Casi seis meses después que el presidente ruso Vladímir Putin lanzara una guerra para aplastar la independencia de Ucrania y subyugar a su pueblo, la ofensiva de Moscú se ha estancado ante la firme resistencia ucraniana. No obstante, el Kremlin continúa sus bombardeos causando un costo enorme para Ucrania y para los soldados rusos que Putin usa como carne de cañón.
El pueblo ucraniano está demostrando su voluntad de defender su país, a pesar de las pérdidas, el gran desplazamiento de población y la destrucción de ciudades e infraestructura. La economía se ha reducido casi a la mitad.
Cientos de miles de voluntarios civiles trabajan para suministrar al ejército ucraniano con redes de camuflaje y chalecos protectores. Algunos manejan ambulancias o transportan suministros a través del país desde Polonia o desde otros lugares.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, propuso el 8 de agosto que los países occidentales cerraran sus fronteras a todos los ciudadanos rusos, independientemente de su postura sobre la guerra de Moscú. Su propuesta socava las posibilidades de promover la solidaridad necesaria entre los trabajadores de Ucrania y Rusia para obligar a Putin a poner fin a su guerra y retirar las fuerzas rusas. Putin utiliza cínicamente estas medidas del gobierno capitalista en Kyiv para decir que su régimen está defendiendo al pueblo ruso contra la “agresión occidental”.
El mayor conflicto militar terrestre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial continúa causando conmoción en todo el orden mundial imperialista.
Las potencias capitalistas desde Alemania hasta Japón se están rearmando. Los alineamientos están siendo sacudidos a medida que cada clase dominante busca promover sus propios intereses en un mundo más inestable y asolado por la crisis. En Europa, las divisiones se están ampliando entre y dentro de las principales potencias.
Moscú cortó los suministros de petróleo a la República Checa, Hungría y Eslovaquia el 9 de agosto, con el fin de agudizar las divisiones en la Unión Europea respecto a las sanciones.
Recientemente, representantes del gobierno de Turquía y la ONU y de Moscú llegaron a un acuerdo con el fin de permitir la salida de más de 20 millones de toneladas de exportaciones agrícolas de Ucrania bloqueadas por la armada rusa en el Mar Negro para tratar de aliviar la creciente escasez de alimentos en el mundo. Antes de la guerra, Rusia y Ucrania producían casi un tercio de las exportaciones mundiales de trigo y cebada.
Para el 9 de agosto, 12 buques que transportaban un cuarto de millón de toneladas de grano habían zarpado de los puertos ucranianos en el Mar Negro. Estas exportaciones no alcanzarán en el futuro próximo el nivel que tenían antes de la guerra de seis millones de toneladas de grano al mes.
Muchos entre las numéricamente superiores fuerzas armadas de Moscú están desmoralizados. El Kremlin ha convertido en delito el cuestionar la invasión. El número de muertos en la guerra es un secreto de estado para evitar que las familias y los manifestantes unan sus fuerzas en contra de la guerra. Las estimadas 15 mil muertes de soldados rusos desde el inicio de la invasión equivaldrían a las muertes durante la invasión soviética de Afganistán de una década, la cual provocó un profundo descontento en el país.
Dmitry Shkrebets es el padre de un marinero cumpliendo el servicio obligatorio que está en la lista de “desaparecidos” después que el buque insignia ruso Moskva en el Mar Negro fuera hundido por misiles ucranianos el 13 de abril. Él acusa a las autoridades rusas de ocultar cuántos marineros murieron.