La Corte Suprema de Estados Unidos suspendió el 8 de septiembre la ejecución de John Henry Ramírez, un preso condenado a muerte en Texas, tres horas antes de que lo mataran. Él estaba esperando en una celda a unos metros de la cámara de la muerte en la penitenciaría estatal de Huntsville.
El tribunal supremo anuló una decisión de la corte federal de apelaciones que le había negado a Ramírez el derecho de tener a su pastor en la cámara de la muerte orando y poniendo sus manos sobre él. Ramírez demandó a las autoridades penitenciarias el 10 de agosto por violar su libertad de culto.
El tribunal superior tomó el caso de Ramírez en el otoño.
El tribunal ha considerado varios casos recientes relacionados a los derechos de culto de presos condenados a muerte. En Texas, las autoridades estatales actualmente permiten que los consejeros religiosos de los reos estén presente en la cámara de la muerte, pero les niegan el derecho a orar juntos en voz alta o tener contacto físico.
Durante cuatro años, Dana Moore de la Segunda Iglesia Bautista en Corpus Christi, el pastor de Ramírez, ha viajado las 300 millas para visitarlo en la prisión estatal de Livingston. Hablan a través de teléfonos separados por una ventana de plexiglás en la sala de visitas y oran presionando sus palmas contra la ventana.
Los presos como Ramírez “están en soledad todo el tiempo”, dijo Moore al New York Times. “La única vez que tienen contacto físico es cuando les ponen y quitan las esposas”. Ramírez saluda a sus visitantes con un choque de puños en la ventana.
Moore dijo que cuando visita a una persona moribunda fuera de una prisión, como en un hospital, normalmente toma la mano de la persona. Dijo que este contacto físico permitiría a los presos “cierta dignidad”.
Ramírez ha estado en el pabellón de la muerte desde 2008 cuando fue condenado de apuñalar a muerte al empleado de una tienda, Pablo Castro, en 2004, cuando buscaba dinero para comprar drogas. Tenía 20 años. Sacó 1.25 dólares del bolsillo del empleado moribundo.
“El señor Ramírez asume la responsabilidad por el crimen, que él califica de ‘asesinato infame’”, informó el Times. “Se negó a atribuir sus acciones a su infancia marcada por el abuso, la inestabilidad y la pobreza. ‘Hay mucha gente que vive eso y peor aún, y no terminan en el pabellón de la muerte’”, reflexionó.
En prisión, Ramírez se ha convertido en un lector voraz, escribe poesía, dibuja y escribe cartas a sus partidarios.
Un funcionario del Departamento de Justicia Penal de Texas afirmó: “Todo lo relacionado con el proceso y protocolo de ejecución de Texas se basa en la seguridad”, y dijo que la solicitud de Ramírez abre la puerta para solicitudes religiosas cada vez más onerosas.
El abogado de Ramírez, Seth Kretzer, se burló del argumento del estado: “Está en la instalación más segura de todo el sistema penitenciario”.
La protección del derecho al culto bajo la Constitución de Estados Unidos está al centro de la lucha de Ramírez. “¿Tendré un verdadero momento espiritual en el momento de la muerte y no quieren que lo tenga?” preguntó Ramírez. “¿También quieren negarme eso?”