A continuación reproducimos las palabras de Mary-Alice Waters en una presentación del libro Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer, celebrada el 18 de febrero como parte de la Feria Internacional del Libro de La Habana (ver artículo). Los autores del libro son Joseph Hansen, Waters y Evelyn Reed. Waters es miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores y presidenta de la editorial Pathfinder. Ella es la editora del libro y autora del prefacio y el primer capítulo. Copyright © 2024 por Pathfinder. Reproducido con autorización.
Gracias, Martín [Koppel]. Y gracias a todos los que nos acompañan hoy.
Quisiera agregar una cosa a lo que Martín dijo al presentar a Esther [Pérez], quien comparte la tribuna con nosotros. Ella no solo nos brindó esta excelente traducción al español de Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer. Después de completar el trabajo, ella también planteó dos preguntas reflexivas que muchos lectores podrían hacerse, y estas preguntas sirvieron de marco para el primer capítulo de esta nueva edición.
¡Diré más al respecto enseguida!
También quiero reiterar el honor que para nosotros significa que nos acompañen tanto la general Teté Puebla como el comandante Víctor Dreke, representando a las mujeres y los hombres cuyas vidas cambiaron para siempre cuando combatieron a fin de derrocar a la dictadura de Batista y abrir paso a la primera revolución socialista en América.
Al pensar en nuestra presentación de hoy, recordé un comentario que nos hizo Teté hace unos 20 años, cuando estábamos trabajando juntos en su libro, Marianas en combate. Esa obra relata la historia del pelotón femenino de combate que Fidel creó en la Sierra Maestra durante la guerra revolucionaria.
“Antes del triunfo de la revolución”, dijo Teté, “la mujer era un objeto, un adorno de cama. Después de la revolución esto cambió. Y la mujer comenzó a organizarse de forma masiva, trabajando para cambiar las condiciones de su vida y para liberarse”.
Hemos llegado lejos desde entonces. Pero ninguno de nosotros puede olvidar que, para la mayoría de las mujeres del mundo, las palabras de Teté aún captan la realidad de su existencia.
Sobre el capitalismo, no los cosméticos
El prefacio de esta nueva edición de Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer comienza con estas palabras:
“A pesar del título, Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer no es un libro sobre cosméticos.
“Es un libro sobre el capitalismo”.
“Cómo los ‘mercaderes de la belleza’ aumentan sus
ganancias explotando las inseguridades económicas,
sociales y sexuales de las mujeres y los adolescentes”.
—Mary-Alice Waters
Trata sobre las relaciones sociales creadas y perpetuadas en esta etapa de la historia por las clases propietarias que se apropian de las materias primas brindadas por la naturaleza. (Con total indiferencia hacia las consecuencias humanas, sean las que sean). Para transformar estas materias primas en productos que puedan vender—mercancías—, los dueños capitalistas compran nuestra fuerza de trabajo al precio más bajo que puedan obtener. (También con frío desprecio hacia nuestra salud, nuestro bienestar físico o las necesidades de nuestras familias.)

Después, igual que los “mercaderes de la belleza” de quienes ustedes leerán en el libro, ellos nos revenden esos productos que son fruto de nuestro propio trabajo. Así sacan la mayor ganancia posible, afirmando que ellos se merecen esa riqueza porque son más inteligentes que nosotros y trabajan más duro. Y que, en todo caso, vamos a “lucir mejor” si aplicamos esas mercancías a nuestros cuerpos o si las ingerimos.
Con sentido de humor y claridad materialista, Joseph Hansen desmistificó esas operaciones del capitalismo en un artículo escrito en 1954 bajo el título “El fetiche de los cosméticos”, la pieza central del libro. Hansen nos ayuda a entender cómo el sistema económico que sigue dominando el mundo actual convierte no solo los cosméticos sino todas nuestras relaciones económicas y sociales en mercancías para ser compradas y vendidas.
Todas las cosas—y todas las personas—tienen un precio. Esa es la guía de acción universal del capital. En sentido literal. El señor Trump, actual presidente de la potencia imperialista más fuerte del mundo—aunque se sigue debilitando—no es una aberración. Él solo dice abiertamente—y pone en práctica—lo que toda su clase considera sus justas y merecidas ganancias.
Para ellos, todos somos objetos en una cartera de inversiones inmobiliarias de las cuales ellos pueden sacar ganancias.
Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer también trata sobre el papel que ocupan las mujeres en este orden económico capitalista. Para citar uno de los aportes de la coautora Evelyn Reed a esta maravillosa selección, el capitalismo en su fase superior y final (la fase imperialista que estamos viviendo hoy) ha avanzado, en general, desde la “venta de mujeres como mercancías, hasta la venta de mercancías a las mujeres”. Y yo diría, también a los hombres.
Lo que distingue los cosméticos y la ropa de otras mercancías como una nevera o un teléfono celular, según explica Joseph Hansen, es que se le adjuntan relaciones sexuales. Y eso lo usan los “mercaderes de la belleza” para aumentar sus ganancias, explotando ante todo las inseguridades económicas y sexuales de las mujeres y los adolescentes. ¿Quién no desea tener una vida sexual más satisfactoria, si solo necesitas comprar las “cosas” indicadas?
El comercio de los cosméticos—que en nombre de la “belleza” promueve de todo, desde los blanqueadores de piel hasta el terriblemente desfigurante “esculpido corporal” y la mutilación genital—es hoy una de las “industrias” capitalistas más lucrativas, y se extiende a todos los continentes del mundo.
Producto de sociedad de clases
El segundo regalo que nos brinda este libro es una comprensión de cómo y por qué las mujeres y los adolescentes son los más vulnerables a los mercachifles que nos venden estas mercancías grotescamente concebidas y grotescamente caras.

La opresión de la mujer—aquella mitad de la humanidad que trae la nueva vida humana al mundo—no es producto de nuestra condición biológica. Sus raíces no se encuentran en el reino animal. Es una relación económica, social, producto de la sociedad de clases. La mujer fue reducida al “segundo sexo”, subordinada al hombre, hace apenas 5 o 10 mil años. Es apenas un abrir y cerrar de ojos en los 6 millones de años desde que nuestros primeros ancestros humanos conocidos surgieron del mundo de los primates.
Como señala Evelyn Reed, esta subyugación de la mujer como “segundo sexo” es inseparable del surgimiento de las divisiones de clases basadas en la propiedad privada, en contraste con la propiedad comunal de la tierra y los productos del trabajo social que había definido una etapa anterior de la historia. En ese proceso histórico, las mujeres, igual que el ganado u otros animales domesticados, se convirtieron en propiedad privada valiosa.
¿Cómo y por qué ocurrió esa transformación social? ¿Y cómo se puede poner fin a esa condición?
¿Qué tiene que ver esto hoy día con las inseguridades materiales y emocionales de las mujeres y los adolescentes?
Estas son algunas de las interrogantes que se exploran y a las cuales se da respuesta en este libro, junto con una afirmación inequívoca de sus autores: de que el camino para acabar con la opresión y explotación de la mujer es inseparable de las luchas revolucionarias de la clase trabajadora y sus aliados explotados en todo el mundo para tomar el poder estatal de manos de las actuales clases capitalistas gobernantes.
Es lo que explicó Teté de manera tan clara y sencilla en las palabras que cité hace un momento. Es lo que ustedes hicieron aquí en Cuba hace más de 65 años.
Cuatro décadas y contando
Durante casi cuatro décadas, Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer ha sido uno de los libros más populares de Pathfinder. En total se han vendido más de 18 mil ejemplares. Incluyendo 3 mil en persa, el idioma mayoritario en Irán.
Pathfinder publicó este material en forma de libro en 1986. El capítulo inicial, “Las normas de belleza y moda son inseparables de la lucha de clases”, relata cómo, en los años 50, se escribieron las cartas y los artículos que hoy aparecen aquí y se publicaron en un boletín de debate mimeografiado del Partido Socialista de los Trabajadores. Cómo, durante esos años, hombres y mujeres jóvenes como yo lo descubrimos cuando iniciábamos nuestra vida política, cuando nos veíamos atraídos a la batalla proletaria para acabar con toda la estructura Jim Crow de segregación racial en Estados Unidos, y al ejemplo de la revolución socialista que se iba profundizando en Cuba. La perspectiva materialista histórica y dialéctica, la perspectiva proletaria que encontramos en estas páginas, nos ayudó a comprender cosas que antes no habíamos podido explicar.
Nos ayudó a trazar un rumbo para toda la vida.

En 2002 salió una edición en idioma persa, publicada por Golâzin, una casa editora organizada por mujeres con sede en Teherán, y de esa edición ya se han sacado tres tiradas. Ahora mismo se está preparando una nueva edición.
En 2010 salió la primera edición en español, publicada en Cuba bajo el sello de Ciencias Sociales. En 2014 le siguió la primera edición en español de Pathfinder, que incorporó las deleitables palabras que nos brindó Isabel Moya, una dirigente de la Federación de Mujeres Cubanas, en la Feria Internacional del Libro de La Habana en 2011. Sus amenas palabras merecieron un espacio en esta colección, y se han incluido desde entonces en cada nueva edición.
Y dentro de unos días saldrá también, por primera vez, una edición en francés de Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer.
La publicación de esta nueva edición de Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer se hace aún más importante por el ritmo acelerado y la agudeza de la lucha de clases a nivel global. En todas partes del mundo, las noticias diarias ponen de manifiesto las realidades brutales de la opresión de la mujer, expresadas de mil formas diferentes: sea el uso de la violación y la esclavitud sexual como armas de guerra y dominación, sean los síntomas más “civilizados” (léase: capitalistas) del estatus económico y social inferior de la mujer, por ejemplo la “brecha salarial” entre hombres y mujeres que existe a nivel mundial.
No obstante, cualquiera que sea la forma o el grado de desigualdad entre los hombres y las mujeres, esta nunca será erradicada bajo el capitalismo. Porque no es una discriminación que se pueda eliminar con leyes o con la enseñanza capitalista. Forma parte integral de las propias bases del sistema global de relaciones de clases —relaciones capitalistas de explotación— que producen y reproducen una división en la clase trabajadora que año tras año crea ganancias astronómicas para las clases propietarias.
En un mundo de creciente crisis capitalista, “¿merece el uso de los cosméticos la atención de un marxista?” pregunta Hansen.
En estas páginas encontrarán la respuesta inequívoca de “¡Sí!”
El fetichismo de los cosméticos
Antes de concluir, quiero regresar a las dos preguntas que mencioné al principio.
Primero: ¿siguen vigentes las cuestiones abordadas en un debate sobre cosméticos y moda que ocurrió hace siete décadas? ¿No hemos avanzando más allá de eso?
Segundo: ¿no hemos avanzado en el conocimiento de las primeras sociedades humanas mucho más de lo que se sabía a principios de los años 50? ¿No queda obsoleto por esa razón el artículo “La antropología: marxista o burguesa” de Evelyn Reed?

La respuesta a la primera pregunta queda subrayada por la pregunta retórica que Hansen plantea en el artículo “El fetiche de los cosméticos”. Durante toda la historia del capitalismo, pregunta Hansen, “¿ha cultivado la burguesía el fetiche de la mercancía de forma más premeditada que los capitalistas americanos?”
Más de tres siglos después del nacimiento del capitalismo industrial, podemos decir que siguen aumentando, de manera astronómica, los recursos que las empresas capitalistas dedican a la publicidad y a la creación de mercados: o sea, a la creación de “necesidades” que no existen de forma natural.
A los desdichados “consumidores”—¡incluso a niños más y más jóvenes!—les imponen sin tregua “cosas” que tienes que tener para ser feliz.
La presión para estar “de moda”—o sea, para ser atractiva a una posible pareja, y para ser “contratable”—ha calado cada vez más hondo en la clase trabajadora. Bajo el dominio burgués, la internet y las mal llamadas “redes sociales” se han convertido en herramientas nuevas y más poderosas, con las cuales la ideología, los valores morales y las mercancías capitalistas invaden nuestra vida cada minuto del día.
El impacto de la “industria” publicitaria capitalista del siglo 21 es, en todo caso, aún más insidioso, al propagarse por zonas del planeta antes protegidas parcialmente del mercado mundial imperialista. En extensas partes de África, Asia y América Latina, el canto de sirena del fetiche de la mercancía es un arma imperialista sin igual.
Encima de eso, la “industria de la cirugía cosmética” penetra más y más en estos países. En las palabras elocuentes del Manifiesto Comunista, “Los bajos precios de sus mercancías son la artillería pesada con la que [la burguesía] derrumba todas las murallas chinas. . . Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción. Las obliga a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: crea un mundo a su imagen”.
Como deja claro esta polémica nada obsoleta de los años 50, en épocas de repliegue de la clase trabajadora como la que hemos vivido durante las últimas décadas—no han triunfado revoluciones socialistas por más de seis décadas—la “artillería pesada” del capitalismo cobra su precio, incluso entre los trabajadores de mayor conciencia política.
Lucha de clases y política de clase
También es importante la respuesta a la segunda pregunta: ¿Son obsoletos los artículos de Evelyn Reed?
Estos artículos—“El marxismo y la cuestión de la mujer” y “La antropología: ¿marxista o burguesa?”—se enfocan en la fuerte polémica que Reed a menudo llamaba la “Guerra de los 100 años en la antropología”. En estos y otros escritos, ella defiende el materialismo histórico de Carlos Marx y Federico Engels y la obra de los más perceptivos y materialistas de los fundadores del campo moderno de la antropología cuyas obras utilizaron.
Como señala Reed, en esta guerra de más de un siglo en torno al materialismo histórico, uno de los principales frentes de batallas ha sido la cuestión de la familia y cómo esta se ha transformado a lo largo del tiempo.
De un lado están los que afirman que algo parecido al sistema moderno burgués “patriarcal de relaciones matrimoniales y familiares se remonta al reino animal”. Es eterno, dicen, y por tanto también lo es el estatus de segunda clase de la mujer.
Del otro lado están aquellos, como Reed, que defienden el materialismo histórico y documentan cómo lo que frecuentemente se denomina el “patriarcado”, y la subyugación de la mujer, surgieron durante los últimos milenios, siendo piedra angular de la sociedad dividida en clases.
“Detrás del debate”, explica Reed, “se escondía una cuestión de lucha de clases e ideología de clase”.
Si la sociedad de clases y el estatus subordinado de la mujer que la acompaña representan solo una etapa de la historia humana—etapa que surgió en una determinada coyuntura histórica por razones específicas—entonces esto podrá ser eliminado en una nueva coyuntura histórica por otras razones específicas.
Si es cierto que ha ocurrido una prolongada evolución en las relaciones sociales, pasando por etapas de violentos conflictos en la prehistoria y la historia de la sociedad humana—determinadas por crecientes niveles de productividad del trabajo y cambios en las relaciones de propiedad—entonces el capitalismo y el dominio capitalista no son permanentes. Como tampoco fueron permanentes todas las distintas relaciones sociales y de propiedad que le precedieron.
Los que hoy estudian y escriben sobre el desarrollo del trabajo social y las etapas más tempranas de la organización social tienen acceso a un conjunto más grande y nutrido de investigaciones que los primeros antropólogos, o incluso que los de la generación de Reed. De eso no cabe duda. Y con el tiempo se irá arrojando más luz sobre las complejidades y contradicciones—las variedades desparejas y combinadas—de la evolución social humana.
Pero como señala Reed, el hecho de reconocer esta diversidad “no nos exime de indagar sobre la historia social y explicar la evolución de la sociedad humana en su avance a través de las diferentes épocas”, un avance que aún continúa.
Qué clase gobernará
Las noticias diarias nos confirman más y más que estamos viviendo el inicio de lo que serán muchos años de convulsiones económicas, financieras y sociales, batallas de clases y guerras, a nivel mundial. Ya se han escuchado los primeros cañonazos de la Tercera Guerra Mundial de la época imperialista. Pero lo inimaginable aún no es inevitable.
Ese futuro depende de qué clase gobernará. La clase trabajadora internacional es hoy mucho más numerosa y potencialmente más poderosa que en los años previos a las dos matanzas interimperialistas del siglo 20. Y una de las razones es el notable aumento en el porcentaje de mujeres en la fuerza laboral a nivel mundial.
Lo que falta es una creciente conciencia de clase, confianza y dirección revolucionaria de la clase trabajadora. Una dirección comunista que pueda desarrollarse—y que se desarrollará—solo en el transcurso de batallas de clases.
Un liderazgo como el de Lenin y del Partido Bolchevique que él forjó en el imperio zarista. Un liderazgo como el que demostraron Fidel Castro y los cuadros del Movimiento 26 de Julio y del Ejército Rebelde en Cuba, que abrieron el camino a la primera revolución socialista en América.
Un liderazgo de las clases productoras explotadas de todos los colores de piel y de todas las nacionalidades, como el liderazgo demostrado por Malcolm X, caracterizado por su valentía moral y entereza. Y también, yo diría, demostrado por la dirección del Partido Socialista de los Trabajadores, que comparte esa trayectoria.
Ese tipo de liderazgo solo puede forjarse—y seguirá forjándose—al calor de las batallas de clases.
***
Con esta nueva edición, Los cosméticos, la moda y la explotación de la mujer ha iniciado una nueva etapa de su vida, y en buena hora.
Este es un libro que podemos leer y disfrutar. Aún más importante, es un libro que nos dará armas para la única batalla que podrá abrir paso a la igualdad de la mujer y a un futuro para la humanidad: la batalla para resolver a nivel mundial cuál clase va a gobernar.