El 19 de noviembre tuvo lugar en Wellington, la capital de Nueva Zelanda, una de las manifestaciones más grandes de los últimos años. En los medios de comunicación de todo el mundo fue presentada como una protesta por los derechos de los maoríes.
La manifestación, en la que participaron unas 40 mil personas, fue organizada por el Partido Maorí, un partido burgués de oposición con seis escaños en el parlamento de Nueva Zelanda. Recibió el apoyo de otros partidos de oposición y fue promovida por los principales medios de comunicación. Muchos de los participantes eran maoríes que vinieron a reafirmar su orgullo por su identidad y cultura y su voluntad de defender lo que se ha ganado a lo largo de décadas de lucha.
Sin embargo, los objetivos de los organizadores no tenían nada que ver con promover los intereses de los maoríes y los del pueblo trabajador.
Los maoríes son el pueblo indígena de Nueva Zelanda y constituyen el 17% de la población. Si bien afirma ser la voz de todos los maoríes, el Partido Maorí se basa en los intereses de clase de una capa de capitalistas y profesionales de clase media.
El catalizador de la protesta fue el proyecto de ley sobre los Principios del Tratado presentado recientemente por el ACT, un partido libertario que forma parte del gobierno de coalición liderado por el Partido Nacional que reemplazó al Partido Laborista en el poder el año pasado. El proyecto de ley del ACT pretende redefinir la interpretación del Tratado de Waitangi en la legislación actual. El Partido Maorí dice que el parlamento no tiene derecho a discutirlo.
El Tratado de Waitangi se firmó entre representantes del gobierno británico y varios jefes maoríes en 1840, como parte de la conquista y la sangrienta colonización de Nueva Zelanda por parte de Londres. Este tratado otorgó reconocimiento a los maoríes, que eran la mayoría en ese momento. Pero con el establecimiento del régimen capitalista, las tierras maoríes fueron ocupadas y su lengua y cultura fueron suprimidas. Los tribunales y los gobiernos dictaminaron que el tratado no tenía validez jurídica.
Los maoríes se resistieron a esto. A medida que se convirtieron en un componente importante de la clase trabajadora después de la Segunda Guerra Mundial, sus luchas ganaron fuerza y se entrelazaron con las luchas sindicales. Se reforzaron con la lucha liderada por los negros que derrocó la segregación racial en Estados Unidos y la lucha revolucionaria que derribó el régimen del apartheid en Sudáfrica.
En las últimas seis décadas, marchas, ocupaciones de tierras, luchas sindicales y campañas políticas, han hecho retroceder la discriminación racista y los maoríes han obtenido importantes logros.
Desde 1975, el Tribunal de Waitangi del gobierno ha escuchado reclamaciones de tierras, recursos y finanzas como compensación por lo robado presentadas por las autoridades tribales maoríes. Las corporaciones tribales controlan ahora activos con un valor de 70 mil millones de dólares neozelandeses (40.8 mil millones de dólares). La lengua y la cultura maoríes están muy difundidas en los medios de comunicación, el sistema educativo y la administración gubernamental.
Diferencia de clase entre los maoríes
Hace cincuenta años, más del 95% de los maoríes eran trabajadores asalariados en fábricas, servicios o agricultura. Si bien todavía enfrentan el legado de la discriminación, hoy en día los maoríes están presentes en todas las clases y ocupaciones.
Un registro de este cambio es el hecho que el 27% de los escaños del parlamento actual están ocupados por maoríes, el doble del porcentaje de votantes maoríes, y el 35% del gabinete del gobierno es de ascendencia maorí.
Muchos de los logros obtenidos por los maoríes con el reconocimiento de sus derechos en el Tratado de Waitangi se incorporaron en más de 50 leyes. Pero el significado del tratado no es definido por las leyes, sino por la interpretación de los tribunales.
El proyecto de ley ante el parlamento busca cambiar esto, pero no tiene ninguna posibilidad de convertirse en ley ya que todos los demás partidos han dicho que votarán en contra.
El anterior gobierno del Partido Laborista de la primera ministra Jacinda Ardern siguió una política que aumentó el papel de los reguladores y burócratas e impuso políticas “woke” basadas en la raza, utilizando a menudo el Tratado de Waitangi como justificación.
El gobierno de Ardern fue ampliamente rechazado por los trabajadores y los agricultores a medida que las condiciones económicas empeoraban. El año pasado sufrió una derrota aplastante. Los partidos que conforman el nuevo gobierno del primer ministro Christopher Luxon se habían comprometido a revertir muchas de esas políticas woke y recortar la administración pública.
El Partido Maorí, que como los demás partidos en el parlamento defiende el dominio capitalista, presenta de forma errónea muchos de estos hechos como un ataque a los derechos de los maoríes. Califica demagógicamente al gobierno liderado por el Partido Nacional de “fascista” y que sus políticas cometen “genocidio”.
Pero la cultura y el idioma maoríes siguen vivos en toda Nueva Zelanda hoy en día. Hay un amplio apoyo a los derechos de los maoríes y hay menos racismo que nunca.
Las condiciones de crisis que afectan a la clase trabajadora pesan aún más sobre los maoríes y también sobre los Isleños del Pacífico que han emigrado a Nueva Zelanda durante el siglo pasado desde las colonias y semicolonias de Wellington en el Pacífico. Si bien el nivel de vida de la mayoría de estos trabajadores está empeorando, el tamaño y la riqueza de las capas privilegiadas de clase media y los profesionales, incluido entre los maoríes, se han expandido.
Estas divisiones de clase plantean de forma más clara cómo el camino para terminar con el racismo y la opresión nacional de los maoríes está entrelazado con la lucha de la clase trabajadora para reemplazar el dominio capitalista por un gobierno propio. A través de las luchas sindicales y otras luchas de la clase trabajadora, incluido por los derechos de los maoríes, el pueblo trabajador llegará a ver la necesidad de que un partido de nuestra clase luche por el poder obrero.