La invasión de Moscú se ha estancado en gran medida debido a la firme resistencia de los soldados y civiles ucranianos, incluso en ciudades en el sur ocupadas por fuerzas rusas. La única ciudad importante a riesgo de ser capturada es Mariúpol, que está rodeada y está siendo azotada por incesantes bombardeos por aire, tierra y mar.
En respuesta a la guerra terrestre más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, Washington está reforzando sus fuerzas militares allí y las potencias imperialistas europeas están rearmándose y reconstruyendo las suyas, haciendo sonar los tambores de más guerras venideras.
A pesar de las crecientes víctimas civiles causadas por los ataques de artillería, bombas y misiles de Moscú y los más de 10 millones de desplazados, el pueblo ucraniano se niega a rendirse.
El 19 de marzo, obreros ferroviarios de Bielorrusia dieron un ejemplo de solidaridad obrera internacional al interrumpir la red de suministro rusa. Sabotearon la línea de tren que conduce a Ucrania que está siendo usada por Moscú para transportar tropas y suministros.
Tras semanas de bombardeos unos 100 mil civiles han quedado atrapados en Mariúpol, una ciudad portuaria clave en el sur. Gran parte de la ciudad ha sido reducido a escombros. Los combatientes ucranianos se han negado a rendirse., Un hospital de maternidad fue totalmente destruido, así como un teatro y una escuela de arte, dejando a cientos de personas enterradas vivas. Un blanco importante de la ofensiva de Moscú ha sido capturar las dos enormes plantas de acero de la ciudad.
“Nunca regresaremos si Rusia la captura, pero estamos preparados para vivir en las ruinas si sigue siendo ucraniana”, dijo a la prensa Natalia Poluiko, residente de Mariúpol, después de huir de la matanza.
En Jersón, civiles ucranianos furiosos obligaron a dos camiones militares rusos a retirarse de la plaza central. Al día siguiente, los residentes que protestaban fueron atacados por soldados rusos. Varios fueron heridos y otros detenidos, pero los manifestantes continuaron regresando con banderas ucranianas.
Tambores de guerras por venir
Anticipando un futuro de creciente inestabilidad y más guerras, Washington está preparándose para defender sus intereses imperialistas. El gobierno de Estados Unidos está revirtiendo la disminución en el número de sus tropas en Europa durante las últimas décadas. Las ha aumentado a más de 100 mil, el nivel más alto desde 2005.
Están distribuidas en 19 países, incluidos los antiguos estados miembros del Pacto de Varsovia que ahora forman parte de la OTAN. Algunas tropas norteamericanas han sido enviadas a Polonia, cerca de la frontera con Ucrania. El Pentágono también envió cazas F-35 y helicópteros Apache a Polonia y Hungría.
A medida que crece la intervención de los gobernantes norteamericanos en Europa y continúan los llamamientos para que Washington imponga una zona de exclusión aérea, vale la pena recordar las terribles consecuencias de las guerras anteriores de Washington en el continente. Entre ellas el bombardeo y desmembramiento de Yugoslavia en la década de 1990. Allí, una zona de exclusión aérea fue un paso hacia una guerra más profunda.
Durante la segunda guerra mundial imperialista, Washington y Londres bombardearon intensamente las densamente pobladas ciudades industriales de Hamburgo y Dresden, sofocando o incinerando a decenas de miles en los desastrosos incendios causados por los bombardeos. Washington forjó su supremacía en Europa con estas matanzas.
Más de un tercio de las tropas estadounidenses en Europa están estacionadas en Alemania. En respuesta a la guerra en Ucrania, los gobernantes de Alemania han lanzado su propio programa de rearme. Esta es su primera expansión militar sustancial desde el fin de la Guerra Fría. Los gobernantes alemanes están tratando de reducir su dependencia de las importaciones de gas de Rusia.
Todas las potencias imperialistas europeas, así como China y Rusia, están buscando aliados y fuentes de importaciones a medida que la guerra trastorna el previo “orden mundial”. Y los gobernantes capitalistas de todo el mundo semicolonial —desde India hasta el Medio Oriente— están reevaluando quién protegerá sus intereses mejor.
Soldados rusos se niegan a pelear
En una conferencia televisada el 5 de marzo en Kyiv, soldados rusos que se habían rendido se pronunciaron en contra de la guerra y llamaron al pueblo ruso a “tomar las calles” para exigir el cese de la invasión de Moscú. “Aquí no todo es como dicen en la televisión rusa”, dijo Dmitry Gagarin, uno de los soldados. Hay numerosos videos e informes en el internet de tropas rusas que se niegan a atacar a civiles.
El régimen de Putin ha reprimido las manifestaciones contra la guerra en Rusia.
El camino para que el pueblo trabajador derrote el atropello contra la independencia de Ucrania radica en convencer a los trabajadores y agricultores en Rusia y en todo el mundo a que se unan a sus compañeros en Ucrania en una acción conjunta contra la guerra. El pueblo trabajador no tiene intereses comunes con “nuestros” gobiernos capitalistas, y debemos depender de nuestra propia fuerza para defender nuestros intereses.
Las sanciones de Washington y las potencias capitalistas en Europa son un obstáculo mortal para este curso. Han azotado la economía rusa, aislado su sistema bancario y bloqueado muchas importaciones. Fábricas y cadenas minoristas en Rusia han cerrado, lo que ha provocado la pérdida de muchos empleos. La escasez abunda. Los trabajadores enfrentan precios muy altos.
Putin dice que los rusos enfrentarán dificultades cada vez mayores, pero los insta a confiar en su régimen matón como su defensor de las sanciones de Washington mientras trata de generar apoyo para la guerra.
Existen muchos ejemplos de fraternización y colaboración a través de las fronteras contra la guerra de Putin. Bailarines de ballet de renombre mundial de Rusia, Ucrania, Argentina, Cuba, Francia y Japón se reunieron para una actuación benéfica para Ucrania en el Coliseo de Londres el 20 de marzo. En contraste a la prohibición de artistas rusos en otros lugares, la música incluyó compositores rusos como Tchaikovsky y Rachmaninoff.
El bailarín y productor ucraniano Ivan Putrov, uno de los organizadores, hizo un punto clave: “La cultura rusa no tiene nada que ver con Putín, y a la vez Putín no tiene nada que ver con la cultura rusa”.
El cubano Javier Torres del Northern Ballet interpretó “La muerte de un cisne” de Camille Saint-Saens. Lo comparó con los ucranianos que están resistiendo la invasión de Moscú y con el pueblo cubano que ha resistido con éxito la guerra económica de Washington destinada a derrocar la revolución socialista de Cuba.