimos cuatro años de la administración Clinton y los primeros meses de la Casa Blanca de Bush se han visto caracterizados por crecientes esfuerzos bipartidistas destinados a reforzar la pena de muerte federal, socavar los derechos de los acusados y condenados, y ampliar el margen de acción de los operativos estilo “comando” de la Patrulla Fronteriza y otros policías del Servicio de Inmigración y Naturalización, el FBI y demás agencias federales de asalto.
Quienquiera que haya realizado los actos del 11 de septiembre, la destrucción de las dos torres del World Trade Center y el ataque aéreo contra el Pentágono —con el saldo consiguiente de miles de hombres, mujeres y niños muertos y heridos— estas acciones no tienen nada que ver con la lucha contra la explotación capitalista y la opresión imperialista. Los revolucionarios y otros trabajadores, agricultores y jóvenes con conciencia de clase en todo el mundo rechazan el empleo de dichos métodos.
El gobierno norteamericano y sus aliados, por más de un siglo, han desatado un terror sistemático para defender sus privilegios e intereses de clase a nivel nacional e internacional: desde la incineración atómica de cientos de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki, hasta la matanza librada por 10 años en Indochina, la guerra contra el pueblo de Iraq en 1990-91, la calcinación de 80 personas en Waco, Texas, y otros ejemplos demasiado numerosos para mencionar.
Los gobernantes norteamericanos saben que al impulsar su ofensiva contra las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores y agricultores en Estados Unidos, se toparán con más y más resistencia, conforme el pueblo trabajador se organice para defender su sustento y sus derechos. Por eso Washington está reforzando sistemáticamente su posición frente a las batallas que sabe que vendrán.
El Partido Socialista de los Trabajadores llama a los trabajadores y agricultores en Estados Unidos y a nivel mundial a que se pronuncien contra todas las formas con las que el orden capitalista mundial empuja a la humanidad hacia el fascismo y la guerra. Debemos oponernos a la intervención militar norteamericana en cualquier parte del mundo. Debemos oponernos a los intentos de Washington de incrementar su ataque contra los derechos políticos del pueblo trabajador y de las organizaciones de nuestra clase y las de sus aliados oprimidos y explotados.