Decenas de vecinos, compañeros de trabajo y familiares de Carol Mayorga celebraron su regreso a Kennett, Missouri, después de haber sido detenida por las autoridades migratorias el 4 de junio. Cientos de personas en esta comunidad agrícola de menos de 10 mil habitantes, en el sureste de Missouri, se habían sumado a la lucha para lograr su libertad.
Mayorga, originaria de Hong Kong y cuyo nombre legal es Ming Li Hui, fue detenida por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en St. Louis el 30 de abril cuando se presentó a lo que creía que era una cita de rutina para renovar su autorización de empleo. En cambio, después de esperar por siete horas, la esposaron, la subieron a una camioneta y la llevaron a la cárcel del Condado de Phelps en Rolla, Missouri, y luego a la de Greene en Springfield.
Su detención conmocionó Kennett, donde Mayorga ha vivido durante 20 años, trabajando como camarera y limpiando casas. Para muchos, era una madre con quien hablaban en los partidos de fútbol y de ligas infantiles de beisbol de sus hijos, y alguien con quien asistían a misa en la iglesia católica local. En un pueblo rural donde la población está disminuyendo y el único hospital ha cerrado, Chuck Earnest, un agricultor, dijo al New York Times: “Ella es exactamente el tipo de persona que uno querría que viniera al país”.
En muchos lugares, donde trabajadores inmigrantes han vivido y trabajado durante años junto a trabajadores nacidos en Estados Unidos, se ha desboronado la propaganda de los gobernantes capitalistas que buscan dividirlos y explotarlos.
Cuando el periódico local publicó un artículo sobre su detención recibió una avalancha de 400 comentarios, la gran mayoría a favor de Mayorga, pero no todos. “Si estás aquí ilegalmente, prepárate para ser expulsado”, comentó una persona. Otra simplemente escribió: “Adiós”. Miembros de la iglesia se organizaron para proveer comida a la familia de Mayorga.
“Voté por Donald Trump, y prácticamente todos aquí lo hicieron también”, dijo al Times Vanessa Cowart, amiga de Mayorga en la iglesia. “Pero nadie votó por deportar a las madres”.
El personal del restaurante John’s Waffle and Pancake House, donde trabajaba Mayorga, movilizó a la comunidad en su defensa. Los camareros cambiaron sus habituales camisas de trabajo por camisetas negras y amarillas que decían “Traigan Carol a casa”. Confeccionaron camisetas con la frase “Traigan mamá a casa” para sus hijos.
En cada mesa se colocaron peticiones exigiendo su libertad, junto a los paquetes de mermelada y kétchup. “Todos los que hemos firmado esta petición coincidimos firmemente en que Carol no representa una amenaza para nadie. Al contrario, es una persona generosa, trabajadora y dedicada a la familia, cuyo carácter y acciones reflejan compasión, responsabilidad y dedicación a sus seres queridos”, decía. Fue firmada por cientos de residentes de la zona.
Tres semanas después del arresto de Mayorga, la dueña y sus compañeros del restaurante organizaron un “Día por Carol”, para recaudar fondos, trabajando en su día libre. Se comprometieron a donar todas las ventas del día a su fondo de defensa legal y para apoyo a su familia. Autos y camionetas llenaron el estacionamiento, algunos esperando horas para sentarse a la mesa. Algunos no pudieron ser servidos. Se recaudaron más de 20 mil dólares.
“Creo que es lo más triste que he visto en mi vida”, dijo Judy Casey, sentada con su esposo en la recaudación de fondos. “Fue allí para renovar su permiso y simplemente la detuvieron. Su familia no se enteró. Ni siquiera pudo despedirse de su familia ni nada”.
A medida que crecía la indignación por el arresto de Mayorga, y su abogado, Raymond Bolourtchi, anunciaba sus planes para presentar una demanda federal para demostrar que ella cumplía los requisitos para permanecer en Estados Unidos bajo un programa conocido como Salida Diferida, que se aplica a los residentes de Hong Kong, el equipo legal del ICE admitió que sí cumplía los requisitos.
Pero el programa solo tiene vigencia hasta febrero de 2027, lo que le otorga a Mayorga un indulto, pero no protección permanente contra la deportación. Debe presentarse nuevamente ante el ICE el 25 de junio.
“De ninguna manera estamos a salvo”, dijo Bolourtchi al Times. “Pero en este momento soy optimista”. Añadió que su liberación “nunca habría ocurrido sin el apoyo de su comunidad”.